De la danza saltó al teatro tras hacer un Máster en Dirección Teatral en la Mountview Academy of Dramatic Arts de Londres, bajo la dirección de Peter James. Poco después, con 27 años, fundó junto a Jorge de Juan el Cervantes Theatre de Londres del cual también fue Directora Artística. Allí dirigió, entre otras obras, El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín de Lorca; Cartas Vivas. Carmen Laforet y Elena Fortún; La Alegría de Marilia Samper; La casa de los espíritus de Isabel Allende y adaptación de Caridad Svich; ¡Ay, Carmela! de José Sanchis Sinisterra; El pequeño Pony de Paco Bezerra; La Golondrina de Guillem Clua, y La Tortuga de Darwin de Juan Mayorga en inglés y en español. Pero también ha hecho la dramaturgia de 9 Minutes, una pieza que mezcla danza y circo, de Jorge Crecis en el Jacksons Lane Theatre; ha dirigido zarzuela (Black, el payaso de Pablo Sorozábal en el Grimeborn Festival del Arcola Theatre), y ha ejercido como ayudante de dirección en varias óperas representadas en el Teatro Real o en la Opera Estatal de Praga.
El Cervantes Theatre de Londres fue el primer teatro bilingüe en la historia del Reino Unido dedicado a promocionar el teatro español y latinoamericano y al frente del mismo -ya lo hemos dicho- estuvo Paula Paz como Directora Artística. Recientemente hemos podido apreciar sus excelentes dotes como directora de escena en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid con Bernice. En breve estará también con El Sillón K en el Teatro de la Abadía y -aunque esto nunca se sabe-, habrá muchas más oportunidades de seguir viendo sus montajes en salas españolas y británicas.
Ocho años después de su apertura ha habido que echar el cierre del Cervantes de Londres por falta de ayudas directas del Ministerio de Cultura español: “es una pena enorme -comienza diciéndonos Paz-, que tuviéramos que cerrarlo, principalmente por falta de apoyo. Precisamente el mes de noviembre de este año habríamos cumplido los ocho años”. Preguntamos a la artista si puede concretarnos un poco más de dónde provenían los ingresos del Cervantes, al menos en estos últimos años de existencia y Paula, sin dudarlo un instante y con la serenidad y el aplomo de quién en su primera juventud fue bailarina, nos responde que “esa financiación fue variando por temporadas, claro. De media diría que un 40 por ciento provenía de los ingresos por taquilla, un 30 por ciento de financiación pública y, en el 30 por ciento restante hay que incluir también los ingresos por alquileres de espacios del teatro y patrocinios privados. Pero bueno, como digo, esto ha variado mucho cada año porque, en el comienzo de cada temporada siempre fue un ‘volver a empezar’, llamando de nuevo a las puertas y volviendo a solicitar nuevamente el apoyo público y privado. Acción Cultural Española nos estuvo ayudando siempre, desde el principio. Y gracias a ellos el teatro se mantuvo”.
Seguimos profundizando en la aventura teatral británica de Paula Paz, que ahora nos añade que “un proyecto como el del Cervantes Theatre necesita un apoyo estable. Y no estamos hablando de tantísimo dinero porque se trataba de un teatro pequeño y con una infraestructura acorde. En números redondos estamos hablando de una subvención de unos 200 000€ y esta misma cantidad es la que nos hubiera hecho falta para que el teatro no cerrara en la temporada 2024/2025. En términos presupuestarios es una cantidad muy pequeña para el Ministerio. Llevábamos años hablando con la Administración, pero los cambios políticos nos obligaban a partir de cero cada poco tiempo. Las dificultades aumentaron también por la parte británica tras el Brexit, porque la salida del Reino Unido de la Unión europea supuso una barrera muy grande para poder seguir accediendo también a otras ayudas”.
