Como parte de Grumelot, Gaviño ha participado en montajes como Los brillantes empeños (dirigida por Pablo Messiez), #sobrejulieta, Malcontent (versión libre de La Duquesa de Malfi, de John Webster), Otro no tengo [Have I None] de Edward Bond (coproducción con Teatro en Tránsito, dirigida por Carlos Aladro), Cuando llueve vodka (texto de José Padilla, dirigido por Íñigo Rodríguez-Claro) o Pelín de victim (Intimidación punitiva), versión de la obra Playing the Victim de los hermanos Presnyakon (Rusia).
Junto a Íñigo Rodríguez-Claro formó la Compañía Grumelot Teatro poco después de salir de la RESAD, y, además de escribir, dirigir y producir sus propios montajes, hace ya varios años que abordan la investigación y la formación. Ambos han dirigido hasta este año en la Sala Nave 73 un programa formativo bianual para jóvenes actores que buscan actuar, escribir o dirigir. Ahora, en la tarjeta de presentación de la compañía desde su web, se presentan como artistas integrales de teatro: “escribimos, versionamos, actuamos… en función de las necesidades de cada proyecto”.
Carlota e Íñigo se conocieron hace ahora 25 años, como estudiantes de la RESAD. Cinco años después se hicieron pareja y, desde hace un tiempo, viven separados y tienen vidas sentimentales quizá más complejas, pero “seguimos siendo una familia en la vida, y somos padres de una hija”. “Nuestro trabajo -añade convencida-, siempre sucede en colaboración. Somos un equipo creativo que no puede funcionar sin el concurso de los dos. Ahora mismo, soy increíblemente feliz con mi pareja y a la vez, no entiendo mi vida sin Íñigo en casi ningún ámbito de mi existencia y especialmente en el del teatro. Nada de lo que yo hago deja a Íñigo fuera, y viceversa”.
Y con ella, con Carlota Gaviño compartimos charla, experiencias y vida en una mañana invernal, pero con el sol dándonos vida a través del cristal.
Vitalista, eternamente risueña, trabajadora infatigable y optimista -no sé si por naturaleza o por supervivencia-, Carlota es superexpresiva y no deja de mover manos y ojos a lo largo de toda la entrevista. Comienza contándonos el último emprendimiento en el que anda envuelta tras el reciente fallecimiento de su padre: levantar una especie de museo que recoja buena parte de los objetos artísticos de su colección (pintura fundamentalmente, pero no sólo….), en Santa Cruz de Tenerife: “Estamos buscando un espacio en el que el Instituto de Estudios Canarios Carlos Gaviño de Franchy, la asociación que hemos fundado a ese fin, pueda reunir y abrir al público la biblioteca y el archivo de mi padre y un pequeño espacio dedicado también a su figura. Reunirá una colección de arte muy curiosa relacionada con la cultura y con la historia de las Canarias, aunque también habrá piezas no vinculadas directamente con las islas…”. En esas está ahora Gaviño, con viajes semanales a la isla, por si su condición de madre, actriz, productora, directora, dramaturga, profesora e investigadora teatral fuese poco.
El verano de 2023 fue una especie de reválida para Grumelot porque tuvo que afrontar un reto poco habitual en el devenir de la compañía: “estuvimos en el Teatro Español de Madrid -continúa afirmando Carlota-, con Arder y no quemarse, un proyecto gigantesco que ha exigido de nosotros todo el esfuerzo y toda la atención del mundo. Para nosotros era un proyecto mastodóntico en términos de producción y de creación”. Y lo que, de primeras, constituía un reto acabó convirtiéndose en un éxito, tanto en el escenario como en el patio de butacas. Un año después, su último proyecto es todo lo contrario, una pieza íntima y de cámara para una sola actriz en la que Gaviño mano a mano con el compositor y músico José Pablo Polo, habitual colaborador de la Grumelot, aborda con alegría la luminosidad de El perro del hortelano de Lope para atravesar, precisamente, el dolor por la muerte de su padre: “Fue un encargo de LA Escena, el Festival de Teatro Clásico Español de Los Ángeles, que hemos estrenado allí en septiembre del año pasado y se ha convertido, creo, en mi trabajo más personal. Es una conferencia performativa que a partir de un análisis muy particular de la obra defiende que la ficción nos sirve para superar las dificultades que experimentamos en la vida y que gracias a ella es posible construir mundos más hermosos”.
