Se formó como actriz en el madrileño Estudio Corazza y en dirección escénica teatral con Carlos Tuñón, el alma mater de [los números imaginarios]. También, y, por otro lado, como directora de cine en la UCLA (Escuela de Teatro, Cine y Televisión), de Los Ángeles. Hoy trabaja como profesora de interpretación en el Estudio Juan Codina y es coach de actores por cuenta propia, así como directora de teatro y cine, al tiempo que crea Videobooks para actores y actrices. En fin, que como toda artista joven española que se precie, Paula Amor tampoco puede dejar de estar pluriempleada si quiere vivir tranquila económicamente.
"Yo soy directora, no soy actriz -comienza diciéndonos Paula Amor-, aunque desde muy pequeña me atraía mucho la actuación. Pero siendo ya mayor, cuando entré a estudiar Interpretación en Corazza, muy pronto me di cuenta de que lo que más me gustaba era ver trabajar y dirigir a los profes. Además, y de forma natural, los compañeros empezaron a recurrir a mí para que les ayudase con mi mirada en los ejercicios prácticos. Lo de observar, mirar y guiar se me daba bien…”. Y así comenzó Paula un camino, el de la dirección escénica, que la llevó siendo aún muy joven a la mítica Pensión de las Pulgas y al Teatro Lara con “¿Qué sabes tú de mis tristezas?”, más tarde al Pavón Kamikaze y al Teatro del Barrio con “Freak” (2019), un montaje que dio mucho que hablar y, más recientemente, a Naves del Español en Matadero con la lectura dramatizada de “La trucha” (2024).
Idealista impenitente, esta madrileña de 33 años no desconocía el mundo lleno de incertidumbre, de precariedad, de frustraciones y, en ciertos momentos, hasta de desaliento, con los que deben bregar a diario las gentes del teatro. “Vivo entre la realidad diaria y la fantasía... En Corazza no lo pasé muy bien. En muchas ocasiones sentía miedo de salir a escena y así se acentuaron mis dudas sobre si la actuación era verdaderamente mi camino. Me incentivaba mucho más descubrir cómo guiar a una actriz o un actor.
[los números imaginarios]
Está claro que en la vida artística de Paula hay un antes y un después de su vinculación a [los números…]. “No hay cosa más placentera de gente, de compañía, de procesos teatrales y de trabajo… Carlos Tuñón es una persona muy disfrutona en ese sentido…”.
Y metidos ya en harina como estamos, pedimos a Paula que nos comente el término de “secta”, con el que alguna vez hemos oído referirse a [los números imaginarios] a algún colega de profesión…
“En esa compañía coincidimos personas totalmente diferentes, aunque con sensibilidades artísticas muy próximas. Una de las maneras de proceder es que cualquiera de sus componentes puede abandonar un proyecto en cualquier momento si le sale otro trabajo o no puede comprometerse. Por eso Carlos tiene que estar haciendo constantemente juegos malabares a la hora de organizar los procesos de creación. La propia dinámica de [los números imaginarios] no nos permite ser lo que algunos llaman desde fuera, y sin pleno conocimiento de causa, una ‘secta’. Para empezar, no tengo muy claro hasta dónde llega la definición de este término. Si hablamos de cuidados, de amor entre sus componentes y de un grupo consolidado y con intereses estéticos comunes, entonces lo somos”.
Paula se vio pronto con la capacidad de liderazgo, de ese poder (en el mejor sentido del término), que inevitablemente tiene que utilizar el director o directora de escena para llevar a buen puerto sus proyectos: “el ideal es que las cosas se hagan bajo mis condiciones -continúa aseverando la artista-, y eso significa que han de hacerse siempre con un cuidado determinado, con escucha constante, pudiendo decidir siempre el tiempo de trabajo que, para mí, es uno de los aspectos más importantes para hacer bien las cosas en este oficio”.
Espectáculos y espectadores
Pasión, dedicación absoluta y una formación completísima (hoy, probablemente, la mayor de la que jamás han tenido las gentes del teatro), no son sin embargo garantía de nada. Un trabajo exhaustivo, milimétrico, a la hora de levantar un montaje es condición previa imprescindible, sí, pero tampoco eso asegura el éxito de la propuesta. “En mi primer montaje, ¿Qué sabes tú de mis tristezas?, probablemente fue la figura de Ana Rujas, una actriz y modelo conocida, la que propició el seguimiento de la propuesta por parte del público desde el primer momento, además del boca a boca que hizo que se llenasen todas las funciones”.
Paula, no obstante, tiene una relación hasta cierto punto contradictoria con el éxito. Por un lado, claro, busca alcanzarlo, pero, por otro, le pesa alguna de sus consecuencias más comunes: la sola idea de tener que multiplicarse en las fotos, las entrevistas, las relaciones públicas… “La exposición me sitúa en un lugar incómodo, —asegura— que después de una obra, la gente se quede esperándote a la salida del teatro para seguir hablando de ella, que busque hacerse la foto contigo… Para mí, el teatro tiene mucho más que ver con las sensaciones que cada espectador pueda llevarse a casa. Yo hago la propuesta para que algo se remueva dentro de mí, y si sucede posteriormente en el espectador, pues fantástico…”.