Paz nos confirma que por parte del equipo del ministro Miquel Iceta -antecesor del actual titular de Cultura, Ernest Urtasun-, se había llegado ya a un acuerdo de apoyo al proyecto del Cervantes Theatre. Pero hubo un adelanto electoral y ese hecho dejó todo en stand by y el acuerdo sufrió un lógico retraso. Luego volvimos a conversar con el nuevo equipo del Ministerio, y ellos condicionaron todo a la aprobación de nuevos Presupuestos Generales del Estado, y, como finalmente tuvieron que prorrogarse, no se consideró prioritario habilitar una línea extraordinaria que salvara del cierre al Cervantes Theatre de Londres”.
Arts Council England versus INAEM
Con todo, Paula no se considera “una mártir del teatro bilingüe”, como nosotros le apuntamos con cierta sorna: “¡No, no…! ¡Para nada! Simplemente me da pena que no se valore, por parte de la Administración, los esfuerzos que se hacen para llevar nuestra cultura fuera de nuestras fronteras y el que se hubiera abierto un teatro español en Londres. Como se ve, es muy fácil dejar caer proyectos así. Esa es, en definitiva, la sensación que yo tengo, la de que se le ha dejado caer porque por muy poco dinero se hubiera podido salvar”.
Como nuestra entrevistada conoce muy bien los sistemas de apoyo y proyección del teatro existentes en Reino Unido y España, le pedimos ahora que nos haga un breve análisis de los dos modelos: “la relación de la cultura con la política es muy distinta en los dos países. A mí me parecen mucho más saneadas en Reino Unido. Un ente como el Arts Council England ejerce de barrera entre el gobierno de turno y el entramado cultural británico. Es un ente independiente que se dedica a apoyar, a repartir la parte de los fondos públicos dedicada a las Artes Escénicas en los Presupuestos Generales aprobados por el gobierno para cada ejercicio económico. Este ente autónomo funciona de forma muy diferente a nuestro INAEM, aunque comparten también ciertas misiones. Pero las injerencias políticas son mucho menores en el sistema británico que en el español”.
“Obviamente -continúa diciéndonos Paula-, la tendencia del gobierno de turno en Gran Bretaña incide de forma directa en los presupuestos dedicados a las Artes Escénicas en particular, y a la cultura en general. Pero luego, en el Arts Council England no hay políticos; son todos puestos profesionales. De hecho, con distintos gobiernos (conservadores y socialdemócratas), yo no he cambiado nunca de interlocutor. Es siempre la misma persona la que te recibe, la que examina la relevancia y el progreso de un proyecto como el Cervantes Theatre, y el que puede hacer luego el seguimiento del proyecto sin necesidad de tener que volver a reunirte con una persona nueva cada vez. No hay injerencia política alguna para que un proyecto siga o no adelante porque son profesionales y no están adscritos a ninguna ideología política. Es un ente autónomo financiado a través de los Presupuestos Generales y de la lotería estatal, que funciona con unas directrices a diez años, lo cual le dota de mucha estabilidad”.
Aunque a Paula Paz le encantaría poder reeditar de algún modo la experiencia fuera de nuestras fronteras, “de momento tengo mi base aquí en España -nos comenta-. Me siento muy afortunada de haber tenido la oportunidad en este momento personal tan crítico y de cambio, de haber podido dirigir Bernice en el Teatro Español, de tener otro proyecto para febrero en La Abadía... Estoy en España y al servicio de los proyectos que puedan surgirme aquí, pero no me gustaría perder el contacto con Reino Unido. De hecho, estaré por allí un par de meses en 2025 y, de algún modo, seguiré alentando esa pasión del Cervantes Theatre, como un instrumento cultural de ida y vuelta entre Reino Unido y España, y trataré de resucitarlo de alguna otra forma, aunque el espacio físico del teatro ya no esté abierto. Hay que adaptarse a los cambios”.
