Marta Poveda -también directora de escena-, es una de las grandes actrices de hoy en nuestro país. Su carrera como actriz ha sido tan singular como extensa.
De Escenas de matrimonio en Tele 5, a protagonista en muchos montajes de la CNTC, con esas mujeres que siempre están intentando romper barreras y escapar de sus corsés…
Se formó en la Escuela Cuarta Pared, además de realizar diversos talleres para ampliar sus conocimientos de danza, teatro y técnica vocal. Ha trabajado en series de televisión (entre otras, Los 80, El Comisario o La pecera de Eva). Además, efectivamente, y hasta 2009, interpretó a Berta en la popular serie Escenas de matrimonio. Recientemente ha participado en las Antidisturbios y Vergüenza y su último protagonista acaba de estrenarse en TVE, Berta en Asuntos Internos.
Pero a nuestra entrevistada de hoy, la buscamos más como esa casi recién estrenada directora de escena en su ópera prima, La francesa Laura, un texto inédito de Lope de Vega, que se mostró por vez primera en los madrileños Teatros del Canal con el apoyo de la Fundación Siglo de Oro. Sólo una magnífica actriz pudo mostrarse como otra inmensa conocedora de todos los resortes de la dirección de escena ya en un primer montaje. Es sólo el primero de muchos otros que -estamos seguros de ello-, irán viniendo poco a poco en años venideros.
Hablamos con Poveda en el Ambigú del Teatro Español poco antes de que vuelva a subirse una vez más al escenario para continuar llenando el teatro, como todos los días de febrero y marzo de 2025, con esa Historia de una escalera, de Buero Vallejo, a través de la mirada de una de sus directoras de cabecera, Helena Pimenta.
“Eso de poder criticar públicamente desde el anonimato es muy fácil, pero te quita cualquier filtro de respeto”
Antes de entrar en harina, y para ajustar un poco más el perfil de la artista, le pedimos una aclaración que hemos descubierto en algún perfil de sus redes.
Se define a sí misma como montaraz. Pero, le preguntamos, ¿En el sentido de salvaje, bravía, indómita, arisca o más bien en el de agreste, campestre, silvestre…? Sin abandonar en ningún momento la sonrisa y haciendo siempre gala de una serenidad y sentido del humor evidentes, Marta nos responde que “como salvaje o indómita me siento definida. Montaraz, sí. Soy un poco insurrecta en muchos casos… Y lo de montaraz es porque me encanta deambular por los montes, atravesarlos.
Me gusta muchísimo la naturaleza y, en ese sentido, quizás esté un poco asalvajada… (Ríe)”.
Pero, como somos seres contradictorios, apuntamos también a la artista, que nos parece que al mismo tiempo tiene bastante de alguno de los antónimos de esos mismos adjetivos. Por ejemplo, amable, cordial… ¿en qué quedamos?: “En los tiempos que corren intento ser lo más educada y respetuosa posible. Más aun con la gente que se dirige a mí porque quiero devolverle esa misma amabilidad. Creo, además, que ser lo más educada posible es la forma de conseguir tener crédito a la hora de expresarte. La mala educación me parece que te desacredita. Vivimos en unos momentos -apostilla finalmente Marta-, en que eso de poder criticar públicamente desde el anonimato es muy fácil, pero te quita cualquier filtro de respeto”.
