www.diariocritico.com

Laura Garmo (directora de escena y dramaturga): "En teatro, lo académico acaba por reafirmar lo intuitivo"

> "En este oficio hay que estar permanentemente ahorrando... hoy tienes trabajo, mañana no"

viernes 10 de enero de 2025, 11:36h
Laura Garmo (directora de escena y dramaturga): 'En teatro, lo académico acaba por reafirmar lo intuitivo'
Ampliar
Sin antecedentes familiares en el arte escénico, Laura Garmo (1982), madrileña de Vallecas y con sus 42 años que más parecen 28 o 30 por su energía, por su actitud, por su ímpetu, por su entusiasmo y su capacidad de trabajo, lleva inoculado el escenario desde que estaba en la entonces EGB. Ha hecho de todo (regidora, actriz, ayudante de dirección…), y todo le ha servido para conocer desde dentro y hasta el último rincón un oficio que se genera en el alma del artista y vuela sin filtros hasta el alma del espectador.

Es mucho más visceral que racional porque en su boca está mucho más presente el “siento…”, que el “pienso…”. Comenzó como actriz para desembocar años más tarde en la escritura dramática y en la dirección de escena. Desde su Perra royendo hueso hasta Como Las Grecas, han mediado años de esfuerzo, de estudio, de voluntad férrea y de disciplina a prueba de bombas hasta hacer de Laura una artista todoterreno que no sólo es profeta en su barrio, Vallecas, sino que muy pronto llegará al Salón de los Balcones del Teatro Español (febrero 2025), con la dirección de Cumpleaños, de Luisa Carnés -la autora del exitoso Tea Rooms-, y eso le permitirá acercarse a públicos más amplios que los del teatro alternativo. Antes hará también en La otra bestia una nueva ayudantía de dirección con José Martret y Pedro Ayose en Nave 10 del Matadero.

La artista madrileña está tan dedicada al trabajo que ni siquiera ha tenido tiempo de hacerse una nueva página web que refleje más y mejor su realidad actual. Cerró una que estaba orientada exclusivamente a su faceta de actriz “porque esto ya no tiene nada que ver conmigo -nos comenta entre sonrisas-, y es verdad que ahora se puede encontrar mi currículum más en los dosieres de mis obras que en internet”.

Y, como a grandes problemas, grandes soluciones, la directora y dramaturga comienza adentrándose otra vez en aquel colegio de salesianos que tanto ha significado en la historia del barrio obrero madrileño, la Ciudad de los Muchachos, que es dónde Laura empezó sus primeros estudios: “había allí un salesiano al que le encantaba el teatro musical y un año hizo Sonrisas y lágrimas y a una amiga y a mí nos encomendó que hiciéramos un baile entre escena y escena para dar tiempo a los alumnos protagonistas a cambiarse de ropa. Le gustó tanto que, al año siguiente montó Cats y nos pidió a las dos que hiciésemos todos los bailes de la pieza así es que, de pronto y con sólo 12 años me convertí en inesperada coreógrafa del musical...”.

Ese fue el comienzo artístico de Garmo, el teatro musical y en el cole porque sus padres (él, taxista, ella, ama de casa), no acudían habitualmente al teatro: “lo que representábamos en nuestro colegio era un sucedáneo del de los Salesianos de Atocha, que allí sí que hacían musicales con mucho más presupuesto… El caso es que, al año siguiente, en el colegio hicimos Los miserables y ya me dieron un personaje. Todo eso me encantaba y muy pronto me di cuenta de que era lo que yo quería hacer de mayor. Con la coreografía, veo hoy que ya entonces llevaba conmigo a una pequeña directora de escena: ‘tú entras por aquí, dices esto desde donde estás y luego sal por allí…’. Me fui pronto al mundo de la interpretación y me apunté a un centro cultural a base de talleres de interpretación. Así estuve hasta los 18 años en que ya les dije a mis padres que quería estudiar Interpretación en serio, pero ellos lo tomaron casi como algo estrambótico, y me propusieron que estudiase algo que tuviera alguna salida profesional más estable y luego, si quería, que hiciese también algo de eso. Así es que me vi estudiando Administración y Dirección de Empresas en la universidad. Terminé con 22 años y me puse a trabajar de forma casi inmediata en el BBVA vendiendo planes de pensiones y depósitos a plazo fijo a los clientes” (ríe con cierta descreída y amarga nostalgia).