Y, dejando ya las estructuras político-administrativas de ambos países en torno a las artes escénicas, preguntamos ahora a Paz qué cree ella que el teatro español podría aprender del británico y, en su caso, viceversa. Para la artista, “la base esencial de nuestras diferencias, efectivamente, está en la política cultural, en el ecosistema tan completo y tan robusto con el que cuenta la cultura británica, aunque ahora tampoco esté pasando su mejor momento. En España me parece que entre lo público y lo privado comercial hay un hueco enorme en el que muchas salas, con mucho esfuerzo personal, intentan llenar ese hueco, pero me parece que falta mucho apoyo, y generar estructuras, apoyos y proyectos a largo plazo para que esa siembra dé sus frutos y que no haya cambios drásticos que tanto daño hacen a nuestro ecosistema de las artes escénicas”.
“Creo también -añade la madrileña-, que el Reino Unido, como amante del new writing, acabaría mirando también a España con orgullo y más aún en esta etapa tan fructífera que estamos viviendo de nuevos autores y de nuevas dramaturgias, a las que en este momento se está apoyando firmemente, y eso me gusta mucho. Al mismo tiempo me parece que en la dirección de teatro hay un campo sobre el que queda mucho por hacer. Cuando hice el máster de Dirección de Escena en Reino Unido, como directora joven que era, tenía a mi alcance programas de apoyo dirigidos a directores jóvenes en los que había oportunidades claras de desarrollo profesional. Un ejemplo claro puede ser el Directors Program del Young Vic, en donde tenías cursos regulares, talleres, oportunidades de ayudantías de dirección, etc., aquí habría que implementarlos en mayor medida”.
“Me gusta más estar detrás, como directora”.
En la experiencia personal de Paula, al haber trabajado con actores de las dos nacionalidades, incluso con latinoamericanos, “se ve una diferencia grande en la forma de trabajar. Diría incluso que maravillosamente diferente. En las producciones que hacíamos bilingües con doble reparto, esas diferencias quedaban manifiestas: el teatro británico fija mucho su atención en el entrenamiento de la palabra, de forma especial. El español también lo tiene, pero hay un manejo del cuerpo en escena, un movimiento del que adolece mucho el británico. El poder ver a actores españoles y británicos trabajando juntos, aprendiendo los unos de los otros, compartiendo, me parecía muy enriquecedor...". Esperamos que ese contagio fuera sólo de las virtudes y no de los defectos, le comentamos en broma a Paula, y esta -riendo abiertamente-, nos enfatiza que obviamente sólo las virtudes, que para eso estaba ahí la directora.
El listón personal que Paula Paz se autoimpone en cada una de las nuevas propuestas que dirige es bastante alto. Lo proclama abiertamente la directora en su propia página web, al indicar que en todo montaje busca “Contar historias que transmitan, que trasciendan tiempo, espacio y culturas y que transformen al espectador”. ¡Ahí es ná!, le comentamos, y ella -sin dejar nunca la sonrisa-, nos reitera que “si pienso en lo que me mueve realmente, lo que me llama para hacer lo que hago, ese es siempre mi objetivo máximo. Probablemente sea inabarcable, pero eso no me hace renunciar a perseguir siempre lo mejor, la excelencia en mi trabajo”.
Cuando Paula, en mitad de su carrera de Publicidad y Relaciones Públicas, en la Complutense, dejó de bailar, sus inquietudes artísticas la llevaron a simultanear esos estudios con los de saxo (a la artista le encanta el jazz), e interpretación. Allí fue donde descubrió que en el teatro “me gusta más estar detrás, como directora”. Y así se orientó más a la dirección de escena y a volcar en ella toda su experiencia de bailarina, de mujer proclive al análisis, a la puesta en escena y a la dirección: “en España hice un par de cursos en el Teatro Real y enseguida tomé la determinación de formarme como directora de escena y tuve también que decidir si hacerlo aquí en España o marcharme al Reino Unido, y opté por esta segunda, así es que me fui a estudiar con Peter James en la Mountview Academy of Theatre Arts. Fue una experiencia maravillosa, muy teórica, pero, al tiempo, eminentemente práctica desde el primer día y a partir de entonces no he dejado de dirigir. ¡Es mi pasión!”.
