Es como una gran caja de cerrillas decorada de Ikea. Decenas de togas negras se adhosan en largas hileras con maderas sintéticas color pino de fondo. En el centro en sillas de cafetería funcional los acusados que están en libertad miran cada uno para un lado como si la cosa no fuera del todo con ellos. Son los dos policías uniformados, colocados uno a cada lado los que recuerdan su imputación en la mayor masacre terrorista de la historia de Europa. A su izquierda, en la pecera para los presos, son pocos los que utilizan auriculares para escuchar al traductor de árabe. Sin embargo, la mayoría de ellos han nacido fuera de España y entienden malamente el español. Es su forma de evadirse de las casi seis horas iniciales de vista. Y lo que les queda. Y lo que nos queda.
MIRADAS. Pilar Manjón mira fíjamente y con dureza a un chaval larguigucho apostado en la puerta de la sala durante un receso. Uno de los abogados la rescata y la lleva a un rincón del hall en el que convivimos abogados, víctimas, acusados no detenidos y periodistas. Es un raro emjambre de miradas cruzadas y sentimientos reprimidos. El muchacho es uno de los acusados que están en libertad, un minero asturiano. Está aquí, con la P de procesado colgando de la sudadera, por su relación con Suarez Trashorras y su supuesta trama de venta y distribución de los explosivos de la muerte. Cuando se levanta de la silla de acusados no sabe donde meterse. El Egipcio mira fijamente al Tribunal o al micro que tiene delante mientras escucha sin mover un solo músculo las preguntas de la fiscal o de los acusadores. Javier Gómez Bermúdez, el presidente, no le pierde la vista a nada. Mira inquisitivamente al técnico de sonido cuando el audio de un micro sale roto; apremiante al técnico de TV para que conecte ipso facto la cámara VGA especial para reproducir en pantalla los folios del sumario; fulminante al auxiliar que lee varios folios del sumario sin entonar debidamente y parece que dice lo que el sumario no dice. Es problema de entonación. Y este hombre cuida los tonos: lo utiliza tronante para cortar una y otra vez al abogado de El Egipcio por hacer preguntas inconvenientes o reiterativas. Lo mismo que para suspender el juicio unos minutos porque "no están finos los traductores" y los cita "de inmediato en su despacho" para ponerles a tono.
TECNOLOGIA PUNTA. A la fiscal Olga Sánchez no la intimidan las cámaras. No ha perdido un solo minuto en acicarlarse en el que será el juicio de su vida. Revestida de su toga y con ánimo de precisión y concisión lee de la pantalla de su ordenador portatil, una tras otra, las decenas de preguntas que El Egipcio no quiere contestar. Igual que los abogados de la acusación. Estamos ante el sumario que más folios ha escrito en la historia, tantos como 93.226. Sin embargo es uno de los juicios en los que menos papeles se han visto en las mesas. Los letrados usan más los ratones de sus ordenadores portátiles que los bolígrafos. Pocos papeles y mucha memoria RAM.