“A Dios pongo por testigo…!”

Foto: Danilo Moroni/Juan Carlos ToledoEl caso es que muy poco tiempo después Laura tomó una drástica y contundente decisión: dejar cuanto antes el banco y apostar decididamente por su vocación: “me dije, pero ¿qué estoy haciendo si esto no es lo que quiero…? Así es que, con 23 años, por las mañanas trabajaba en el banco y por las tardes me matriculé en una escuela de interpretación con sede en Madrid, pero fundada desde el Centro Andaluz de Teatro (CAT), La Platea, con profesores tan preparados como José Troncoso, Mariana Cordero, Lola Botello y Juan Carlos Sánchez, entre otros. Allí estuve dos años, y luego no paré de hacer cursos, talleres, seminarios (Hernán Gené, Marc Navarro… El teatro físico y el clown me encantaba, luego en la Central de cine…”. Al final, y desde 2020 estudió también dirección de escena en la RESAD, y ya, más que actriz pasó a sentirse dramaturga y directora de escena casi sin darse cuenta porque no paraba de escribir y montar obritas en salas alternativas.

Fue dejando, pues, el banco y, con trabajos más o menos precarios (“vendí seguros muchos años”), fue abrazando otros relacionados con el teatro, y ha conseguido sobrevivir hasta hoy, porque en cualquier momento del día se descubría pensando permanentemente en lo mismo: el teatro. “Así hasta 2017 —continúa diciéndonos Laura—, en que, como Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó, me dije aquello de que a Dios pongo por testigo de que hasta que no desaparezca el último euro de mi cuenta, no voy a trabajar más en otra cosa que no tenga relación con el teatro’. Me daba igual que fuera de taquillera, de acomodadora o de lo que fuera… Pero tuve la suerte de que un amigo, que trabajaba llevando la dirección técnica del Kamikaze me dijo que se les había caído la regidora de la obra que en esos momentos llevaban entre manos, y me preguntó si me atrevía a sustituirla y, ¡por supuesto!, le dije que sí. Y fui aprendiendo el oficio de regidora sobre la marcha. Y, desde entonces he trabajado sobre todo como regidora hasta que este año Eduardo Vasco me ha dado la oportunidad de trabajar como ayudante de dirección en Luces de bohemia” y por ahora lo he dejado, aunque nunca se sabe. Con 25 actores y actrices en escena, un equipo artístico de primera, y dos meses por delante de funciones, una ayudante de dirección tiene que tener bien claro su papel para no defraudar en ningún momento la confianza depositada en ella por Vasco. Con todo, Laura nos apunta que no siempre las dificultades vienen necesariamente por un número de artistas elevado en escena: “a veces he hecho montajes con tres actores que se complican muchísimo más. Antes había hecho más ayudantías de dirección, pero sin dejar la regiduría en gira con la Compañía Kamikaze y Buxman Producciones. He tenido la suerte de estar en ensayos de obras de Pablo Remón, Pablo Messiez. Me considero con suerte por haber podido apreciar tan de cerca el modo de dirigir de directores y dramaturgos tan importantes”.

La artista vallecana ha conseguido finalmente hacer del teatro su forma de vida. Pero hay que añadir también que para eso ha tenido que aceptar que esa vida sea austera: “Sí, sí, claro, cuando he producido o sigo produciendo cosas es siempre en la precariedad absoluta y ahora, con Nacho León en Teatro a Bocajarro al menos es una precariedad compartida en la que los dos perdemos o los dos ganamos. Así resulta un poco más fácil, claro”.

Viviendo con lo necesario, sí, pero también pensando en el futuro (lo digo por aquello de las vacas gordas y las vacas flacas…), así es que las enseñanzas que Laura aprendió con el ejemplo de su familia no han caído en saco roto: “en este oficio hay que estar permanentemente ahorrando, algo que he aprendido de mis padres. Hoy tienes trabajo, mañana no lo tienes y la única forma de seguir sobreviviendo es acostumbrarte a vivir con poco. Esa es una cuestión fundamental de la que no puedes olvidarte nunca”.

