Nieves Rodríguez Rodríguez (Madrid, 1983), es doctora en Periodismo por la UCM (precisamente al día siguiente de nuestra entrevista recibiría en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid el Premio Extraordinario de Doctorado). Es también Licenciada en Dramaturgia por la RESAD y Máster en Escritura Creativa por la UCM y, además, es miembro del Grupo de Investigación en Literatura Contemporánea (GILCO) de la Universidad de Alcalá de Henares donde desarrolla un proyecto sobre los lenguajes del exilio en María Zambrano, figura de la que hoy es una de las grandes especialistas.
Como dramaturga ha escrito y publicado, entre otros textos, Palimpsesto [Cuaderno de Dinamarca] (Premio Lope de Vega 2024, el decano de los premios teatrales españoles), Mi sueño de invierno (XXII Premio ASSITEJ de Teatro para la Infancia y la Juventud, 2022), Aquí duermen ciervos (II Premio Ana Diosdado de la Fundación SGAE, 2020), A veces veo voces (palabra quemada) junto a Mar Gómez Glez (Ayuda Carlota Soldevila de Textos Dramáticos del Teatre Lliure de Barcelona, 2020m), Cráneo rojo sobre fondo sueño (Beca VII Laboratorio de Escritura Teatral Fundación SGAE, 2019), Por toda la hermosura (cartografía textual para un jueves) (Beca Escritos en la Escena del Laboratorio Rivas Cherif del CDN, 2017) o La araña del cerebro (V Premio de Textos Teatrales Jesús Domínguez, 2014).
Varias obras suyas se han estrenado en Venezuela, Buenos Aires, Roma, Cuba o México, en diferentes Festivales Internacionales. Asimismo, forma parte de los Consejos de Redacción de Primer Acto (Cuadernos de investigación teatral), Las puertas del drama (AAT) o Don Galán (CDAEM).
Es tan amable como inteligente, tan puntual como precisa en la utilización del lenguaje, tan observadora como cercana y, sobre todo, Nieves Rodríguez Rodríguez sabe escuchar con atención y es una ejemplar intelectual porque no sólo le apasiona pensar sino también relacionar lo que conoce, lo que descubre, lo que lee y lo que observa, para reunirlo posteriormente en un posible ensayo, o en una nueva obra dramática. La última, por ejemplo, Palimpsesto [Cuaderno de Dinamarca], constituye una indagación sobre la memoria de las niñas y los niños de la guerra civil española exiliados en Dinamarca en 1937 y quiere ser una defensa de la escritura como acto político de resistencia en un texto en el que convoca a María Zambrano, Ana María Matute, Natalia Ginzburg y Louise Glück. Su profundidad, su originalidad y su vertiente poética han conseguido que el Premio Lope de Vega (vigente desde 1932 y que, entre muchos otros dramaturgos, también lo recibió Buero Vallejo en 1949), le haya sido otorgado en 2024 por un jurado integrado por Eduardo Vasco, director artístico del Teatro Español; Helena Pimenta, presidenta de la Asociación de Directores de Escena de España; Alberto Ojeda, director de El Cultural, y Mélanie Werder, dramaturga y ganadora del Premio Lope de Vega 2023.
Tras graduarse en la RESAD, Nieves comenzó un máster de Escritura Creativa en la UCM y allí, en la Facultad de Ciencias de la Información, sabía que una de las líneas de investigación era precisamente la del discurso artístico, especialmente indicado para estudiantes que provienen de la RESAD. No lo dudó ni un instante y el máster lo orientó en esa línea investigadora, y gracias a la tutoría de la profesora Guadalupe Arbona Abascal (“ha sido mi hada madrina…”), y tras cinco años de intenso estudio e investigación, pudo leer su tesis doctoral, un estudio teórico-práctico sobre el concepto del delirio, en tanto que lenguaje, en la obra de la filósofa María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904-Madrid, 1991), partiendo de tres preguntas: ¿es la escritura creativa una vía de conocimiento?, ¿por qué la filósofa usó el texto dramático como contenedor de uno de los temas centrales de su pensamiento?, ¿por qué eligió un verbo destinado al encuentro con una asamblea política como es el teatro?
