A José le ha tocado esta mañana merodear por Moratalaz. Parece un policía secreto, camuflado en un vehículo que conduce con destreza por cada callejón del barrio tratando de seguir varias rutas de recogida de basura. Cámara de fotos en mano y ataviado con boli y papel, actúa como un chivato si los chicos del camión se portan mal. Pero este es su trabajo. Y le gusta. No está sentado frente a un ordenador, en la oficina, sino por las calles de Madrid preocupado de que la basura de los demás acabe donde debe y, después, que los cubos y contenedores también. Además vela por la seguridad de los empleados que no pueden vestir deportivas o presindir de los guantes, "por su bien".
Por lo general la disciplina impera en el oficio de la recogida, movidos tal vez por la inquietud de saber que alguien les sigue los pasos. "No tiene que ser muy gracioso trabajar conociendo que puede haber uno por ahí anotando qué tal lo haces", supone José, mientras aguarda a que llegue el camión de las once. Hasta que aparece, ha tomado buena cuenta de la "presentación de los residuos": las bolsas están dentro de los contenedores y, éstos, en su sitio. Cuando llega su objetivo lo primero que reconoce este aprendiz de espía es la puntualidad del equipo. "Éste va muy bien, dentro de su horario exactamente". A cada camión se le da un margen de 20 minutos en torno a cada punto, pero si el retraso o el adelanto van más allá, se anota como una incidencia. Disimuladadamente se coloca delante del camión y fotografía el número de la ruta y la matrícula del vehículo.
¡Sorpresa! Uno de los operarios saluda a su espía. "¿Qué tal?", le responde José que, después de dos años en este empleo, no siempre puede ocultar su anonimato. "Por el día es difícil esconderse y acaban conociéndote. Pero por la noche es más sencillo. Si se acostumbran a vernos, pues entonces podrían acabar haciéndolo bien sólo cuando se les vigila", algo que en cualquier caso se produce a menudo ya que se los espía a tres bandas: una consultora contratada por el Ayuntamiento, los técnicos municipales y la propia inspección que realiza la empresa que hace la recogida, en este caso, FCC.
Suspensión de empleo y sueldo
Es hora de tomar nota de los incidentes: hay restos de basura en el suelo, la tapa de los contenedores se ha quedado abierta, algunos de ellos no han sido frenados e incluso no se han vaciado bien. "¡Vaya!", se lamenta José, a quien no le hace ninguna gracia poner malas notas en el examen. "Al menos todos los contenedores se han dejado en su lugar de origen, y ellos iban correctamente uniformados", respira, aliviado. Algunas cosas se pueden pasar por alto pero otras, desde luego, pueden acarrear problemas serios a los basureros. Uno de ellos reconoce a Madridiario que la sanción por echar a la trituradora de restos el contenido del cubo amarillo es la suspensión de empleo y sueldo durante dos días.
José está acabando por hoy. El vertiginoso trabajo de un momento da paso a tiempos muertos de espera, a la 'caza' de otra ruta. "En Madrid -explica- ves cosas muy curiosas, sobre todo por la noche, como la rebusca -personas que revuelven la basura para hallar algo que aprovechar- o gamberros que en las zonas de copas arrojan los cubos a los basureros, o esparcen la porquería por las calles". Eso sí, no duda en ponerse a los pies de todos aquellos a los que espía a cada mañana tarde y noche, y califica a estos hombres de la basura de "auténticos atletas". "Están en forma y no veas cómo corren. Me admira lo que hacen", concluye.