Paz tiende al tempo lento, al surrender, al dejarse llevar, y eso puede apreciarse muy bien en su Bernice, una obra que ha tenido prácticamente llena todos los días la Sala Margarita Xirgu, a pesar de que su propuesta obligaba a la escucha atenta del texto, a percibir el detalle pequeño de cuanto acontece en escena: “las obras que tienen mucho ritmo, mucho contraste, mucho efecto, son obras en las que entras a los temas desde otro lugar, pero a mí me gustan infinitamente más las propuestas sosegadas, aunque ya sé que son más arriesgadas en estos tiempos de tanta inmediatez, pero hay que apostar y yo lo hago por el tempo lento”.
“¡El cuerpo te cuenta tanto…!”.
Con todo, lo que verdaderamente apasiona a Paula es tanto la ópera como la zarzuela, ese arte que reúne en una sola todas las disciplinas de las Artes Escénicas (teatro, danza, música, canto…), y alberga la esperanza de poder dirigir pronto también en España. Pero no deja de mostrarnos expresamente su agradecimiento a Eduardo Vasco por haberle dejado formar parte de la nueva etapa del teatro Español de Madrid. Y, aunque no desconoce la gran dificultad que hay para poder dirigir en el Teatro de la Zarzuela o en el Teatro Real: “¡Esas son palabras mayores! Y en España la dificultad es aún mayor porque no hay tantos espacios intermedios para la ópera o la zarzuela que puedan dar más oportunidades en centros pequeños o medianos a jóvenes directores. En ese sentido todos miramos a Alemania, donde el sistema permite que un director joven pueda ir labrándose su porvenir en el campo de la ópera. En España es muy difícil hacer ese recorrido y la única forma de poder labrarse un futuro en ese camino es recurrir al ámbito internacional”.
Ampliando el tema a la importancia creciente en nuestros espectáculos del movimiento y la coreografía, a Paula le parece que “es un aspecto que beneficia enormemente a la palabra en los espectáculos. Recuerdo que cuando empecé mi máster en Dirección Teatral en Londres, cuando mi inglés no era tan bueno como pueda ser ahora, en el primer proyecto que intervine con actores y actrices de la escuela, para mí era claro, meridiano, cuando las intenciones de la palabra estaban, o no, funcionando; desde luego, más que por el entendimiento del idioma —que entonces para mí distaba mucho de llegar al cien por cien—, era por lo que me transmitía el cuerpo de los actores. En aquel primer grupo de actores, recuerdo a uno de los actores que (como se dice allí), era un talking head, una cabeza parlante desconectada de su cuerpo y cuando conseguimos integrar las cosas (texto, palabra y cuerpo), la transformación fue brutal, abismal. Los profesores del máster, que conocían perfectamente al actor, me decían perplejos que qué había hecho con él, que qué había pasado allí… La atención al cuerpo es fundamental cuando uno ve propuestas en un idioma distinto al propio. Es una experiencia que recomiendo a todos los amantes de las artes escénicas porque ¡el cuerpo te cuenta tanto…!”.
La ficción, para Paula, es un instrumento más para intentar entender también la realidad desde otro prisma, “y con esto no quiero decir que no me afecte la realidad. Como decía Carmen Conde, todos los creadores estamos en contacto continuo con la realidad a través de esa escucha en frecuencias probablemente más bajas de las que comúnmente perciben las personas, mirando y juntando diferentes piezas de la realidad, transitando en un plano más sensible… Pero sí, yo tiendo a enfocarme más en la ficción que en la realidad. Tiendo más a la poesía de la realidad que a la realidad misma”.
