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Garzón en la Feria de Sevilla

Garzón en la Feria de Sevilla

domingo 18 de abril de 2010, 13:06h
Creo que fue Javier Arenas quien hace unos días, en una conferencia de prensa, soltó una frase antológica que resume lo que está ocurriendo con la polémica del procesamiento del juez Baltasar Garzón. El lider del PP-A dijo, ante el asombro de alguno de sus asesores, algo así como: "En una democracia y en un Estado de Derecho, todos los ciudadanos estamos obligados a cumplir las leyes; los políticos, que somos quienes las hacemos, aún más para dar ejemplo, y por encima de ellos, los jueces, que son quienes las aplican". Lleva razón. Aquí parece que hay leyes y leyes. Leyes que debemos cumplir todos, y leyes que, según quienes las apliquen, sólo deben cumplir algunos. Y este obligado cumplimiento no exime de quién sea el denunciante. Da igual que la denuncia la ponga Falange Española, un narcotraficante o un miembro de ETA. En una democracia, todos están en su derecho de hacerlo. Porque la ley es igual para todos. O debería serlo.Y si el juez que admite a trámite esta denuncia ve indicios de delito en lo que ha hecho el denunciado, tendrá que aplicar la ley, le pese a quen le pese, aunque el denunciado en cuestión sea un ejemplo de honestidad, que en el caso de Garzón hay quien lo duda.

Lo cierto es que esta nueva polémica con mi paisano el seminarista de Torres, ha vuelto a reabrir el enfrentamiento entre las dos Españas, que tanto le gusta airear a Zapatero. Hay que ser bastante gilipollas para creerse a algunos dirigentes del PSOE que ahora defienden a capa y espada al juez Garzón. Eran los mismos que hace unos años, cuando salió a la luz el caso GAL que él instruyó, lo tildaban de corrupto y sectario. Lo primero no sé, lo segundo es más que evidente. A un juez que se presentó como número dos de las listas del PSOE por Madrid, tras Felipe González, nunca se le debió permitir que volviera a la Audiencia Nacional donde se juzgan los casos de corrupción política. Él mismo tendría que haber renunciado por pura honestidad, pero, qué le vamos a hacer, le gusta tanto una foto...¿Sectarismo? No, partidismo puro y duro. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Pero no seamos incautos. Lo del Garzón no es sino una estrategia más, de las que Zapatero sigue echando mano, para confundir al personal, para entretenerlo unos meses con el guerricivilismo tan de moda y tan recurrente para ocultar los verdaderos problemas y con los enfrentamientos entre fascistas y progresistas. Seamos serios. ¿A cuántos españoles les importa si condenan o no al juez Garzón? A sus amigos, a su familia y, quizás, a sus paisanos de Torres a quienes sólo les queda levantarle un monumento en el pueblo. Al resto nos la trae, o nos la debía de traer, al fresco. Lo que nos sigue importando a los españoles, por más cortinas de humo que el Gobierno lance y los sindicatos apoyen, es cuánto va a durar la crisis, cuántos más van o vamos a ir al paro, cuánto nos va a costar la próxima subida del IVA proyectada por el Gobierno. Con lo que nos queda por delante y el futuro tan previsiblemente negro, lo de Garzón y el Supremo es sólo una anécdota por más que los socialistas quieran elevarlo a nivel de categoría.

Así que menos lobos, Caperucita. Que el Estado de Derecho cumpla con su deber y, si Garzón ha cometido algún delito, que se le juzgue con todas las garantías procesales como un español más y se le declare inocente o culpable sin presionar al Supremo y, por supuesto, sin tildar a sus miembros de franquistas o torturadores como ha hecho impunemente un ex Fiscal General del Estado. La ingente labor judicial, que nadie niega, contra la corrupción política, el narcotráfico, la ETA o los crímenes contra la humanidad, que lleva realizando todos estos años Baltasar Garzón en la Audiencia Nacional no le exime de tener que cumplir la ley como cualquier hijo de vecino. Faltaría más.

Espero que con la que está cayendo, no se le ocurra a Baltasar Garzón venir, como todos los años a la Feria de Sevilla a bailar sevillanas en la Casa de Jaén. Tanto él como su gran defensor, Gaspar Zarrías, se exponen a que alguien pueda decirle a viva voz cuatro verdades y no está el horno para bollos. Ni para que el ambiente se caldée más de lo que ya está. Tengamos la fiesta en paz.
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