La detención del presidente de Anesvad y la investigación de la Fiscalía sobre Intervida ha puesto bajo sospecha al conjunto de las ONGs. En los periódicos, las radios y las televisiones estas informaciones han ocupado un importante espacio y se han producido comentarios muy negativos. El diario “El País” publicaba a principios de semana un interesante informe en el que en un recuadro titulaba: “Las ONGs transparentes” transmitiendo, por eliminación, que sólo las 49 organizaciones allí reflejadas cumplían los requisitos de “transparencia y buena gestión”, eliminando, además, la presunción de inocencia. Y todo ello, porque esas 49 organizaciones, absolutamente respetables, han sido auditadas por la Fundación Lealtad, una entidad privada, seguramente muy respetable, a la que se le da carta de naturaleza como si su dictamen fuera inobjetable y todas las que no se hayan sometido a él – poco más de cien- fueran “sospechosas”.
En la lista de ONGs “transparentes” faltaban algunas cuyo reconocimiento social y cuya transparencia merecen pocos reparos. Por poner sólo dos ejemplos, Cruz Roja o Aldeas Infantiles. Algunas no sólo se someten a auditorías anuales sino también a otras internacionales e incluso, a auditorias de calidad. Y, además, depositan sus cuentas en el Ministerio del Interior, cumpliendo una obligación legal, y están sometidas a la fiscalización de cualquier persona. Existen otras organizaciones, como la Coordinadora de ONGs para el Desarrollo (CONGDE) o la Plataforma de Organizaciones de Infancia (POI) que merecen más credibilidad y que son las más interesadas en que se respete el código ético de la solidaridad y se ejerza la transparencia.
Las ONGs tienen que ser absolutamente transparentes y tienen que mejorar en ese concepto. Pero buena prueba de que la mayoría lo son es que se detectan las posibles irregularidades. Anesvad es una cosa e Intervida, otra. Al menos, eso parece. La Fiscalía lleva cuatro años investigando a esta última y en todo ese tiempo no ha tomado ni una medida cautelar…aunque pueden aparecer otros problemas. Posiblemente hay demasiadas ONGs en España y muchas de ellas están montadas sobre proyectos personales que no siempre encuentran el cauce adecuado, y sobre fondos públicos, que a veces escapan al control que la Administración debería ejercer.
Pero esa no es la norma. La mayoría de las ONGs cumplen su compromiso. Algunas trabajan todos los días con las distintas Administraciones públicas y sus obras están sometidas a control permanente. Sin las ONGs y sin la Iglesia Católica, la labor social en España y en muchos países del Tercer Mundo estaría bajo mínimos. Los millones de personas que aportan su dinero a esta labor solidaria y los voluntarios que entregan su tiempo tienen derecho a exigir la máxima transparencia en los proyectos y en las cuentas. Pero también tienen derecho a saber que en la inmensa mayoría de los casos, su dinero se invierte bien y llega a los que lo necesitan. Y que si alguien se sale de la ruta, es investigado y, si llega el caso, condenado. La caza de brujas sólo puede hacer que se arruine el buen trabajo de mucha gente honrada.