"Sabía que quería dedicarme a escribir desde la infancia"
“Yo soy mala alumna -nos confiesa humildemente Nieves-, pero tanto esfuerzo ha merecido la pena, claro. Antes de llegar allí, ya me había interesado mucho por la figura de María Zambrano, fundamentalmente como lectora. La descubrí en la biblioteca de mi pueblo, San Fernando de Henares, cuando iba buscando un libro de mística y me topé con Los bienaventurados (que, por cierto, me lo encontré porque estaba mal colocado en la estantería). No supe hasta después que éste fue su último libro y, me interesó tanto que seguí leyéndola y, en realidad, desde aquel primer libro, María siempre me ha acompañado”.
“Leer a María Zambrano desde la perspectiva de la dramaturga que soy, es aún más enriquecedor para mí. Sus dos textos teatrales, La tumba de Antígona (1967) y Diotima de Mantinea (1987), son fascinantes. Y este último, que es un monólogo, es probablemente el mejor escrito de toda su literatura. Hay varios manuscritos inéditos de Zambrano en los que pone a dialogar a personajes y ahí también puede verse un extraordinario pulso dramático. Y luego todo lo que estudia sobre la tragedia y los personajes trágicos como la inclusión de la esperanza en la tragedia, que luego retomaría Antonio Buero Vallejo…”.
“Zambrano -continúa argumentando Nieves-, es una mujer que piensa teatralmente. Y, si en abril de 1931 se proclama la II República, creo que fue en mayo cuando surgió el Teatro del Pueblo, un proyecto de las Misiones Pedagógicas, de donde nacen La Barraca o El Búho. María Zambrano está en todo ese nacimiento... No en el teatro como un hacer, sino como un estar, que diría José Ángel Valente… La de María Zambrano es una verdadera filosofía del teatro”. Y Rodríguez Rodríguez termina por evocarnos con tanta pasión como agrado el montaje de Diotima que hizo Eva Varela de Lasheras en La Puerta Estrecha (2017), que nosotros también pudimos disfrutar.
Una hermana de Nieves es bailarina y, estando ya en el Conservatorio, “alguna vez me cogió algún poema mío para tomarlo como punto de partida para hacer alguna coreografía —nos comenta la dramaturga cuando le preguntamos si recuerda cómo se enganchó al teatro—. Y un buen día ya me pidió que escribiese algo para otra coreografía que pensaba hacer sobre un tema concreto. Era su último año en el Conservatorio y entonces yo tendría unos 19 años. Lo hice porque, en realidad, sabía que quería dedicarme a escribir desde la infancia. Lo recuerdo perfectamente porque en aquel entonces yo leía a Gloria Fuertes y sobre todo a Ana María Matute en una mesa redonda que teníamos en la cocina de casa. Lo de escribir teatro vino un poco después… Fue mi madre, creo, quién descubrió que existía una escuela, la RESAD, en la que una se iba a pasar cuatro años escribiendo y escribiendo teatro, así es que hice las pruebas de acceso y a mí aquello me pareció el paraíso… Aunque aprendí desde el primer momento que escribir teatro es muy complejo y sufrido”.
"Amo la palabra sobre todo... Pero la sufro mucho, como todo lo que se ama"
Sobre las cambiantes y, a veces, tensas relaciones entre autores y directores (hace unos años, no tantos, era el dramaturgo quien mandaba, mientras que hoy la figura dominante de todo montaje es el director de escena), Nieves no tiene ni problemas ni pretensiones. Piensa un instante en la cuestión y, muy segura de lo que va a decir, muestra firme su postura: “No sufro nada con eso. Yo escribo para el lector. Un director o directora de escena va a ser siempre mi primer lector o lectora. Y el primer día del ensayo va a hacer el trabajo de mesa, es decir, se va a reunir con todo el equipo artístico para hacer una lectura conjunta del texto. Y si al lector o lectora no le pasa nada, ya sé que no lo van a montar. Tiene que ser que otro imaginario se sume al mío; otro imaginario con otro conocimiento, que para mí es el conocimiento de lo concreto, que piensa en cuerpos y emociones y conflictos... Yo no pienso en nada de eso cuando escribo. O no del mismo modo, creo. Para mí eso sería limitar mi libertad en relación con la escritura. Creo, pues, que ha de sumarse otro imaginario al mío y, como no imagino nada, todo lo recibo como un regalo”. Y para ejemplificar aún más su óptica sobre el tema, Nieves recurre a un ejemplo ajeno y universal, el Hamlet de Shakespeare: “un director que tiene ciertas referencias y experiencias lo ve de una forma; probablemente totalmente ajenas a otro que va a coger ese mismo texto para hacer una lectura totalmente distinta… ¡Eso es grandísimo! ¿Por qué voy a decir que mi texto lo había imaginado de tal o cual manera? Escribo para que otros imaginen, solo eso…”.
