'Habemus presidente'. A partir del uno de julio -o antes si, en un último acto de generosidad bien entendida, el mejor presidente de la historia del Barça, Joan Laporta, cede su testigo a Sandro Rosell- los designios del Futbol Club Barcelona tendrán nuevo rumbo.
La elección de Rosell tiene un aspecto positivo y es que entierra definitivamente a ciertos nombres cuya evocación, en la historia del barcelonismo, tiene ese mismo sabor rancio que un vino picado. Circunstancia que ya empezó, con éxito y sin precedentes, en la época Laporta, que -con una junta en la que también se integraba el nuevo presidente- envió definitivamente al sueño de los muertos a viejos fantasmas. Aquel lejano día de 2003, se limpió al club de sus rémoras y se aportó savia nueva y desconocida.
Ahora, aquellos nombres anticuados han desaparecido definitivamente del mapa. ¿Todos?. No es del todo exacto expresarlo así. El nexo de unión, de coincidencia, entre ellos (aun con alguna discrepancia puntual), el expresidente Josep Lluís Núñez -fijémonos en el detalle: Laporta ha sido, para algunos, "el presidente del mejor Barça"; el sobrevalorado Núñez, para los mismos, "el mejor presidente del Futbol Club Barcelona"- había dado su explícito apoyo al nuevo presidente blau-grana.
La verdad, no empezamos bien. Pero este dato no debería tener mayor importancia si la nueva directiva de Sandro Rosell sabe gestionar bien estos apoyos mirando solamente hacia el futuro. Y, sobretodo, si recuerda -aunque no guste a muchos- que su antecesor supo hacer buen uso de una consigna hoy muy de moda: "actúa localmente, piensa globalmente". Desde su particularidad catalana, el Barça, en los últimos siete años, ha estado más cerca del mundo que nunca, extendiendo su catalanidad a lo largo y ancho del orbe.
A partir de aquí, mucha suerte, Sandro. Hazlo lo mejor que sepas.
Si (
No(
