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La última del cura Lezama

La última del cura Lezama

martes 27 de abril de 2010, 09:22h

Ha puesto en marcha veintiún restaurantes (dos de ellos en Estados Unidos), un resort de lujo y tres escuelas de hostelería. De momento. Su “Taberna del Alabardero” abre cada día en Madrid, en Sevilla, en Washington o en Seattle. Tiene un Premio Ondas y un Premio Nacional de Gastronomía. Este cura hostelero y periodista, de 73 años, abrió en los años 60 en el entonces marginal barrio de Vallecas (Madrid) un albergue para jóvenes sin oficio, en su mayoría maletillas, aspirantes a toreros que, casi siempre, acaban sin plaza y sin futuro. Vivían, los chavales y él, de la chatarra, los cartones y el papel usado

Un día surgió la idea de poner en marcha un restaurante y no dar peces a esos jóvenes marginales y marginados, sino enseñarles “a pescar”. En este caso, a cocinar, a servir una mesa, a ser sumilleres. Ya se sabe que un vasco no sólo nace donde le de la gana sino que, por el hecho de ser vasco, se le supone cocinero y de los buenos. Luis Lezama ni sabía cocina ni era empresario, pero su negocio, que ha dirigido personalmente, durante más de 35 años, emplea hoy a 600 personas y factura 17 millones de euros. “No hubiera hecho nada de esto si no hubiera sido sacerdote. La justificación de mi empresa no está en la ambición, en el deseo de ganar dinero o popularidad, sino en el mensaje evangélico”, dijo no hace mucho. “La Iglesia en estos tiempos debe ser más activa en su misión de ir a buscar a aquellos que están lejos de la fe”, añade.

Cree que ni la Iglesia ni los sindicatos deberían ligarse al poder porque pierden sus valores. Espirituales, la Iglesia; sociales los sindicatos. Apuesta por una Iglesia “controvertida, en difícil relación con el poder, más sincera, más cristiana, más auténtica”, y por unos sindicatos que “deberían ser los principales responsables de la educación y la cultura del pueblo para la formación profesional y no dedicarse a buscar dádivas del poder, que les tapa la boca con dinero”.   En el 2005, dejó la dirección de todo ese entramado y se fue a una parroquia en Montecarmelo, otro barrio emergente de Madrid. No pasa inadvertido. Pero no puede estar sólo a una cosa. Es el principal impulsor de un colegio en el barrio, Santa María la Blanca, católico, concertado, que empieza a ocupar páginas en los periódicos porque está siendo tan innovador como Lezama lo ha sido siempre. En las aulas no hay libros ni cuadernos sino ordenadores y pizarras interactivas. Pero la tecnología no es el fin, sino el medio. Tiene un método importado de Colombia, con una herramienta fabricada en colaboración con Microsoft para este modelo, que ya se aplica a dos cursos de Primaria y a Secundaria, y que tiene como fundamento la responsabilidad, la autonomía y la motivación de los alumnos. Es como Bolonia en pequeñito y en serio. Es un cambio radical del papel del alumno y del profesor. No valen los profesores tradicionales. Pero o cambian ellos o les cambiará la cruda realidad. Vale la pena y, además, es imparable. Y detrás de todo, el cura Lezama. Se puede educar de otra manera. Ese emprendedor infatigable que es Lezama lo sabe bien.
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