Y, aprovechándonos del mayor eclecticismo en la mirada de Paula respecto a la situación de la mujer directora de escena en el ámbito del teatro español, nos interesamos en conocer su punto de vista respecto a la mayor (o menor), visibilidad que las mujeres dramaturgas y directoras de escena están teniendo aquí en los últimos años. A Paz le gustaría pensar que ser mujer u hombre no influye nada a la hora de acceder a colocar un montaje en los grandes teatros, “todavía no estamos ahí, pero estamos cerca. Creo que venimos de unas estructuras que sistemáticamente han dejado menos espacio para las mujeres en puestos de poder (y eso no significa que no las haya o no las haya habido…), pero simplemente echando la vista atrás, y ya desde el punto de vista numérico, hay muchas menos mujeres que hombres. Este tema lo hablábamos en el Reino Unido en un coloquio con Tamara Rojo y coincidíamos en que es necesario un esfuerzo permanente desde las direcciones artísticas de los teatros para equiparar los trabajos de coreógrafas, dramaturgas o directoras de escena con sus equivalentes masculinos. En los puestos de decisión hay que tomar conciencia de ello y, si no les llegan propuestas de artistas mujeres, tienen que salir a buscarlas porque están y existen. Y, de todas formas, nuestra presencia en teatros públicos y privados es cada vez mayor”.
Nos interesamos también con Paula por saber en cada nuevo proceso cuándo comienza a ver más al personaje que al actor: “Si no he trabajado antes con el actor o la actriz —nos responde—, tiendo a fijarme mucho más al principio en los procesos internos de la persona, por ver cómo ese actor o esa actriz trabajan. Me ha pasado, por ejemplo, con los actores de Bernice, porque nunca había trabajado antes con ninguno de ellos, aunque los conocía y los admiraba. Pero yo tengo siempre activo un radar que examina cómo reciben ellos mis notas, qué está pasando en la cocina interna de los actores. Eso siempre está ahí para poder sacar lo mejor de cada uno de ellos. Pero el objetivo es buscar permanentemente al personaje; el resto es parte de la técnica y, como en la música, hay que trabajar para intentar obtener el sonido más bonito, más emocionante y conmovedor del instrumento, en este caso del actor”.
Hay que adaptarse a los cambios
Desde que la pandemia de COVID arrasó el mundo entero, la incertidumbre ya no es patrimonio exclusivo de los artistas de uno y otro tipo, sino que es una sensación que se ha universalizado. Por llevar más tiempo conviviendo con ella, con la incertidumbre, queremos saber cómo la han metabolizado actores, directores y artistas en general. Paula nos asegura que “la incertidumbre también te da cosas buenas. Es verdad que ahora es un lenguaje común que compartimos todos, pero eso ayuda también a ver mejor las oportunidades. Una cosa es la incertidumbre por precariedad, que es muy difícil de gestionar y que genera muchas frustraciones en nuestro sector, y otra es ver la incertidumbre como una oportunidad de hacer frente a proyectos que van surgiendo y que constituyen más unas puertas abiertas que un plan trazado, cerrado. Y esta otra incertidumbre a mí me parece maravillosa, así es que hay que aprender a convivir con esas puertas que también se abren, aprender a dejar de dar vueltas en esa rueda de hámster, y recobrar la posibilidad del goce…”.
Volvemos al teatro: ¿prefieres trabajar con la verdad o con el ideal por delante? “A mí lo que me interesa -afirma Paz-, es no rehuir la complejidad. Me interesan los personajes complejos, con contradicciones, y eso es también lo que busco en todos los procesos, no juzgar, no intentar maquillar, no elevar al personaje para convertirlo en algo unidimensional y moralista. Eso no me interesa nada. Vivimos de la realidad y la realidad está llena de contradicciones y de cambios constantes. Y eso que está en lo que escuchamos, a veces no gusta. La gente está más cómoda en los blancos y los negros, pero a mí me interesa muchísimo más la zona de los grises”.