Vamos, pues, a lo nuestro, a la actuación y a la dirección. Primero, la actuación. ¿Qué necesitas como el agua, el aire o la lluvia: ¿Teatro, Cine o Televisión? “Lo que necesito de verdad, y con más intensidad -nos responde a bote pronto y sin dudarlo un instante-, creo que va a ser siempre el teatro. Seguramente porque estoy muy mal acostumbrada respecto a la carrera que he tenido y que espero también poder seguir haciendo. Hay algo que me sigue fascinando y es el hecho de que centenares de personas (aquí en el Español son unas 700…), hayan pagado una entrada, hayan salido de su casa para venir hasta aquí, hayan hecho su cola en la taquilla y estén decididas a pasar dos horas de su vida dedicadas a atender al trabajo que tú y el resto del equipo les brindas. ¡A mí me parece una pasada y hace que me explote la cabeza de gozo! Esa dedicación por parte de varios cientos de personas hacia un hecho artístico me fascina, me llena de emoción poder brindar un espectáculo en directo, es algo único…”. Pero cuando ha tenido la oportunidad de participar en trabajos audiovisuales (más series que cine, por cierto), le parecen también trabajos interesantes: “Ahora acabamos de estrenar en RTVE Asuntos internos y, en otros aspectos, tampoco me gustaría prescindir de cosas así. Detrás de cada episodio hay un grandísimo trabajo de equipo… Es muy bonito colaborar con el equipo técnico en los audiovisuales, jugar con esos tiempos extraños, con esos cambios cronológicos… Pero, obviamente, ahí el directo no “existe”, esa línea que nunca la va a poder atravesar. Pero como trabajo, el audiovisual es súper bonito: la especificidad del movimiento, la escucha con la cámara, con la luz, bailar con la steady… Esa especie de intraespectáculo en directo, aunque se quede ahí, de forma secreta y endogámica, esa fábrica de historias es fascinante… Pero sí, lo del vivo y el directo del teatro ofrece una adrenalina que nunca podrá alcanzar el trabajo audiovisual, creo”.
“Cuanto más mayor eres, te conviertes en mucho mejor actriz”
Pero centrémonos ya en el trabajo como directora de Marta, y le preguntamos si a la actriz o a la directora le parece necesario transmitir a sus actores la necesidad de emocionarse para transmitir esa misma emoción hasta el patio de butacas: “No. Para nada -responde con contundencia la artista-. Lo que se busca es la emoción del espectador, no del actor o la actriz. Yo me emociono mucho como actriz, pero desde el hecho artístico, a través de la empatía con lo que está viviendo en ese momento mi personaje, o con lo que está viviendo mi compañera o mi compañero. Lo que yo exijo y lo que busco es que el trabajo actoral genere un estímulo en el público, que es lo más importante”.
Los hijos, que tanto se suelen quejar de la educación que reciben de sus padres, acaban cayendo con sus propios hijos en los mismos errores que tanto les molestaban de sus padres. No sé si en la dirección de escena sucederá otro tanto, así es que le trasladamos la duda a Marta: “(Sonríe…). Sí, intento evitarlos. Hay una cosa que he descubierto como directora, la ansiedad… La ansiedad por encontrar lo que buscas. Si esa ansiedad la exteriorizas o la conviertes en una herramienta para responsabilizar a la gente con la que estás trabajando, hay riesgo de toxicidad. Entonces, cada vez que sucede algo que no me convence en medio de los ensayos, como directora, me obligo a asumir que siempre la responsabilidad es mía y, consecuentemente, tengo que buscar la manera de solucionarlo expresándome mejor, abandonando ideas, escuchando mejor… siempre prefiero pensar que hay algo que no estoy haciendo bien y eso me abre la mente para resolver mejor”.
Marta sabe que el camino de la dirección de escena ya no tiene vuelta atrás. Lo ha empezado para continuarlo, aunque no sabe muy bien con qué intensidad y con qué frecuencia: “No voy a dejar nunca de actuar, pero me gustaría también seguir dirigiendo. Hace un tiempo hablaba con una compañera actriz y directora que se sentía víctima de esta situación de edadismo que vivimos las actrices a partir de cierta edad y me decía que ella ya sólo quiere dirigir porque no le interesa demasiado hacer los personajes que le proponen últimamente… Quizás cuando las creadoras ocupemos más lugar, sea también posible que se amplíe la oferta de personajes entre nosotras. Para los actores hay un Rey Lear, hay un Ricardo III, sólo por ponerte un par de ejemplos de Shakespeare, y un sinfín más. Es una absurda paradoja, y obviamente un mecanismo del aún demasiado estanco patriarcado porque luego, cuanto más mayor te haces, mejor actriz te haces”.
