Si, según dicen los más conspicuos policías, criminólogos, novelistas y cineastas del género, el asesino siempre vuelve al lugar del crimen, Enrique Gallud Jardiel -que no es asesino sino escritor y de los buenos-, no va a ser menos, y después de haber hecho varias e inteligentes incursiones humorísticas en diversos campos del saber actual -Historia cómica de España, Historia cómica del cine, Historia cómica de la filosofía, Historia estúpida de la literatura, Historia cómica de la ópera, Historia cómica de la zarzuela, Historia cómica de la literatura mundial o Historia cómica del arte-, tal y como nos temíamos desde hace tiempo, tarde o temprano habría de venir una ‘Historia cómica del periodismo’ en la que los hombres y mujeres del oficio no íbamos a salir tampoco indemnes del ojo siempre paródico y humorístico del nieto de Jardiel Poncela.
Efectivamente, acaba de llegar a las librerías esta aguda, divertidísima y crítica ‘Historia cómica del periodismo’ (Ed. Verbum, 2024), en la que el autor no deja títere con cabeza en todo lo referente a esta ya vieja profesión de juntar letras y priorizar y ordenar noticias para intentar ayudar al público a entender un poco más el loco devenir de nuestro mundo.
Aunque el autor no ve exactamente así este oficio que, ya en las primeras páginas del libro, lo entiende como una rama de la ficción consistente en contar lo que hacen los demás. O de esta otra manera: si sólo se escribiera de lo que se sabe, no existiría el periodismo”.
Y, puestos ya a intentar entrever el futuro inmediato del oficio, el autor no es precisamente optimista con él: “si el periodismo es el cuarto poder, hoy en día la publicidad es el quinto y dentro de poco lo adelantará y le sacará varios cuerpos de ventaja.
Claro que quien no se contenta es porque no quiere, porque también el del periodismo es un trabajo la mar de útil y práctico cuyo fin va mucho más allá de ese intento de aproximación a la realidad que nos circunda y la que el profesional intenta desbrozar a través de los diversos géneros (noticias, artículos, crónicas, reportajes, entrevistas, etc.), y que en el caso del periodismo de papel, el autor encuentra también una última utilidad al ver que las variedades de prosa que se imprimen en esas hojas tan adecuadas para limpiar los cristales.
Los diversos tipos de periodismo hoy vigentes tampoco escapan a la aguda mirada del autor que, entre otros, apunta al periodismo ciudadano, que hacen los propios ciudadanos, claro, grabando con sus móviles a las gentes a las que ven apalear o atracar en las calles en vez de impedirlo… El cultural se ocupa de relatar las inauguraciones de museos locales con nombres de poetas hasta ahora desconocidos a los que los ayuntamientos pueblerinos rescatan del merecido olvido para poder presumir de que en su localidad hubo alguna vez alguien semifamoso o, al menos, famoseable…
A esto de buscar los trapos sucios del adversario y pregonarlos a los cuatro vientos es a lo que se denomina periodismo de investigación… El bélico es el periodismo que consiste en ir a un sitio de guerra, encerrarse en el hotel sin salir en varios meses, coger una borrachera que dure toda la estancia, emitir siempre desde el mismo balcón e informar de que caen bombas (algo que ya se sabía, pues no es raro que pase en una guerra).
Y a esa división también añade Gallud el periodismo satírico que, a su leal entender es el que hace del humor su bandera y se ríe de las cosas que otras variedades de periodismo se toman muy en serio. En nuestra opinión, es el más decente. Y refiriéndose al periodismo económico, dice que estos textos, que parecen estar (y están) redactados adrede para que no se entiendan. Su propósito es que el público general no se entere de qué va la cosa. Su justificación es que la función de la prensa no es enseñar y que el que no sepa descifrar sus enigmas y quiera saber algo de economía que se vaya a Salamanca a aprenderlo.
Los lectores tampoco escapan a la ácida mirada del autor, que también se ocupa, breve, pero certero como una flecha salida del arco de Robin Hood, de cómo se entiende la «ética» en la profesión: se habla de «deontología profesional periodística», para que suene más importante, y cada medio se inventa la suya y aplica la que más le apetece… De hecho, los periodistas se alegran más de que un pecador le corte el cuello a su esposa que de que cien hombres justos respeten a las suyas.
No falta tampoco en este manual iconoclasta del periodismo una incursión en la historia de su ejercicio en nuestro país, desde los albores del XVIII, pasando por la Guerra de la Independencia y Fernando VII, la reina Isabel II, la Restauración, la II República, el franquismo y la democracia. Ni tampoco la fusión de cine y periodismo en ejemplos tan notables como Network, Buenas noches y buena suerte, El show de Truman, Primera plana o Todos los hombres del presidente.
Pero donde los periodistas habrán de pararse especialmente y recurrir con más frecuencia de la deseable al diccionario de la RAE, por un lado, y al acto de contrición, por otro, es en los apartados que Gallud Jardiel dedica a analizar lo que llama Estilos estrafalarios (Los medios de comunicación están sobrevalorados.
Han suplantado al libro y se han adueñado de su prestigio); Palabras duplicadas (como en los medios, dice Gallud, en vez de «cuento» diré en adelante escrito cuentístico); Expresiones modélicas (porquerías lingüísticas que día tras día ponen de moda nuestros medios); Preposiciones prepósteras (…Parafraseando a Woody Allen podría decirse que no solamente Dios no existe, sino que no hay nadie que sepa usar bien las preposiciones); Adjetivos pegajosos (Se adhieren a algunos sustantivos como lapas y no se quitan de encima), y Eufemismos simpáticos (procedimientos lingüístico-inmorales para justificar nuestro mundo y manipular lo que haga falta).
Y por si todo lo comentado hasta aquí no ofreciera interés suficiente a periodistas y consumidores críticos de medios de comunicación, el autor ofrece también en esas 148 páginas sendos perfiles biográficos y paródicos de algunos de los más importantes periodistas de todos los tiempos y lugares. Véase, si no como ejemplo a Joseph Pulitzer, William Randolph Hearst, Víctor Hugo, Mariano José de Larra, Charles Dickens, Emilia Pardo Bazán, Nelly Bly, Carmen de Burgos, John Reed, Dorothy Lawrence, Ernest Hemingway, Josefina Carabias, Marta Gellhorn, Truman Capote, Rodolfo Walsh, Gabriel García Márquez, Oriana Fallaci, Tom Wolfe, Ryszard Kapuscinski, Bob Woodward o Kark Bernstein.
La lectura, en fin, de ‘Historia cómica del periodismo’ no sólo divierte, sino que, al mismo tiempo, informa, forma y entretiene. No se puede pedir más por menos.
Ficha técnica de ‘Historia cómica del periodismo’
Enrique Gallud Jardiel
Ed. Verbum, 2024
ISBN: 9788411360838
148 páginas