Asistimos atónitos estos días al cambio de papeles que están protagonizando los dos partidos mayoritarios. Mientras el presidente del Gobierno ha pasado a defender los recortes drásticos y las reformas laborales con o sin diálogo social (donde dije Digo digo Diego), el líder del Partido Popular se erige como el gran defensor de las masas sociales que integran funcionarios y pensionistas. Con el seguidismo propio que impera desde hace ya algunos años (los partidos incluso utilizan los mensajes a móviles de sus cargos para que nadie se salga del guión) las respuestas han sido calcadas en términos autonómicos.
Una vez más podríamos interpretar que ambos papeles corresponden a la legítima batalla política, a esa en la que importa mucho más la estrategia cortoplacista de cara a las próximas elecciones que lo realmente necesario de cara a los ciudadanos. Pero es que no estamos en un momento más. Aquí no se trata de sea el Real Madrid o el Barça el que gane la Liga porque en este partido nos jugamos demasiadas cosas todos. Y es una verdadera pena que nuestros representantes políticos no estén a la altura de las circunstancias.
Es momento éste de debatir seriamente sobre asuntos espinosos como la propia reforma laboral, la impagable factura de la Sanidad o el precio del Estado autonómico. Pero ni tan siquiera han sido capaces de cerrar un Pacto por la Educación que parecía cantado hace unos meses. En el PP piensan que eso supondría conceder un oxígeno al Gobierno que no se pueden permitir en estos momentos y los socialistas probablemente harían lo mismo en esas circunstancias. Al enemigo, ni agua.
El problema radica en que la ciudadanía parece aletargada en muchos casos, pegada a la anestesia. Y creo que es el momento de dejar claras unas cuantas normas que hemos dado por imposibles pero no por utópicas resultan menos importantes de recordar. Por ejemplo, merecemos un Gobierno que no improvise de manera constante, que no nos cuente un día una cosa y a la semana siguiente la contraria. Y por supuesto necesitamos de una oposición que realmente presente alternativas, que entienda que para ganarse la confianza de los ciudadanos éstos tienen que ver que existe programa además de crítica y denuncia. Y también, de paso, nos gustaría ver a líderes autonómicos que son capaces de mantener un discurso propio, porque ya da pereza aquello de: “no voy a hacer declaraciones hasta que no se pronuncie mi partido”. Lo dicho, de pacotilla.
Periodista