Otra faceta de la dramaturga es también la de la enseñanza. Es profesora de la Escuela Internacional del Gesto en donde enseña Literatura y Escritura. Por el momento lo ha hecho en instituciones privadas, pero no descarta tampoco acabar haciéndolo en la pública: “Le debo todo a la enseñanza pública. Soy lo que soy por la enseñanza pública y tengo una deuda con ella”. Pero vamos un poco más allá y preguntamos a la doctora Rodríguez Rodríguez si se aprende más o mejor a escribir en cursos concretos o hay otras formas tan válidas como esa para acabar siendo escritor. Para ella, “No es la única, claro. Leer es el aprendizaje más importante para nuestras vidas. En las vidas de todos hay un antes y un después de haber podido acceder a la lectura. Cuando ya lees, no puedes mirar el mundo como lo hacías antes de eso. Ese aprendizaje, el de la lectura, lo cambia todo. Yo siempre le digo a mis alumnos que tenemos un regalo y un problema. El regalo es que hemos nacido tan tarde que podemos dialogar con todo lo que se ha escrito con anterioridad; ahora, además, a golpe de clic. Eso es un regalazo. Y el problema es que, a estas alturas, nadie puede pretender ser original porque ya se ha dicho todo. Sobre todo lo que pensemos es fácil encontrar una referencia previa en autores anteriores como Virgilio u Homero, la lista sería interminable…”.
Pero —le planteamos—, en el teatro es incluso más importante el cómo que el qué, y eso da un campo inmenso a la libertad y a la creatividad del autor… “Sí, es muy importante —argumenta Nieves—, es el punto de vista… Yo sólo puedo aportar un reducido punto de vista sobre un tema concreto de la realidad, no puedo pretender nada más, decía Suzanne Lebeau. La originalidad está ahí. No va a estar nunca en el tema”. Entonces, ¿por qué escribes?, ¿para qué escribes? “No lo sé —nos responde Nieves—. Yo, sobre todo, amo la palabra. Pero la sufro mucho, como todo lo que se ama. Recuerdo perfectamente el día en que fui consciente de que entendía todo lo que leía. Y recuerdo también el día en que, sabiendo ya leer, me dije ¡guau!, escribir ha de ser mucho más fascinante. Solo sé que amo lo que hago y, al mismo tiempo, lo ignoro todo”.
“Estoy de acuerdo con Guillermo Heras cuando dice que estamos viviendo un segundo Siglo de Oro de nuestra dramaturgia”
Pedimos ahora a la dramaturga que nos haga un diagnóstico del estado de salud de la dramaturgia española de este primer cuarto de siglo y, sin dudarlo ni un instante, la madrileña nos indica que “¡es brillante! A Guillermo Heras le he escuchado decir que estamos viviendo un segundo Siglo de Oro de nuestra dramaturgia. Y él siempre se ha preocupado, no sólo de estudiar, sino también de acudir al teatro, de leer a autores jóvenes, etc. Yo creo que hay un teatro brillante y también una dramaturgia brillante. Pero no sé si desde la escena se está yendo al ritmo innovador de la dramaturgia… Es posible que sí… Si hay que dar nombres, para mí, José Ramón Fernández es uno de los mejores autores del teatro español contemporáneo”, termina diciéndonos Nieves. Y prefiere no decantarse por una sola de sus obras cuando le proponemos que la señale para alguien que vaya a iniciarse en ella y opta por apuntar hacia la última, Palimpsesto [Cuaderno de Dinamarca], “… siempre voy a señalar la última”.
Como especialista en la figura de María Zambrano y más aún tras la brillantísima calificación de su tesis doctoral, Nieves ha publicado numerosos artículos sobre la filósofa española, y no está muy segura de que le interese publicar un libro vulgarizando la tesis para hacerla más asequible. Por el contrario, tiene muy claro que va a “escribir un ensayo sobre (no sé cuánto tiempo acabará pasando porque soy bastante lenta escribiendo…), la influencia de Diónysos en su obra, de cómo ese dios recorre todo el pensamiento de Zambrano. Y otro ensayo sobre la influencia de San Juan de la Cruz tanto en la obra de Zambrano como en la de Joan Miró —“un pintor al que admiro profundamente—, y cómo ambos llegan a una depuración mística del arte. En el caso de Zambrano en la palabra, y en el de Joan Miró en su pintura”.
