Supongo que con el punto sino de contrición sí de atrición debo confesar que, a pesar de mis tendencias ciertamente disolventes, inherentes a mi condición de réprobo, pues como que no participé en la conspiración antes denunciada, ahora olvidada, por el Partido Popular, sus Pepitos Grillos y sus Dómines Cabra. Por tanto, siento horrores no poder seguir manteniendo más tiempo mi secreto.
Quizá la proximidad de la Cuaresma, una vez rendido culto –disoluto, faltaría más— a Venus y a Baco, haya obrado en mí el milagro de reconocer públicamente mis errores, en un acto a caballo entre la autocrítica marxista-leninista de la Estricta Observancia y el Capítulo de Faltas de cualquier monasterio masculino.
Nunca hubo conspiración, tras el fatídico 11 de marzo de 2004, con el objeto de apear al PP del Gobierno, urnas mediante. Pese a ello, inventé el infundio de que una conjura etarro-islamista, en colusión con el PSOE, con Pepiño Blanco y Alfredo Pérez Rubalcaba de muñidores, y con el humilde columnista como chico de los recados doblado de agitprop, había logrado cercenar a bombazo limpio las impolutas expectativas de éxito electoral que Mariano Rajoy, el sucesor nombrado y ungido por José María Aznar. Si durante todos estos años pretendí difundir la especie, fue sólo con animus iocandi. Una perversa cachondez mía, propia del réprobo que, para angustia y vergüenza de mi anciana madre, soy desde mi más temprana edad.
Tras el oportuno examen de conciencia, reconozco que también contribuí con mis desconocimientos enciclopédicos en materia de Química Orgánica, a hacer circular la especie de que los técnicos policiales encargados del estudio de los explosivos utilizados en la masacre de Atocha, o eran unos ignorantes e tomo y lomo o, además, se plegaban a la ocultación y manipulación de las evidencias por orden del Gobierno. O, vaya el lector a saber, ambas cosas a la vez, que doctores hay en los Coros y Danzas Mediáticos del Peperismo Patrio que saben más que yo.
Como también he contribuido, con ánimo perverso, a tergiversar el interés democrático que el principal partido de la oposición (casi estoy a punto de caer en la tentación de llamarle el único partido de la oposición) tenía por esclarecer no sólo las causas del atentado criminal del 11-M, sino las precuelas (entrada en la invasión de Iraq) y secuelas (Guantánamo y los vuelos de la CIA) del atentado. Lo confieso con espíritu contrito y corazón compungido. El Partido Popular y sus líderes jamás pretenderán utilizar el terrorismo, con txapela o con chilaba, para fines partidistas.
Y tras el arrepentimiento y dolor de corazón, viene el propósito de enmienda, ahora que los 29 imputados en la causa del 11M están siendo juzgados por la Audiencia Nacional... Procuraré, a la espera del fallo de los magistrados, no hacer suposiciones torticeras. Es en el Tribunal, con luz y taquígrafos, y con todas las garantías del estado de Derecho, donde se aclarará el atentado. ¿Qué tal si los estrategas de la calle Génova hacen lo mismo y, así, nos sosegamos todos?.
[Estrambote carnavalesco: ante los inminentes excesos que se avecinan, una duda corroe el ánimo del columnista. ¿Debo disfrazarme para dar suelta a mis bajos instintos en los bares y figones de mi población de residencia? Y de hacerlo ¿cuál sería el disfraz más conveniente? ¿El de Rajoy –puro y taco en la boca—o el de suevo? ¡Coño, --como diría Mariano— menudo dilema!]