Como actriz, ya lo hemos dicho más arriba, ha trabajado con casi todos los grandes directores de escena españoles (Juan Carlos Pérez de la Fuente, Javier García Yagüe, José Sanchis Sinisterra, Mario Gas…), y si fuera capaz de retener lo mejor de todos y cada uno de ellos, tendríamos una Marta Poveda directora que siempre rozaría la excelencia. Ella lo ve así: “me gustaría convertirme en una combinación de lo mejor de todos ellos. Me encanta la limpieza y la profundidad de Pimenta; me gusta mucho el amor a lo estético y a lo pasional de Vera; me gusta muchísimo el amor a la música y de la palabra de Gas; me fascina el trabajo de creatividad de Javier G. Yagüe, la eterna investigación de Sinisterra… Y así podría seguir con un montón de gente más…”.
Y, ya que cita también al que fue su primer maestro, le preguntamos a la artista si hay alguna razón por la que no la veamos, al menos de vez en cuando, por la que fue su primera casa del teatro, Cuarta Pared (por cierto, este año cumple sus primeros 40 años): “es verdad, hace muchísimo tiempo que no actúo allí. Pero sigo muy ligada a la sala y a la compañía. Nos queremos mucho, y los admiro profundamente, pero también es cierto que yo no he parado de currar, pero me encantaría volver a trabajar en la Cuarta, sería un sueño”.
“¡No te metas, no entres ahí, déjalo estar…!”
Cambiamos de tercio y preguntamos ahora a Marta por ese post que publicó en redes hace unos meses, como consecuencia del cual Lluís Homar hubo de dejar la dirección de la CNTC a finales de 2024. Lo que denunciaste ha tenido ya consecuencias -le precisamos-, pero, aun así, sus efectos deberían llegar mucho más lejos. “A mí también me lo parece -nos responde-. Para empezar, tener que haberlo hecho yo me preocupa y me asusta al mismo tiempo. Que haya tenido que ser yo quien se haya batido el cobre, y hacer este esfuerzo con el consiguiente riesgo, cuando era una información y una serie de terribles desmanes que debían haber sido descubiertos por quienes han de controlar las instituciones públicas, me parece muy, muy preocupante. Esta opacidad, esta siembra del miedo… Pero cuando superé la frustración de no haber sido demasiado escuchada ni apoyada por organizaciones que debían haber asumido el combate y me decidí a publicar yo sola y a pelo (abalada por los datos públicos que había investigado), a pesar del riesgo que corría me sentí bien. Y ahora me alegro porque, aunque las medidas han sido en mi opinión demasiado tibias y parcas, al menos se ha sentado un precedente y se han cambiado muchas cosas”.
“Muchas personas -prosigue diciéndonos Marta-, me aconsejaron que no me la jugase (‘¡no te metas, no entres ahí, déjalo estar…!’). Y, entre tanto, mucha gente quejándose y mucha gente sufriendo… Dicho esto, repito, me alegro de que se haya conseguido algo importante, frenar un grave abuso… Aun así, todavía están pasando cositas y han aprovechado hasta el último minuto para seguir aprovechándose, vergonzosamente… no lo digo yo, lo dice el portal de transparencia”.
Será, le respondemos, porque la legislación vigente se lo permite, y de nuevo la directora y actriz madrileña justifica su actitud: “¡exacto! Y no se habla de ello… Al menos, por suerte, entra Laila Ripoll a la dirección de la CNTC que, aún sin conocerla mucho, me da la sensación de que tiene un gran sentido de la ética. También se va notando que personas que asumen cargos públicos van manifestando su objetivo de no parecerse al caballero que participó
de ese trasiego. En cualquier caso, creo que sería un gran punto de partida una reforma del INAEM más fina, más consciente y más política, en el mejor de los sentidos”.