Fue justamente en 2020, el año de la pandemia, cuando Laura vió la oportunidad de estudiar en la Resad. El trabajo durante los fines de semana en giras lo hacía viable y, sin dudarlo un instante, se presentó a las pruebas de la RESAD, las aprobó y comenzó a compatibilizar el trabajo con los estudios de Dirección de Escena:

“Junto con alguna otra compañera, éramos de las mayores de la promoción. Aunque también encontré en la RESAD gente de más de 70 años. Mientras que en Interpretación todo el mundo es joven, en Dirección y en Dramaturgia hay gente de todas las edades”. Pero esa diversidad generacional, a Laura le parece la mar de enriquecedora porque “he podido conocer estos años el punto de vista de los más jóvenes y, al mismo tiempo, ellos han podido aprender también de mí y de mi experiencia. Los grupos heterogéneos son mucho mejores porque así todo el mundo aprende de todo el mundo”.

¿Qué hace más a un artista, el oficio o el componente académico y el estudio? Para Laura, “sin duda alguna el oficio. Lo académico es también muy importante, pero creo que hay gente que, por mucho que pase por la RESAD y por muchos másteres que haga, nunca va a saber dirigir. Y, en sentido contrario, también hay gente que no ha pasado por lo académico y dirige estupendamente. Creo que una cosa es fundamental, y que la otra viene bien pero sólo a las personas que saben aprovecharlo. Lo académico acaba por reafirmar lo intuitivo y, es verdad también que si no tienes unos estudios que te avalen sientes que no tienes manera de demostrar, de alguna manera, que tú puedes hacer eso. Y, en fin, a mí, haber podido estudiar en la RESAD me ha dado consistencia…”.

Una consistencia que ha refrendado también que Laura Garmo, entre más de 90 dramaturgas más, haya obtenido (ahora no como directora sino como dramaturga), el VI Premio SGAE de Teatro Ana Diosdado para textos escritos por mujeres 2024 por su texto Mi madre no existe. Un premio que lleva consigo su publicación en la colección TeatroAutor de la Fundación SGAE, y que será incluida en el programa de lecturas dramatizadas de la Fundación SGAE, Teatro en la Berlanga 2025. “¿Qué habría sido de tu vida si yo no hubiese existido?”. Esta pregunta retórica de Garmo resume todo el texto de la obra premiada: “creo que condensa algo importante: cómo muchas mujeres se ven en la obligación de abandonar su vida para dedicarla al cuidado de los demás y también la culpa que arrastran muchas personas con enfermedad mental por sentirse una carga para sus cuidadoras”. Y la artista vallecana termina sus consideraciones sobre la obra premiada diciendo que “si no hubiera sido premiada seguiría siendo la misma obra, aunque se hubiera quedado sólo en mi ordenador y no la hubiera presentado a un premio. Pero un premio, de pronto, da consistencia a tu trabajo de dramaturga… Todos son avales que van consolidando tu carrera y que ayudan a que la gente confíe más en ti”.

Etapas

No es que ya la interpretación no le interese (“si me surge algo, perfecto, pero ya no voy en busca de ello”), y Garmo centra ahora todo su interés y energía en la dirección y en la escritura: “uno tiene que saber en cada momento qué es lo mejor que puede aportar. Siento que hay actrices mucho mejores que yo. Sin embargo, como directora sé que puedo aportar, hacer cosas interesantes, aunque tampoco voy a decir ahora que no hay directores o directoras mejores que yo (ríe abiertamente). En la dirección escénica y en la escritura sé que puedo destacar y sé que tengo un largo camino por delante a recorrer”, termina diciéndonos.

Le hacemos notar que, prácticamente de forma casi generalizada, todo el mundo ha pasado por la interpretación antes de llegar a la dirección, y Laura nos confirma esa misma impresión y, “desde luego, a quienes no han pasado por ella se les nota. Yo, al menos, lo noto, porque a la hora de dirigir actores tienen muchas menos herramientas. A veces, incluso, siento que no saben lo que piden a los actores. El haber transitado tú por tu cuerpo ese mismo tipo de cosas, ayuda mucho a la hora de pedírselas a los actores y a la hora de ver cómo las trabaja cada uno de ellos. Pero digo otro tanto de los directores que no han pasado antes por la parte técnica. Esa es otra gran carencia. Cuando vas a elaborar un proyecto tienes que tener también muy en cuenta esta parte. Yo no tengo grandes talentos pero sé un poco de todo y, lo más importante, sé rodearme de un equipo artístico que conoce al milímetro su labor respectiva. Es la única forma de acabar haciendo un trabajo que verdaderamente merezca la pena. El trabajo en equipo”.