“Me incomoda -continúa diciendo Paula-, que ciertas personas necesiten hablar con los artistas de las piezas para reafirmar sus percepciones. Hay algo de eso que no acabo de entender: ¿por qué o para qué, si has visto una pieza que te gusta, necesitas hacerte una foto con el actor, o hablar con el director de la misma? Parece que el público busca confirmar mediante el contacto con los artistas que verdaderamente estos están a la altura del sentimiento, la emoción o el estremecimiento que la pieza les ha provocado. Eso no siempre es así porque, probablemente, mi persona no esté a la altura de lo que te ha pasado a ti”.
De ahí, prosigue reflexionando en voz alta Amor, las inmensas polémicas que surgen continuamente cuando los espectadores descubren por una u otra vía (normalmente los medios de comunicación), que detrás de un cuadro, una película o un montaje teatral hay un presunto violador o pederasta. ¿El autor y la obra son una misma cosa, o pueden separarse la una y la otra? “Es un tema complejo, sobre el que quizás convendría reflexionar y debatir”.
Vulnerabilidad
Te mueves profesionalmente entre el cine y el teatro: ¿qué tienen ambos en común y qué de específico? ¿acaso uno formula más preguntas y el otro sugiere más respuestas?, preguntamos a Paula: “Haber hecho cuatro años en Corazza, exponerme ante un público, y el hecho de haber recibido numerosas indicaciones de diferentes profes, me llevó a ir averiguando cómo quiero que me dirijan. En otras palabras, que fui descubriendo cuál debía ser el modo en que tendría que relacionarme con los actores y actrices de mis montajes para poder llegar entre todos a un mismo lugar. Al final dirijo como si me estuviese dirigiendo a mí misma. Aunque, obviamente, la personalidad y necesidades de cada uno de los actores son cosas a tener siempre en cuenta, ya que, en muchos casos, lo que les hace falta no es lo que me haría falta a mí. Y la segunda enseñanza clave de aquellos años en Corazza fue también descubrir la vulnerabilidad que conlleva siempre el hecho de actuar y, consecuentemente, el cuidado que hay que poner en acompañar al actor o actriz.
“El actor o actriz -vuelve a matizar Paula-, sea de cine, de teatro o de televisión, tiene que aprender a encajar continuamente la frustración de los noes. Y no sólo ellos sino todos los integrantes del oficio artístico que, estamos siempre pendientes de un hilo porque, a última hora, todo se puede venir abajo”. “Hasta que no vea negro sobre blanco que un proyecto sigue adelante, no me creo nada…”.
En todo caso, concluye la directora, ella prefiere estar de ese lado más que en el de la actuación: “Como directora pienso con más claridad por el mero hecho de ‘no estar en el paredón’, por no estar permanentemente expuesta ante el público. Cuando actuaba, por el contrario, había, en muchas ocasiones, algo de miedo en mí. En la dirección, sin embargo, estoy tranquila y concentrada y tengo la sensación de estar tomando decisiones adecuadas incluso a la hora de equivocarme. No tengo ningún problema en decirle a los actores y actrices que vamos a cambiar de rumbo.
Estos cambios súbitos de rumbo son mucho más fáciles de introducir en el teatro que en el cine, en dónde todo está hiperplanificado con anterioridad y uno de estos giros puede suponer varios días más de grabación, con los consiguientes incrementos de costes y alteraciones de agenda: “Lo que yo he hecho en algunos de los cortos que he rodado es ensayar con anterioridad para así poder encontrar más soltura y confianza en los actores y actrices. Hago una especie de mix entre el modo de trabajar en cine y en teatro”.
En busca del Paraíso
Además de Carlos Tuñón (“me gustó escuchar a un maestro que no se consideraba un gurú…”), Paula dice que debe mucho a nombres como Manuel Morón (quizás el mejor profe que tuve en el Estudio Corazza), Paula Soldevila, Antonio Rojano o Lucía Carballal…
Sigamos en el teatro, pero cambiemos de escena para introducir el asunto de las redes sociales, que contaminan todo ahora, y preguntamos a Paula en qué medida cree que puedan ayudar a la creación, y si son hoy imprescindibles para una mejor difusión de los trabajos teatrales. La artista madrileña dice no inspirarse para nada en ellas a la hora de crear. “Las uso exclusivamente para promocionar lo que estoy haciendo y generar más trabajo. Pero a nivel creativo, para mí, no es ninguna fuente de inspiración. Curiosamente, mi mejor fuente de inspiración es conducir. Me monto en el coche, me pongo música en función de mi estado de ánimo. Desde la clásica hasta la electrónica y, no sé por qué, es el lugar en donde, en ocasiones, desbloqueo los callejones sin salida y en donde me vienen algunas ideas para procesos artísticos”.
