Lo de corrida de decepción, corrida de decepción volvió a acontecer este miércoles. Es una película que ya hemos visto tantas veces que casi ni sorprende por ser tan habitual. Los ‘victorianosdelrío’ nunca debieron pasar el reconocimiento porque sólo les tapaban las ofensivas cabezas sobre cuerpos estrechos, escurridos, sin morrillo y sin remate. O sea, casi una piltrafa.
Por si fueran pocas tantas ‘virtudes’, los bureles, andaban tan justos de fuerza -algunos como el lote de Talavante eran inválidos- como de casta. Aunque, eso sí, eran nobilísimos y docilísimos mientras se les iba acabando la vida antes de que los despenaran a estoque. Puestos a buscarle algo positivo, sí es justo y necesario admitir que con un comportamiento bravucón, iban bien y con cierta alegría a los caballos, donde empujaban lo justo y se dormían en el peto.
Salvo este detalle, casi unas piltrafas. O sea, una vergüenza que la terna de figuras, y sus veedores, los eligieran para su compromiso en la plaza más importante del mundo. Como es lógico con semejantes antecedentes relatados, poco hubo de toreo y menos de emoción. Salvo en el último, con el que Roca Rey salió muy decidido a no irse del examen venteño sin obtener algún trofeo.
Le echó quietud en un ajustadísimo quite por saltilleras desde lejos, y en algunas fases de su labor muleteril, que empezó con no menos ajustados estatuarios, y siguió muy irregular aunque en algunas series se pasó muy cerca los pitones de su enemigo. Todo muy jaleado, y más un par de circulares por la espalda y una arrucina que provocaron el éxtasis.
Después, con el animal agotadísimo, se pegó un arrimón en el que de nuevo se jugó su anatomía con las astas rozándoles la taleguilla. Culminó la faena, la única con algo de emoción de toda la tarde, con un espadazo a ley y el cotarro, que había aguantado el plúmbeo festejo y la lluvia a ratos, pidió mayoritariamente la oreja, lo que el usía atendió. El peruano ya había intentado algo similar con el flojo tercero pero anduvo acelerado y la flojera del bicho impidió que el arrimón cuajara.
Sus compañeros, se insiste, responsables de la ‘novillada’, como Roca, el ganadero y los veterinarios por aprobarla, ni siquiera aprovecharon las nobleza y docilidad de sus toritos mientras les duraban sus pobres fuerzas para, al menos, bordar el toreo. Perera, por sus ya clásicas formas despegadas en redondos y naturales, aunque aplicó quietud en algunos momentos, mas casi siempre perfilero. Talavante ni siquiera tuvo opciones porque los toritos de su lote eran inválidos y los despachó pronto.
FICHA
Toros de VICTORIANO DEL RÍO, chicos y flojos, aunque nobles; cumplieron en los caballos. MIGUEL ÁNGEL PERERA: silencio; silencio. ALEJANDRO TALAVANTE: silencio; silencio. ROCA REY: silencio; oreja. Plaza de Las Ventas. 16ª de Feria. Lleno con cartel de 'no hay billetes'
Crónica del festejo anterior