Laura ya no sabría dejar de escribir o dirigir, pero hasta el momento, siempre ha escrito para sí misma, para levantar un proyecto partiendo de un tema que le interesa verdaderamente. “Ahora estoy empezando a escribir para otros -añade la madrileña-, pero hasta la fecha siempre lo había hecho pensando en mí. Y las más de las veces para intentar con la escritura desentrañar algo, encontrar la respuesta a alguna pregunta que me rondaba por ahí. Y, es curioso, siempre que escribo tiendo a la dramaturgia, no me veo en la novela, ni en el ensayo o en la poesía. Al menos por ahora”.

Cambiamos de afán y planteamos ahora a la joven directora cómo se ha sentido al entrar a formar parte de un mundo, el teatral, con el que no había tenido ningún contacto previo por razones familiares, como les pasa a muchos de sus compañeros de oficio. “Sobre todo —nos contesta—, he sentido la falta de opciones, de ayuda ajena que me facilitase un poco las cosas para entrar. Yo no conocía absolutamente a nadie y sentía que la dificultad para poder acceder a este mundo era aún mayor. Luego te vas dando cuenta de que, si no te ven, si no te das a conocer, es muy difícil que pueda llegarte la oportunidad. Por eso el hacer muchas obras en salas alternativas hizo posible que, poco a poco, me fueran conociendo. Y, de pronto, cuando estás acostumbrada a que te digan que no, un buen día te viene un sí de un festival al que te habías presentado, por ejemplo y eso te da una moral tremenda. O en la RESAD, ya en el último año, mi tutor, Eduardo Vasco, se fijó en mí precisamente por el montaje de Como Las Grecas, que fue mi trabajo del último curso y, a partir de ahí, me llamó para trabajar con él en Luces de bohemia y en una segunda obra que también va a hacer en esta temporada”.

¿Hasta qué punto tu condición de ajena, incluso de advenediza, ha podido condicionar tu forma de hacer teatro?, preguntamos también a Laura, y ella no lo duda un instante: “desde luego, cada nuevo logro, cada nuevo pasito, lo he valorado muchísimo. Esa rabia que me generaba el no verme entendida dentro de mi casa y con pocas oportunidades fuera, me ha dado siempre fuerza para seguir y seguir, para decirme que yo iba a demostrarles que ‘voy a llegar’”. Una actitud muy del Atlético de Madrid y del Rayo Vallecano, sus dos equipos de cabecera cuando era más joven, porque hace mucho que dejó de ser seguidora del deporte rey en España. La cabeza y el corazón de Laura no tienen sitio más que para el teatro.

Acostumbrarse a escuchar el 'no'

Foto: Camille ClaudelLa tenacidad, la disciplina, la voluntad no son -a juicio de Laura-, virtudes muy frecuentes entre nuestros jóvenes: “veo a gente más joven, de 28 o 30 años, que tiran muy pronto la toalla y se dicen que esto es imposible, que no hay manera, que no van a llegar… Y, aunque es verdad que hay que lidiar con la frustración en este oficio y que en algún momento de mi carrera he pensado en dedicarme a otra cosa, no he podido dejarlo nunca. No me veo sin darle continuamente al coco pensando en escribir y montar una nueva obra. Vivo y sueño por y para el teatro. El teatro me absorbe totalmente”.

Al final, todo trabajo que se expone ante un público está sometido al juicio permanente y, por tanto, uno siempre está al borde del éxito y del fracaso. ¿Cómo se enfrenta una a ello?, pregunto a Laura, y ella riendo con ganas me responde que “¡al éxito no lo sé todavía…! Con el fracaso sí que tengo amplia experiencia. Al final te acostumbras a hacer las cosas y a disfrutar de la acogida que tienen. En el fondo ese es mi éxito, que gusten mis obras a la gente. Se me da bien distinguir entre la adulación por compromiso y el entusiasmo que se transmite cuando algo de verdad ha gustado. Y el fracaso lo sientes cada vez que presentas un montaje a una sala y obtienes el no por respuesta. A eso no hay más remedio que acostumbrarse. Claro que también hay síes, y eso viene muy bien para coger fuerzas y seguir adelante”.

