Si
José Luis Rodríguez Zapatero quiere revalidar una mayoría suficiente para gobernar en 2012 debe cambiar el paso, pegarse al terreno y hacer un esfuerzo ímprobo para neutralizar las tendencias negativas que comienzan a detectarse en buena parte de los estudios demoscópicos que estamos conociendo. Con un elemento adicional que emerge en los últimos días y que se refiere al cambio de estrategia propiciado por el Partido Popular. Hasta el momento, los expertos que asesoran al PP aconsejaban mantener la actitud de “esperar y ver” convencidos de que la simple evolución de la crisis económica y la dificultad del Ejecutivo para frenar los datos del paro provocaban en el electorado socialista un deterioro suficiente sin necesidad de comprometer al PP con propuestas inciertas para iniciar el camino del crecimiento económico. No hay soluciones mágicas.
Tal estrategia le permitía a
Mariano Rajoy limitarse a sumar descontentos, que si bien no tenía efectos a la hora de provocar una transferencia de voto directo entre los socialistas y los populares, acariciaba la esperanza de desmovilizar y llevar a la abstención a una parte de los votantes del PSOE cansados y escépticos en relación con las previsiones no cumplidas de una mejora en los problemas derivados de la grave contracción económica. Es decir, el PP sigue aspirando a provocar un doble efecto electoral: mantener movilizado a todo su electorado mientras genera un cierto desistimiento en los apoyos de la izquierda.
Pero algo ha cambiado. El PP ha decidido pasar a la ofensiva, abandonar la simple espera de resultados y abrir el debate en aquellas cuestiones que, a su juicio, más pueden dañar y confundir al electorado progresista. La larga campaña electoral ha estallado con enorme estruendo y nada la frenará hasta 2012. Será una batalla dura y con un resultado incierto. Todo indica que vamos a vivir un maremoto de populismo radical por parte del PP a la hora de afrontar heridas sociales que requieren tratamientos equilibrados y moderados.
La forma de suscitar el debate sobre la inmigración por parte de Rajoy constituye un ejemplo difícil de superar. Los dirigentes de nuestra derecha siguen de cerca las experiencias de Francia e Italia y saben que el desarrollo de la ecuación que combina crisis económica, desempleo, déficit en los servicios públicos e inmigración, provoca un cúmulo de tensiones sociales y políticas insuperables. La frase, “¡aquí no cabemos todos”!, proclamada por la responsable del PP en Catalunya, constituye un misil dirigido contra la voluntad y capacidad de integración demostrada por la sociedad española durante los últimos quince o veinte años. El PP quiere incrementar y utilizar una sensación de temor, que, como un latigazo, se extiende entre las clases medias urbanas y entre los trabajadores y provoque reacciones xenófobas de difícil control. Nada muy diferente a la actual experiencia de
Berlusconi en Italia o a la estrategia seguida en su día por Le Pen en Francia. No olvidemos que en Francia se produjo, ante el estupor general, una transferencia directa de buena parte del voto comunista al candidato del Frente Nacional en la medida en que consiguió que arraigase la idea de que la inmigración ponía en riesgo sus puestos de trabajo y la calidad de servicios sociales básicos como la sanidad y la educación públicas. Tampoco puede resultar digno de elogio el modo como el PP ha utilizado el aniversario de la desaparición de la joven sevillana,
Marta del Castillo, para reclamar la implantación de la cadena perpetua entre nosotros a pesar de evidente carácter inconstitucional.
La eficacia de tales argumentos no debe ser minusvalorada por la izquierda. Es preciso no eludir el debate y abordar con decisión una explicación sobre la naturaleza de la crisis que estamos viviendo y las medidas que se están adoptando. Las previsiones electorales sobre Andalucía, hechas públicas por el riguroso Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), advierten sobre la posibilidad de un nuevo escenario electoral andaluz en el que se confirma, por primera vez, una ligera ventaja del Partido Popular. El PP alcanzaría una intención de voto del 43,2 % del electorado y el PSOE podría disponer de un 41,6 % de apoyo popular. Una vez más, el peso de la crisis y los altos porcentajes de desempleo produce efectos devastadores sobre un electorado que contempla el futuro con temor. En el citado sondeo, nueve de cada diez andaluces confirman que el paro es el problema más importante de su Comunidad. Y todos conocemos el peso y la influencia que el voto socialista andaluz tiene en el ámbito estatal.
Teniendo en cuenta el calendario electoral, el PSOE y toda la izquierda deben reaccionar con urgencia. Porque todo indica que las señales de recuperación económica no se harán visibles en España hasta después de 2012. Es decir, probablemente, las elecciones generales se celebren todavía con altos niveles de desempleo. Los datos publicados recientemente por el Fondo Monetario Internacional (FMI) no invitan al optimismo. De acuerdo con sus previsiones, España puede ser la única de la grandes economías que se mantenga en recesión durante el año 2010 cayendo nuestro PIB un 0,6 %, y creciendo nueve décimas el próximo año.
El gobierno tiene que asumir la dificultad de la situación y promover acuerdos sociales y económicos que nos permitan contemplar el futuro con una cierta esperanza. Lo dicho. Dos años de campaña electoral.
Enrique Curiel
Profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid.