Existe en China una iglesia patriótica que ordena a sus propios sacerdotes y consagra a sus obispos.
Todos ellos obedecen al gobierno de Beijing e ignoran al Papa de Roma.
Estos miembros de la Iglesia entienden que se deben a quienes han definido la forma de ser ciudadano chino dentro de un régimen que ejecuta anualmente a cerca de dos mil personas y no respeta los derechos humanos. Aunque se llaman católicos sólo son chinos porque han aceptado como prioritario su nacionalismo y la obediencia al régimen que la disciplina universal de Roma.
En el País Vasco, salvando las distancias y sin que se haya llegado al cisma, también existe una iglesia patriótica, que siempre lo ha sido aunque nunca se había manifestado en contra de una decisión de Roma, que es la que nombra los obispos.
La oposición de la mayoría de los curas de San Sebastián al nombramiento como obispo de esa diócesis José Ignacio Munilla, no tiene que ver con el perfil religioso del designado, sino con su afección o desafección nacionalista.
Los curas guipuzcoanos no entienden el evangelio según San Mateo, porque el único que profesan es el evangelio según Setién. Ser del PNV es más importante para muchos de ellos que ser de universales, con lo que una vez más se demuestra que el nacionalismo es reduccionista y empobrecedor.
Que hayan dado cobijo a etarras, o se hayan negado a celebrar funerales por las víctimas del terrorismo o que hayan guardado silencio ante injusticias clamorosas cometidas por los nacionalistas, no es nuevo, pero que ahora vayan en contra de un obispo, nacido donde ellos y que habla como ellos -el euskera- llama poderosamente la atención.
Antes se decía “fuera de la Iglesia no hay salvación”; ahora hay que decir “fuera del PNV no hay nada que hacer”, pero no es así porque, desde que gobierna en Euskadi Paxti López, las cosa están cambiando mas que les pese a los sabinianos.