Hasta ahora hemos hablado con Nieves de teatro, de danza, de filosofía, de poesía y hasta de pintura. Sólo nos queda hablar de ciencia y vamos a intentarlo. Pregunto a la artista madrileña si no le parece que entre ciencia y teatro hay, al menos, un punto de conexión ya que en ambos hay un proceso de descubrimiento y de exploración, además de una acumulación de hechos: “Totalmente —nos responde—. Sí, para que haya un método científico en el teatro (el método en sentido estricto, es decir, hacer camino), hay que viajar a lo hondo, no hacer un viaje expansivo que quiera acaparar demasiadas cosas, sino ir a la hondura de las cosas para encontrar algo parecido a una revelación científica”.
La dramaturga madrileña ha dicho de sí misma hace algún tiempo que “Mi interés gira alrededor del tiempo, el silencio, la dicotomía realidad-ficción y el universo femenino. Mucho me temo que solo soy el eco de otras mujeres, de otras escrituras. Sobre todo lo demás guardo incertidumbres”. Le preguntamos si eso sigue siendo así, y ella nos confirma la premisa: “Yo siempre hablo de lo mismo, me preocupan las mismas cosas. Hay quién ha dicho que mi teatro es siempre social y político, y sí, tiene algo de eso, pero también tiene mucho de constante análisis del lenguaje. Y, como decíamos antes, trato siempre de que el qué y el cómo acaben siendo una sola cosa, pero eso me cuesta mucho porque —también lo he dicho antes—, mi escritura es muy lenta. Así pues, me interesa lo social, lo político, pero me interesan también las otras formas de la razón, el delirio, el sueño, la confesión y la infancia. En toda mi obra, esté o no dedicada a un público infantil, hay siempre niñas que me permitan acceder sin complejos a los espacios de la libertad en la palabra. A veces con una visión original, otras coherente y siempre más verdadera”. Cierto. Como dice Matilde, uno de los personajes de su Palimpsesto [Cuaderno de Dinamarca], “Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria”.
Casi despedimos ya a Nieves, ahora becada para una residencia por el Centro Dramático Nacional (CDN), y que muy pronto habrá de pasar una temporada en la Academia de España en Roma junto a otros tres becados más —dos de ellas también mujeres—. Está preparando una obra que trata directamente sobre el lenguaje y que, en principio, deberá tener terminada en junio próximo: “tratará sobre los derechos lingüísticos. Para ello estoy investigando en la lingüística forense, un campo apasionante… Veremos, finalmente, cómo se fabrica un relato…Y cuál es esa frontera entre el lenguaje hablado y el escrito, en el que ya he hecho una pequeña incursión en Palimpsesto [Cuaderno de Dinamarca]. ¡A ver qué sale…! Estoy en ello”.
Está claro que Nieves Rodríguez Rodríguez nunca va a transitar por la escritura fácil. De ser así dejaría de ser ella misma.
Cuestionario final
¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?
Que cualquier miembro de mi familia lo estuviera.
- ¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?
Soy extremadamente metódica. Muy matemática. Pero en un momento dado de la creación —y eso está muy estudiado por la neurociencia—, aparecen las conexiones fuera de la lógica. Pero yo no puedo llegar hasta ese punto sin un trabajo previo y absolutamente metódico. Es mi forma de entrar en trance.
- ¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?
A mí me da mucha pena por el propio espectador, porque se está perdiendo la oportunidad de entrar en un mundo absolutamente distinto, en otro modo de realidad. Y tampoco es que tengamos muchos otros espacios para poder transitar por esa experiencia.
- ¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?
Sí. ¿También se puede ser feminista y machista a la vez? ¿Se puede ser de izquierdas y tener trabajando a alguien en tu casa sin cobertura legal? ¿Se puede ser progresista y votar en contra de todos los avances sociales? Se puede, ¿verdad?
- ¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?
Sí, la tiene. Lo que le falta es llegar a puestos de responsabilidad. Hay mucho techo de cristal. Presencia sí, pero falta que muchas mujeres puedan liderar esos ámbitos de la sociedad.
- ¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta
Hay una que me asalta: ¿Qué es el teatro? No lo sé, sigo sin saberlo. Han desaparecido tantas realidades históricamente y el teatro, sin embargo, sigue ahí. Y ha sido, además, junto al cine, el arte más perseguido en las dictaduras. Y sigue ahí… ¿Qué es? No lo sé.