El factor suerte

Lo cierto es que a Garmo le resulta muy complicado definir sus intereses dentro del escenario porque ha hecho cosas bien distintas y le cuesta determinar si está más cómoda con el teatro íntimo o con el social: “hay gente que ve mis montajes, sean del tipo que sea, y acaban por decirme que ‘son muy tuyos’, aun siendo piezas absolutamente diferentes, por ejemplo mi obra Caminando, de danza teatro, con la que estuve en Surge y en Cenit, siento que no se parece a ninguna otra cosa que haya hecho. Y aún así, hay gente que encuentra similitudes. Así es que sí, algo debe de haber en mis trabajos que me define, aunque a mí me cueste verlo. Por ejemplo, Cumpleaños va a ser algo muy íntimo, mientras que Como Las Grecas era algo más espectacular con una reivindicación clara de estas dos artistas gitanas. Fue muy bien acogida en el Paco Rabal y ojalá algún programador o productor acabe fijándose en ella porque me parece una pieza que llega muy bien a la gente”.

Como espectadora, generalmente, Laura no puede dejar de analizar minuciosamente cada nuevo montaje que ve, “y a veces me da rabia porque me gustaría que la obra me absorviera y no analizar nada… A veces me sucede, claro, y me olvido de la puesta en escena, la luz, los actores, la escenografía, el sonido… Llego a no pensar y, en alguna ocasión, incluso he llegado a la catarsis. Me pasó con La Resentida, la compañía chilena, que vino hace un par de años con Oasis de la impunidad. ¡Me pareció brutal! Me olvidé de la parte analítica y me absorbió todo lo que pasaba en el escenario”

Siempre se ha autoproducido sus obras, de modo que “el poco dinero que podía ganar con una obra lo invertía inmediatamente después en la siguiente. En alguna ocasión he coproducido junto a Nacho León, que formamos Teatro A Bocajarro, una compañía con la que tratamos de acercar los clásicos al público de hoy. El otro extremo, el de escribir, dirigir, interpretar y producir yo sola, fue con la obra Perra royendo hueso, que pasó por el Umbral de Primavera y por el Paco Rabal, es durísimo. ¡Una y no más, Santo Tomás! Tenía ayuda pero ese trabajo unipersonal es duro y te crea un montón de inseguridades al tener que dividir permanentemente el trabajo para ir examinándolo después… En todo caso fue una experiencia muy interesante de la que aprendí mucho”.

Queremos conocer ahora si, a la hora de elegir sus colaboradores para el equipo artístico Laura tiene más en cuenta sus coincidencias ideológicas, de valores, de preocupaciones éticas y estéticas o simplemente su capacidad y destreza técnicas, y la artista nos responde que “ambas cosas; todos son amigos o acaban por serlo. Puede ser que los conozcas un poco primero o que tengas buenas impresiones o referencias de su trabajo, pero, poco a poco, si te entiendes trabajando, repites y acaban convirtiéndose también en tus amigos. En otros casos han sido primero amigos y, más tarde, se han convertido en colaboradores, pero para mí es fundamental contar con un equipo en el que confíes plenamente y viceversa, que ellos también confíen en ti para que todo el equipo pueda ir remando siempre a favor. Claro que también he trabajado con gente con la que pronto supe que no volvería a trabajar. Eso sucede cuando sientes que no confían en tu trabajo y entonces no tiene sentido seguir porque es una pérdida de tiempo y de energías tremenda para las dos partes que, además, se trasmite también al trabajo del resto de la compañía”.

En la etapa formativa uno se hace los mejores propósitos de no caer en los vicios o en los errores que aprecia en sus maestros, pero lo mismo dicen los hijos de los padres, y luego los reproducimos con los nuestros. Laura, que no es madre, no puede hablar de éstos últimos, pero en lo referente a los maestros “procuro no reproducir nunca —confiesa—, aquellos tics o asuntos que no me gustaría ver sobre un escenario. Es verdad que no siempre es posible y hay que seguir adelante, pero sigues dando vueltas al coco para intentar mejorar ese aspecto que no acaba de convencerte y del que aún no has sido capaz de encontrar la solución. Yo soy consciente de las cosas que están bien pero también de las que necesitan pulirse más. Mi intento por mejorar es constante. Mi mayor virtud es que soy una trabajadora incansable y mi mayor defecto quizás sea que le doy demasiadas vueltas a las cosas, aunque al final saco la practicidad y tiro hacia adelante”.