“Hace ya cinco años, al menos, que tengo la sensación de estar transitando por un camino adecuado”, nos responde Paula cuando le preguntamos que cómo ve su momento como creadora. “Y eso tanto en el teatro como en el cine -añade-. Estoy llamando a puertas que se supone podrían abrirme posibilidades, y aunque algunas no han acabado de materializarse, confío en que tarde o temprano lo harán”. ¿En qué sentido?, insistimos: “Esencialmente en el monetario. Me encantaría llegar al punto en el que, únicamente con mis proyectos artísticos, fuese capaz de vivir con cierta tranquilidad económica. Lo digo sobre todo más en ese sentido que en el de tener que conseguir algún tipo de fama. Mi sueño sería acabar viviendo en una isla lejana y hacer una película al año. Desplazarme para hacerla y volver a mi paraíso…”
Aquí y ahora
Aunque en [los números imaginarios] es frecuente la vuelta a los clásicos (Hijos de Grecia, La vida es sueño…), Paula Amor dice sentirse mucho más cómoda en montajes que tengan más que ver con el aquí y el ahora directamente, aunque tampoco le asusta la posibilidad de enfrentarse a piezas clásicas y traerlas al presente, aun confesándonos una cierta incapacidad frente al verso, y eso que en la compañía tiene a toda una experta en el tema, como es Irene Serrano: “Con ella a mi lado, sin duda, me atrevería con el verso”.
Mujer llena de curiosidad permanente y con unas ganas enormes de beberse la vida, dudo mucho de que Paula no llegue a entusiasmarse con cualquier propuesta, por difícil y compleja que fuera: “A todo le encuentro el lado positivo, y con esa actitud me enfrentaría a cualquier reto escénico, por difícil que pueda parecer a priori”.
“No puedes empeñarte en acabar siendo lo que crees que los demás esperan de ti”
El oficio de director de escena, le apuntamos, tiene mucho en común con el de un entrenador de fútbol o el de un director de recursos humanos. En los tres casos, hay que jugar (en el sentido más positivo del término), con personas, actitudes y sensibilidades distintas en la persecución de un objetivo común. “¡Desde luego! Todo aquel que tenga un grupo de gente aspirando a llegar a un sitio con tu ayuda, está muy cerca de estos oficios. Desde el líder de un grupo musical hasta un cura. La responsabilidad es compartida entre todos los miembros del equipo, pero la capacidad de decisión y, por tanto, de influencia de un director, un líder, un guía, un jefe, es mayor. Es una tarea en la que cuenta mucho el componente psicológico, la fuerza positiva que seamos capaces de imprimir al grupo. Yo nunca digo que algo está mal, pero sí comparto mi opinión y trato de que entre todos encontremos la mejor salida a la escena o a la pieza”.
Idealista, positiva y, aunque pueda parecer contradictorio, realista a la vez, Paula no se ha arrepentido nunca de haber elegido el camino del arte escénico y cinematográfico como su medio de vida y aspira a que, en algún momento, pueda decirse de ella que es un referente. Pero, ¿cómo se llega hasta allí?, ¿Tienes idea del camino que hay que seguir?: “Desde luego, me encantaría acabar siendo un referente en este terreno, y no tanto por los aplausos que pueda recibir como por la posibilidad de llegar a más gente”. Y continúa argumentando que siempre hace las cosas “sin pensar en el público, pero lógicamente, al final me encanta que éste disfrute con mi trabajo. Si te pierdes en buscar guiños que van a gustar a un tipo u otro de público, te desvías de lo esencial. No puedes empeñarte en acabar siendo lo que crees que los demás esperan de ti”.
Y como siempre me gusta conocer cuál es la actitud del artista frente a la cara B de la vida guay, del eterno divertimento, es decir, frente a la frustración, a la enfermedad, incluso a la muerte, con Paula Amor no va a ser menos: “En lo que se refiere a lo personal (familia, amigos…) siento mucha fragilidad. Con respecto a la profesión voy por épocas. La ansiedad está presente por la incertidumbre de no saber cuándo tendré trabajo, y esto hace que acepte alguna cosa de la que luego me puedo arrepentir, o que me llene de trabajo. Por momentos siento que no puedo asumir tantas cosas”.
Cuestionario final
- ¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?
- Muchas cosas… Así, de pronto, no poder ver a mis amigos.
- ¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?
- Puede ser todo. No tiene por qué responder a un esquema prefijado. Tiene que encontrar su propia metodología.
- ¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?
- Prefiero que no pase, pero, al mismo tiempo, como me gusta el teatro vivo, quiero transformar esta tendencia casi generalizada en una oportunidad para los actores que están en escena. Para mí, es interesante que el público sienta que cualquier cosa que suceda puede ser parte de la obra. Pero todo depende de la propuesta teatral, claro.
- ¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?
- Supongo que se puede ser todo. En todo caso, a mí los extremos no me interesan.
- ¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?
- No. Hemos mejorado, pero aún falta muchísimo…
- ¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia para la que aún no has encontrado la respuesta?
- Sé que esto es hacer trampas, pero sólo me sale decir que, a esta pregunta, en este momento, sería una a la que no encuentro respuesta.