El demócrata Barack Obama será el próximo presidente de Estados Unidos, y el primer afroamericano en acceder a la oficinal oval de la Casa Blanca. Lo que hace apenas un par de décadas parecía un imposible, se dio en medio de una jornada electoral histórica, dada la masiva participación de votantes —la mayor desde 1908— en un país en donde un masivo abstencionismo era el principal rasgo distintivo de sus elecciones.
Desde 1908 no se producía una concurrencia tan grande de votantes a las urnas en Estados Unidos, un país en donde el masivo abstencionismo era el principal rasgo distintivo de sus elecciones. Tanto los norteamericanos que dieron su voto a Obama como el resto del mundo, esperan un cambio radical en la política interna y externa de Washington.
El ex senador por Illinois, de 47 años, casado y padre de dos niñas, tiene ante sí el resto más grande que ha tenido presidente estadounidense alguno, desde los años treinta del siglo pasado.
Se dice que en Obama los norteamericanos tendrán un presidente tranquilo y sereno, que juzga las situaciones con calma y de manera metódica. Ojalá haga lo mismo respecto a la política hacia América Latina, a la que se ha referido poco hasta ahora.
A partir de las doce de la mañana del próximo 20 enero Obama deberá enfrentar, entre los muchos desastres que deja el republicano Bush, dos frentes abiertos de guerra, un abismal déficit de prestigio en política exterior y una catastrófica situación económica. ¿Habrá, en efecto, comenzado una etapa radical y cualitativamente diferente en ese país? Sólo la Historia dirá.
Si (
No(