Como Laura está ya en los 40 le preguntamos si en algún momento ha considerado la posibilidad de ser madre, y ella nos cuenta que “lo pensé profundamente precisamente en la época de la pandemia. Tenía entonces 37 y, con tanto tiempo como tuvimos para reconsiderar las cosas, este fue uno de los asuntos que me ocuparon. Llegué a la conclusión de que estoy contenta con mi forma de vida, a pesar de la precariedad de la que ya hemos hablado. No me apetece cambiar mi vida, así que no tengo ninguna intención de ser madre. Pensando, he visto que casi todas mis amigas de la juventud y la infancia que no tienen que ver con el teatro hoy son madres; de las amigas del teatro, casi ninguna”.

Mujer con los pies bien aferrados a la tierra, Laura sabe que tanto el trabajo como el factor suerte son componentes que inciden tanto en el aquí y en el ahora como en el futuro, y no va a cejar en su empeño de acabar viviendo, pensando y soñando con seguir siendo directora de escena hasta el final de sus días: “a veces pienso que si Eduardo Vasco no me hubiera dado clase el año pasado, hoy no estaría como su ayudante en Luces y tampoco habría podido dirigir Cumpleaños, pero hay también mucho esfuerzo, mucho trabajo de muchos años detrás que aunque a veces parece invisible, poco a poco va dando sus frutos”.

Cuestionario final

¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?

Que, de repente, me abandone la gente que ha confiado en mí.

¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?

Yo he trabajado siempre con la intuición y confío mucho en ella. Antes de entrar en la RESAD desconfiaba mucho de ello y me decía que tenía que haber algo más. Después de pasar por allí he llegado al convencimiento de que la intuición es casi todo. Puedes aprender mucho, leer mucho, te pueden enseñar muchas herramientas, pero, al final, hay algo que es la intuición, la confianza que tú le das a ese trabajo, que es lo que te hace tomar decisiones, aunque también es verdad que las herramientas que aprendes te proporcionan más salidas a los problemas que te pueden ir surgiendo en cada montaje.

¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?

Hay gente mayor que le suena y no sabe dónde meterse ni qué hacer para poder apagarlo. No me parece que haya que lapidarla por eso. Pero en el teatro se genera algo, un nexo común entre lo que pasa dentro y fuera del escenario y, si la gente que está en el patio de butacas está haciendo otra cosa, se pierde la experiencia, además de incumplir sus obligaciones como espectador. Si no va a estar atento, ¿qué hace allí? Sería mejor que se fuese si lo que le interesa es lo que aparece en el móvil. O sea, que a mí sí que me molesta…

¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?

(Se lo piensa un poco para acabar finalmente diciendo que…) Nunca me lo había planteado, pero creo que no. Uno puede definirse como quiera, otra cosa es la realidad. Hay gente que se cree de izquierdas y no lo son y gente de derechas que se cree progresista y tampoco lo es.

¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?

No. Ni dentro ni fuera del teatro. Es verdad que cada vez va teniendo más, pero falta mucho. Yo me he pasado mucho tiempo yendo de gira, de teatro en teatro, y he sido muchas veces la única chica del equipo técnico. Llegabas a los teatros y raro era el que tenía alguna mujer (que, por cierto, cuando había se agradecía porque, en general, son muy buenas profesionales). Sólo hay que ver la cartelera y reparar en los nombres de los directores y los dramaturgos, mayoritariamente masculinos. También hay muchos más personajes para hombres… No, la presencia de la mujer en el teatro no es equitativa. Y en la sociedad en general sucede otro tanto.

¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?

La pregunta es esta: ¿Cuál es mi estilo? No lo sé. Tampoco estoy tan segura de que haya que tener un estilo. Veo a varios directores o directoras y me digo, vale, este va por aquí o por allí. Y, a renglón seguido me pregunto, ¿y yo por dónde voy? No lo sé pero me interesa el teatro que te lleva reflexionar, a hacerte o responderte preguntas.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios