Es ambiciosa, sensual, domina la psicología tanto masculina como femenina, sabe muy bien qué quiere. Sobre todo es muy inteligente. No se enamora, sólo seduce. Sabe muy bien cuál es su objetivo y se encamina a él sin que nada ni nadie la detenga. Posee algunas armas femeninas que ningún hombre es capaz de resistir. Por supuesto domina la caída de pestañas como ninguna. Es a partes iguales masculina y femenina. Lo varonil para elaborar sus estratagemas y no dejarse llevar por los sentimientos nunca. Lo femenino para saber mover las caderas, enseñar un buen escote y para ser, si el momento lo requiere, una mujer desvalida. Pero eso sólo es en apariencia. Este tipo de mujer puede llegar a apretar el gatillo si hace falta.
Seduce a partes iguales a hombres y mujeres porque posee el don de la empatía. No deja nada a la improvisación. Sabe exactamente qué decir, a quién y en qué momento. Poseedora de un cuerpo agradable y de unas técnicas amatorias dignas de la mejor de las geishas, esta mujer vuelve loco a cualquier hombre que pase por su lado. Y lo vuelve loco de tal manera que puede (y de hecho suele llevarlo) a la perdición.
No sean mal pensados. No estoy hablando de ninguna mujer en concreto. De ninguna con nombre y apellidos. Estoy hablando en abstracto de la mujer fatal. Ese personaje que tanto ha gustado en la literatura y en el cine. Dalila y su crueldad con Sansón, Emma Bovary y su insaciable anhelo por dejar de ser una pueblerina, la pérfida Justine del cuarteto de Alejandría de Laurence Durrell y, cómo no, ¿quién no recuerda a las malas del cine? La pérfida Phyllis en Perdición (1944) de Billy Wilder, Lana Turner en El cartero siempre llama dos veces, Rita Hayworth en Hilda, o las siempre enigmáticas Marlene Dietrich o Bette Davis y su papelón en la magnífica película dirigida por Aldrich, ¿qué fue de Baby Jane? Particularmente a mí la más pérfida de todas siempre me ha parecido Sacarlett O´Hara. Incluso antes de la guerra era malvada y ambiciosa. Jamás dio su brazo a torcer.
¿Para qué engañarnos? En mis anhelos más íntimos siempre ha estado parecerme a ellas pero me temo que me faltan agallas, cuerpo y mirada felina (siendo miope algo consigo, no se crean) Hace falta ser una looser (me perdonan el anglicismo) y una bobalicona parar querer ser Blancanieves todo el día cantando con las ardillas en el bosque y aguantando las perrerías de la malvada madrastra. Sí, vale, se casa con el príncipe, pero de después de la boda no tenemos datos. Seguro que él le pone los cuernos con otra que está más buena, que llega borracho a casa muchas noches porque se escapa con los amigotes. Total que al final terminaron a leches por la custodia de los churumbeles y por ver quién se quedaba con el castillo, que no veas el castillo lo caro que es de mantener (está el gas Natural por las nubes).
El caso es que 451 editores, esta pequeña pero certera editorial capitaneada por Javier Azpeitia, acaba de sacar a la venta un libro en homenaje a estas mujeres que todos y todas alguna vez hemos amado y que lleva como sugerente título: Libro de la mujer fatal, de Marta Sanz, con imágenes de las mejores que han existido. Si todavía tienen dudas de cómo ser una mujer fatal, ya saben, se lo compran y se lo estudian. Yo ya lo tengo en mis manos y aviso a navegantes: ya nunca más seré la misma. Se acabó hacer el idiota. ¿Quién se acuerda ahora de Melania, la bueniña de lo que el viento se llevó? Pues eso.