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Los médicos de los árboles

miércoles 05 de noviembre de 2008, 11:53h
El árbol número 557 de la zona de Ortega y Gasset, situado junto al número 21 de esta calle, tiene los días contados. Es una sophora japonica o acacia del japón con buen aspecto, pero las pruebas técnicas realizadas por el laboratorio móvil del Ayuntamiento de Madrid han detectado que los hongos están pudriendo la madera y que representa un peligro para los viandantes.
En muchas ocasiones surge la polémica cuando se talan árboles, que parecen sanos para los profanos en la materia. Sin embargo, pese a que un ejemplar presente un tronco erguido y sus hojas luzcan un bonito verde puede tener riesgo de troncharse o caerse, explica la jefa de la Sección de Arbolado Urbano del Ayuntamiento de Madrid, María Sánchez-Blanco.

Para evitar sustos innecesarios y detectar los árboles enfermos, un laboratorio móvil recorre las calles de la capital analizando el estado del arbolado. Provistos de un resistógrafo y un picus, dos aparatos especializados en este tipo de trabajos, realizan las pruebas necesarias para hacer su diagnóstico.

La sophora 557 no ha pasado la prueba. La apariencia externa era buena y tan solo un par de pudriciones convertidas en oquedades alertaban de su estado. Los operarios sacan de su maleta el resistógrafo, que con una varilla perfora el tronco del árbol para comprobar el estado de la madera. ¿El resultado? Está podrido por la acción de los hongos y sólo la corteza se libra de la infección.

Para comprobar con más exactitud el alcance de la pudrición pasan a utilizar el picus. Para empezar rodean el tronco del árbol de unas pequeñas cajas, que lanzarán ondas electromagnéticas, y unos receptores metálicos. Midiendo el tiempo que tarden las ondas en llegar de unos extremos a otros el aparato es capaz de dibujar el interior del árbol.

Algunos viandantes miran con curiosidad a los técnicos cuando estudian el estado de los árboles. En muchas ocasiones  los vecinos, vigilantes, hacen corrillos alrededor de ellos sorprendidos por los aparatos que utilizan, según cuentan los operarios. No es extraño; el picus puede llegar a recordar unas cargas explosivas.

Una vez que terminan el trabajo de campo, redactan un informe en el que describen con todo detalle el estado del árbol. Después deberá ser aprobado por la Dirección General de Patrimonio Verde. En el caso del árbol 557 de Ortega y Gasset, el diagnóstico indica que presenta riesgo de caída de ramas, de fractura de tronco y de vuelco, por lo que proponen talarlo para evitar incidentes.
 
Como él, otros 700 desaparecen de las calles de Madrid al año porque están enfermos o representan un peligro para la ciudad, según los datos del Ayuntamiento. Después se sustituyen por nuevos ejemplares que en unos cinco años comenzarán a ganar porte. Así se consigue regenerar el arbolado viario de la capital, que cuenta con un árbol para cada 14 habitantes.
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