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Estados Unidos: Troya arde

Estados Unidos: Troya arde

jueves 25 de marzo de 2010, 16:06h

Puritanismo y darwinismo social se dan la mano para justificar la dureza social predominante

Por apenas siete votos la Administración Obama logró la aprobación de la Ley de Salud. Ello frente a la oposición en pleno de la bancada republicana, de más de cuarenta miembros de la fracción demócrata de la Cámara de Representantes y contraviniendo a la opinión mayoritaria de los norteamericanos. La prensa de ese país ha calificado como histórico el hecho, lo cual no podía ser de otra manera si tomamos en consideración que la idea de un servicio nacional de salud público se remonta a hace un siglo con Teodoro Roosevelt y que, desde entonces, había fracasado una y otra vez en su intento por materializarse. El segundo de los Roosevelt, Franklin, fue derrotado en su lucha por lograrlo de la misma manera en que lo fueron varios de sus sucesores, incluido Bill Clinton. No obstante la ley confronta aún un camino espinoso, en la medida en que los republicanos en el Congreso y varios gobernadores han hecho pública su intención de combatirla a nivel de los tribunales. Para quienes votaron a favor de la misma, por lo demás, pende la amenaza del castigo de los votos en las elecciones legislativas de noviembre.

En realidad lo significativo no es tanto la aprobación de esta ley, sino la intensidad del rechazo a la misma, siendo que EEUU era el único país desarrollado que no contaba con una legislación de esta naturaleza y cuando su normativa responde al más elemental sentido común. Extender la cobertura de salud a 32 millones de norteamericanos sin seguro o evitar que las aseguradoras puedan desechar a las personas cubiertas que se enfermen o se nieguen a amparar a quienes muestren enfermedades preexistentes, luce como de justicia elemental. Y, sin embargo, Troya arde. ¿Por qué?

La herencia cultural puede ser la razón de este "corazón duro", del que hacen gala tantos norteamericanos con relación a sus compatriotas menos favorecidos. Para comenzar encontramos el hecho de que la iglesia calvinista fue la cuna de la democracia norteamericana. Desde ella los primeros colonos definieron los trazos ideosincrásicos de un modelo de sociedad que pervive. Dentro de su marco de referencia, la riqueza o la pobreza venían a ser simple expresión de la predestinación a la salvación o a la condena en la otra vida. La ayuda a los menos privilegiados se transformaba bajo sus ojos en interferencia indebida al propósito divino en materia de salvación y éxito material.

Sin embargo, hay una segunda explicación ligada a la noción del "darwinismo social" y a la consiguiente selección natural del más apto. En ella se sustenta la idea de la "destrucción creativa", esencia del capitalismo en su versión estadounidense. Bajo esta perspectiva, la redistribución de la riqueza no sólo interfiere con la recompensa natural que corresponde a los más aptos, sino que obliga a éstos a tener que asumir responsabilidades por quienes no supieron triunfar por sí mismos.

Puritanismo y darwinismo social se dan así la mano para justificar la dureza social predominante. No en balde el siguiente planteamiento de Joseph Stiglitz: "La redistribución del ingreso no sólo sustraería incentivos para el trabajo y el ahorro sino que resultaría inmoral, pues priva a los individuos de la recompensa que merecen" (Making Globalization Work, London, 2006).

altohar@hotmail.com

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