Quizás -sugerimos ahora a Poveda-, la prueba del nueve de que su denuncia no va a arrastrar más consecuencias personales, estará en que vuelva a pisar el escenario de La Comedia. Marta no puede reprimir un ¡“…uf!, ¡si es que vuelvo, porque tampoco lo sabemos…! No lo sé. A mí, que no me llamaran desde que entró este caballero no me parece mal, porque a nadie le pertenece ningún espacio. La cuestión es esa negación de que algunos de nosotros existimos. Si vuelvo será porque me lo merezco como profesional y porque a alguien le apetezca contar conmigo. Y si no vuelvo, no pasa nada, seguiremos buscándonos la vida. Pero, obviamente, siempre me sentiré muy comprometida con el Siglo de Oro”.
No sé si en esa futura reglamentación de los teatros dependientes del INAEM se descenderá o no al aspecto ético y moral de ciertas actitudes, pero a Poveda le parece que “estaría bien porque estando sólo implícitas, nos saltamos las normas a la torera, y quizás estando negro sobre blanco contribuya a que eso no siga siendo así. Que ciertas cosas que han pasado no se consideren punibles, es éticamente insostenible y eso, para mí, es una gravísima falta de respeto a lo público”.
“No me gustaría darte la razón -nos asegura a renglón seguido-, de que existe un cierto proceso de banalización de la cultura, pero un poco sí. Y no sólo de banalización sino también de politización, y de todos los colores porque me da igual: odio que se politice la cultura, venga la intención desde dónde venga. La cultura, precisamente, está para otorgar la posibilidad de la libre reflexión y en todos los sentidos: en el pragmático, en el poético, en el emocional y en el intelectual. Banalizarla es, pues, una manera de manipularla, incluso de mutilarla con el fin espurio de quitarle lo más importante que tiene, la movilización del pensamiento y de la emoción”.
Que los teatros comerciales pongan su mirada más en la taquilla que en la fidelización y promoción del teatro entre los espectadores, es hasta entendible; quizás no tanto que eso mismo pueda suceder con los públicos, y eso no debiera ser así, manifestamos ahora a la artista madrileña: “sí, algo de eso hay también -nos responde-, y eso no debiera ser así. El teatro público tiene que ser un espacio de reconocimiento de la cultura y lo cultural en todos los aspectos. Tanto en el creativo como en el histórico. Hay que seguir pensando en grandes repertorios, en dar espacio a todos los oficios que abarca el teatro, y por supuesto a la experimentación, pero no tanto pensando en hacer taquilla como en el objetivo de abarcar un mayor número de públicos. Hay que hacerlo siempre atractivo para generar el deseo en los diversos públicos de acudir al teatro, a su teatro”.
Inventario de calamidades
Todas las facetas que comporta el hecho teatral son igualmente imprescindibles, considera Marta, “y si tienes que prescindir de alguna de ellas por razones meramente económicas -como pasa en las pequeñas compañías-, alguien al final va a tener que asumirlas. Hay que respetar el espacio de cada uno de los profesionales para que puedan ejercer libre y profesionalmente su oficio. Y que el hecho artístico pueda producirse finalmente. Eso es lo deseable, lo maravilloso y lo fascinante de este oficio del teatro. Y ese engranaje que hay detrás del escenario no sólo se nota en escena sino también detrás, y eso llega a ponerte los pelos de punta. ¡Es apasionante ver la entrega que hay entre todos los compañeros! Ahora, por ejemplo, en Historia de una escalera te prometo que no sé dónde disfruto más, si cuando salgo a escena o detrás, en donde el trabajo de equipo, cada uno en su gremio, es ejemplar. Pero dicho esto, si no hay apenas recursos y hay que lanzarse a la plaza de un pueblo a defender un texto con muy pocos medios, se hace… Hay que defender el oficio con los medios con que se cuente en cada momento”.