¿Compartir soledades o inquietudes?, ¿qué crees tú que anhelamos quienes vamos al teatro? “Compartir inquietudes, sin lugar a dudas -nos dice después de pensarlo un instante-. El teatro es una forma de vivir en comunidad, de reunirnos. ¡Qué lujo es que un público haya decidido ir ese día y a esa hora a ver un espectáculo y a estar en comunidad para compartir eso que les mueve, o que está en los lugares más oscuros para poder poner ahí una lucecita! Y que mueva intelectual y emocionalmente y que genere después preguntas y conversaciones y quizá también cambios, transformaciones!”.
Carlota Guivernau me preguntó una vez -en realidad se lo preguntaba a sí misma...-, que “¿Para quién hacemos teatro?, ¿Dónde está el público...?”. ¿tú tienes la respuesta? “¡Esa es la pregunta del millón! -nos dice-. Una pregunta que nos llevamos haciendo cientos de años. Todo parte de la educación. Mi experiencia en Reino Unido es que, nada más llegar y conversando con amigos, y amigos de amigos que no se dedicaban a las artes escénicas y que podían hablar sin prejuicios, te mencionaban la producción de un Hamlet de hace 20 años, y lo comparaban a otro Hamlet que acababan de ver. Nosotros, los que estamos muy dentro del teatro pienso a veces que corremos el riesgo de quedarnos siempre en ese círculo cerrado, preaching to the converted… En Inglaterra se lleva a los niños al teatro asiduamente desde muy pequeños. No sólo los colegios sino también los padres. Ir al teatro, al menos en Londres, es un plan periódico familiar. Se va al teatro como se va a cenar de vez en cuando a un restaurante. Los abonos de descuento para jóvenes, que aquí también se dan, son también un gran incentivo para acudir periódicamente a disfrutar de las artes escénicas. Yo lo hacía para ir a ver ballet u ópera en el Teatro Real cuando era jovencita, y ahora veo que también hay bonos jóvenes (el JOBO), que, por muy poco dinero, facilitan el acceso de los más jóvenes al teatro. Este es el camino, el de crear hábitos culturales...".
Por último, antes de las preguntas finales, nos interesamos por ver cómo recibe Paula una posible decepción ante un espectáculo propio: ¿qué piensas de primeras, que es un fallo tuyo o que el público no ha sabido verlo? Para la directora de escena, “en todo caso pienso que soy yo quien no ha podido conectar con el público. Eso depende absolutamente de mí. Si tienes clara la forma de expresar y de llegar al espectador, es por ahí por dónde tienes que profundizar. Pero también hay que tener claro que no siempre se puede llegar a todo el mundo. Pero bueno, es en mí donde pongo siempre las dudas sobre mi trabajo, nunca en el espectador”.
Cuestionario final
- ¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?
Algo que me toca mucho y que puede hacerme tambalear es que, a pesar de haber puesto todo el corazón en algo, una idea o un proyecto, no sea capaz de que salga adelante, no llegue a buen término. No me hunde en la miseria porque soy muy resiliente, pero me toca.
- ¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?
Creo que siempre debe ser muy metódico para dar paso después a poder romper todo lo planificado.
- ¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?
No puedo con ello. Hay una parte de mí que tengo que controlar porque saltaría sobre el espectador que no respeta esa norma. Muchas veces bromeo con los actores sobre cómo hacer para que no suene la tos, el caramelo, el móvil... Sólo soy más que comprensiva con esas personas mayores a las que les suena el móvil y no saben qué hacer para apagarlo. ¡Me producen una pena y una ternura tremendas...!
- ¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?
Sí, rotundamente sí.
- ¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?
Creo que vamos en la dirección correcta. Cada vez hay más gente concienciada de que esto no puede ser de otra manera y eso me parece fundamental. Evidentemente nos gustaría estar ya en un punto en el que ni siquiera fuera necesario tener que hablar de esto, pero seguimos trabajando para que algún día sea definitivamente así.
- ¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?
Que cómo es posible que, después de tantos y tantos siglos, siga habiendo guerras, desencuentros fratricidas entre los hombres, que sigamos vulnerando los derechos de los más débiles, de los niños... ¡Cómo parar los genocidios, el sufrimiento de tantas personas...!