El país más pobre de América vive la tragedia de mayor magnitud en dos siglos: el terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter que tuvo como epicentro Puerto Príncipe y, según cifras divergentes dadas por el presidente René Préval y el primer ministro Jean Max Bellerive, podría haber dejado entre 30 mil y más de 100 mil personas sin vida.
El panorama tras el terremoto es desolador, por las víctimas que yacen entre los escombros, el colapso de las redes de comunicación, la destrucción de edificios, viviendas, calles y carreteras, la necesidad de atención urgente de los centenares de miles de heridos, la falta de hospitales y centros de salud, el dolor y el miedo de quienes han perdido su seres queridos, sobre todo de los niños o de quienes viven aún la pesadilla de familiares muertos y desaparecidos...
Entre las víctimas, se halla personal de la misión de las Naciones Unidas: 11 brasileños de las Fuerzas de Paz de la ONU han muerto, entre otros. Por fortuna, soldados ecuatorianos del contingente de cascos azules han salido ilesos y, hasta el cierre de esta edición, no se conocía que hubiese víctimas entre ecuatorianos residentes en Haití.
La Cruz Roja ha calculado alrededor de 3 millones de damnificados.
La tragedia en Haití tiene las dimensiones de una catástrofe de enorme magnitud. Es necesaria la solidaridad internacional para dar una respuesta eficaz y ágil a la gravísima situación en Puerto Príncipe. Pero no solo urge una acción inmediata, sino a mediano plazo para la reconstrucción del país devastado. Quizás esto último todavía sea más complejo que lo primero, porque muchas ofertas de ayuda que se realizan con el impacto inicial de la catástrofe se diluyen después, cuando las escenas de dolor ya no son centro de atención en las primeras planas de los medios de comunicación.
El apoyo del pueblo y del Gobierno del Ecuador deberá concretarse con generosidad ante la catástrofe.