Pero no es oro todo lo que reluce, y solicitamos a Marta que haga una especie de inventario de calamidades que un artista debe sortear a lo largo de su carrera, y ella no rehúye el reto: “Como se intuye en tu propuesta, efectivamente hay que convivir con todo un universo de adversidades. Desde mi primer representante, que me planteó que me pusiera pechos y que cambiara mi físico, hasta pasar por un canal de televisión, hacer un piloto y que el propio director del canal dijera que ‘esa fuera porque no tiene tetas…’. Un conflicto constante con defender que yo no quiero modificar mi físico y que lo que quiero es estar siempre disponible y fuerte para poder subirme en todo momento a un escenario, tener buen trabajo abdominal y cardiovascular para poder soltar esos textos y, si es necesario, dar un brinco de siete metros. Pero no me interesa nada que el volumen de mis pechos crezca… Me parece respetable que los demás lo hagan, pero verdaderamente es duro tener que enfrentarse a que tu calidad de trabajo tenga que ver con que tú transformes, o no, tu físico… ¡Me parece tan agotador como peligroso para una sociedad que parece haber sublimado la imagen…! Pero esta es sólo una de las cosas con las que hay que bregar. Hay que hacerlo también con la inseguridad propia, con colocar el ego en todos los aspectos (tanto para hacerte valer como para no flipar), con el abanderamiento ideológico, con tener que pertenecer a un grupo… Mantenerse independiente y no querer formar parte de ningún clan siendo artista es también un poco agotador… Eso también hay que surfearlo junto a las dificultades económicas, o decidir qué enfoque darle a tu carrera (a veces, incluso decidiéndolo, puedes verte forzada a hacer lo contrario)”.
Un camino lleno de tentaciones que, probablemente, al final acaben enfrentándolo a su propia dignidad.
Al final, tanto la actriz como la directora, pueden tener que acabar por plantearse si lo importante es el camino o la meta: “Claro. Es que yo no tengo meta. A mí me importa el camino. Ser artista no es una meta. Es una forma de vida. La meta es siempre el público”. Pero ese camino -le respondemos-, puede ser también un muestrario de tentaciones a las que no debe de ser fácil sustraerse, y ella no niega la mayor: “Sí, sí, por supuesto. A veces dices que te gustaría tener muchísima pasta para poder llevar a cabo cosas que hoy por hoy te parecen inalcanzables. La tentación se presenta y, hasta el momento, yo he preferido elegir el otro camino Y eso no me hace ni mejor ni peor; a lo mejor es simplemente que soy más tonta”.
Cuestionario final
¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?
A mí me destruye la impunidad del daño. Esa autopermisividad que tienen algunos a la hora de hacer herir y de traicionar. La traición me destroza. Y, por desgracia, me las he comido bastantes veces. Como la mayoría, supongo…
- ¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?
Personalmente soy superintuitiva. Y gestiono la intuición a través de la técnica Y no sólo en la interpretación sino también en la dirección.
- ¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?
No los aguanto ni de coña. Si estoy actuando y suena un teléfono, yo paro. Hago una pausa hasta que deja de sonar y luego continúo. Si no, el lío que se genera hace que el público que está alrededor se despiste y creo que compensa más hacer un pequeño silencio y luego continuar.
- ¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?
Creo que sí. Conozco gente progresista y de derechas. Hay una necesidad de protección del patrimonio económico y de defender la ideología neoliberal (cosa que yo en absoluto comparto, vengo de clase media y de una preciosa educación por la igualdad), pero socialmente pueden ser personas con ideas progresistas… Y en el sentido contrario, conservadoras y de izquierdas, das una patada a una piedra y ya te salen unos cuantos señorcetes, y me parece muy respetable también…
- ¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?
No. Rotundamente, no. Hay por delante todavía un camino muy largo y muy pedregoso por recorrer. Hay que combatir la estupidez que se asienta en las bases.
- ¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?
¿Por qué tenemos tanto miedo al paso del tiempo?