Hasta el momento he escrito dos artículos sobre el CEPLAN (Centro Nacional de Planeamiento Estratégico); el primero con las razones de mi renuncia al Consejo Directivo, y el segundo con una cronología de las instituciones del sistema nacional de planificación, desde sus orígenes. Pero, me han reclamado, con razón, de que no he hablado sobre las causas de la crisis actual. No he respondido a la pregunta ¿Porqué no despega el CEPLAN peruano?
La principal razón para que el CEPLAN no cumpla el rol estratégico que le toca, es la persistencia del modelo y de la ideología neoliberal en el Perú. Este modelo, como nos hemos percatado en forma dramática durante la crisis financiera mundial, propone un protagonismo excluyente del mercado y de las corporaciones en el desarrollo económico. El mercado y las empresas más grandes lo deciden todo, según sus propios intereses, y reglas de juego. El mercado no debe ser tocado por ningún otro actor económico y político, porque éste tiene la capacidad de autoregularse, de autocorregirse. Es decir, no se necesita al Estado en la economía; el mercado y las grandes empresas toman las principales decisiones, y por lo tanto, bastan para asegurar el desarrollo y el bienestar de la población. Para esta ideología, el Estado estorba, y casi no tiene nada que decir en materia económica. El planeamiento es cuestión del pasado, del socialismo soviético. Claro que todas las grandes empresas en el mundo tienen un área o división de planeamiento para ayudarlas a moverse en un contexto tan cambiante, pero esto se oculta olímpicamente.
La historia reciente ha probado que estas ideas están completamente equivocadas, y que han sido las responsables de la peor crisis desde los años 30; que los únicos países que se han visto menos afectados, y han podido sortearla mejor, como es el caso de China, la India y el Brasil, usan extensivamente el planeamiento estratégico. Pero, en el Perú no nos hemos enterado de estas verdades y seguimos viviendo la realidad ideológica y política de los 90s.
La segunda razón es la oposición del MEF a la existencia del CEPLAN. En realidad esta contradicción entre los Ministerios de Economía y/o Finanzas y la entidad de planeamiento es común en casi todo el mundo. Mientras que el primero administra el dinero público, el segundo determina dónde y cómo invertirlo mejor. Y esta discusión entre los objetivos de largo plazo del país y los medios (dinero generalmente escaso) para alcanzarlos se realiza de manera pública y civilizada. Pero mientras que en los países desarrollados y exitosos el poder de ambos ministerios (o entidades) es similar, y generalmente intermedia y decide, el presidente de la república; en el caso del Perú, el MEF sigue siendo el super ministerio, muy por encima del resto, sin nadie que le haga contrapeso. Es juez y parte, y ciertamente no quiere abandonar esta situación. Además, como es dueño de la plata (es decir, de nuestros impuestos) no la suelta, y el CEPLAN se queda sin recursos y no termina de cuajar.
En tercer lugar, existe una tensión permanente entre las dos funciones básicas del CEPLAN: (i) actuar como un think tank, promoviendo investigaciones y estudios por parte de la inteligencia nacional e internacional, con el objetivo de lograr de una visión compartida de futuro, y (ii) administrar el sistema de planeamiento nacional, coordinando, capacitando, asesorando, a todas las entidades públicas (como los gobiernos regionales, municipios y ministerios) en materia de sus planes y programas. Esta tensión ha sido procesada en otros países, priorizando la primera y subordinando a la segunda; cuando ha ganado la opción burocrática, el planeamiento ha perdido peso y protagonismo. Por ejemplo, para evitar esto en Brasil, han tenido que formar otro ministerio, el de gestión estratégica, que junto al de Planificación y Presupuesto componen el sistema nacional de planeamiento. El actual presidente del CEPLAN, Agustín Haya de la Torre, se siente muy cómodo con la función de coordinación, abandonando la función prospectiva.
En cuarto lugar, la opción por una visión compartida de futuro requiere del uso intensivo de mecanismos de participación de los diversos actores y sectores de la sociedad peruana. No podía ser de otra manera, puesto que esta visión no es propiedad del gobierno de turno, ni de la burocracia estatal, es la visión de toda la sociedad. En este punto, el CEPLAN debería ser radicalmente diferente del antiguo Instituto Nacional de Planificación (INP), cuya vocación vertical y burocrática entró en contradicción con el resto de la sociedad peruana. Desgraciadamente, son estas ideas del pasado las que están prevaleciendo en el CEPLAN actual.
En quinto lugar, y dando cabida a los mal pensados, la ausencia de orden en la orientación estratégica del desarrollo económico y social del país, la ausencia de políticas de Estado de largo plazo, la ausencia de un análisis permanente de la situación internacional y el estudio de las mejores opciones para el país, la ausencia de objetivos de desarrollo, de metas, de resultados claros, de seguimiento y evaluación, de transparencia, de rendición de cuentas, la ausencia de todo esto, es el abono perfecto para la corrupción. El principal problema del Estado peruano en la actualidad.
Después del discurso de 28 de julio del 2009, es claro que habrá que esperar hasta el siguiente gobierno para que el CEPLAN pueda cumplir su rol de liderazgo en el desarrollo nacional.