Aunque este será su último año a la cabeza de la formación en Nave 73, la pedagogía y la investigación son pilares fundamentales de su trabajo. “Una ya tiene una edad -afirma con cierta coquetería la artista canaria-, y, poco a poco, se ha ido dando cuenta del paso del tiempo, de que ya somos mayores. Siendo profes (se refiere a Íñigo y a ella, claro) -y lo somos desde hace ya dos décadas-, es algo que se hace muy evidente. Nada más salir de la RESAD vimos muy claro que no queríamos separar la investigación, la creación, la actuación y la docencia. No podíamos dedicarnos a crear sin tener al mismo tiempo un espacio para poder reflexionar sobre eso y, además, compartirlo con otros. Y claro, cuando éramos muy jóvenes, nuestros aprendizajes, nuestras dudas, nuestras inquietudes o nuestros hallazgos, los compartíamos con gentes de nuestra edad, o muy parecida. Ahora ya no es así… Este año se cumplen 10 desde que arrancamos el bianual en Nave y hemos decidido con todo el amor que esta sea nuestra última promoción aquí para repensar cómo nos enfrentamos a la pedagogía y cómo continuamos con nuestro camino en la docencia y la investigación escénica”.
Tuvo un arranque muy gracioso en el mundo del teatro. Se educó en un pequeño colegio que todavía existe en Santa Cruz de Tenerife al que, en su momento, llamaron Colegio Montessori, en honor a la pedagoga María Montessori. Pero que no tenía nada que ver con el método al que dio nombre la pedagoga y que hoy está muy en boga: “Aquel era un colegio fundado en el barrio del centro de la capital por un viejo maestro canario que en su momento estuvo ligado a la Institución Libre de Enseñanza y que, por tanto y en compañía de su mujer y de un grupo de maestros, quiso transmitir su ideología librepensadora al colegio que había creado. Ahí me formé. Era un disparate maravilloso de colegio en el que los alumnos acabábamos poniendo las baldosas que se rompían en el patio, o pintando las paredes cuando hacía falta, y este tipo de cosas… En este centro había un grupo de teatro con los niños más mayores (12, 13, 14 años), y, cuando yo apenas si tenía cinco o seis años, una vez acudí a una de sus representaciones en compañía de mi madre. Por entonces hacía baile clásico y, en opinión de mi profesora de origen polaco, tenía un gran porvenir como bailarina. Ella me decía que en cuanto tuviera 12 o 13 años me iría a Polonia a bailar. Pero, de pronto, cuando vi aquella función de El sueño de una noche de verano del grupo de teatro de mi colegio, me cambió la vida”.
“En la representación actuaba también una niña de mi clase -continúa rememorando la artista canaria-, que era hermana de una de las chicas que integraban el grupo. En su papel no decía ningún texto al dar vida al personaje del niño por el que pelean Titania y Oberón. Yo me dije que quería estar allí, como mi compañera. Después de la representación fui a hablar con el grupo y me dijeron que allí sólo podían entrar niños de más de 10 años. Yo, que estaba educada en ese ambiente librepensador, me dije que eso era una discriminación injustificada y convencí a mi madre para pintar unas pancartas con las que hice una huelga diaria, a la salida del colegio, en donde me quedaba yo solita, y durante un rato, reivindicando que me dejasen entrar al grupo de teatro. No sé cuánto duró la protesta (en mi cabeza, muchísimo…), quizás fueron unos cuantos días, hasta que me admitieron” (Risas francas).
Una de las profesoras, Izaskun Legarza, con las que hoy todavía le une una profunda amistad, a pesar de la diferencia de edad, en cierta ocasión, y entrando al colegio, la llamó para hablar con ella. Era para comunicarle que se iba a hacer Peter Pan y el colegio quería que Carlota hiciese el papel de Wendy. “Ahí me cambió la vida, y fue cuando con cinco o seis años empecé hacer teatro”, recuerda más que emocionada la tinerfeña.
“Todos estamos produciendo más de lo que desearíamos por meras razones de supervivencia”
Quizás no en esos primerísimos momentos de contacto con el teatro, pero sí unos años después, preguntamos a Carlota cómo concebía el mundo del teatro, y cómo es el que se ha encontrado después de vivir algunos lustros en, de, por y para el teatro. La profesora y actriz nos confiesa que “creo que hay algo de la magia y de la emoción que yo imaginaba que existía, que existe y existirá siempre. Cada vez que lo pienso me emociono. Hay algo en el teatro que es inexplicable y que puede hacer por las vidas de las personas algo que no creo que puedan hacer otras disciplinas. Así es como yo lo vivo…”.
¿Y nunca te has parado a pensar qué habría sido de ti si hubieses tomado el camino de la danza?: “No. Nunca llegué a bailar profesionalmente porque, en cuanto el teatro se cruzó en mi vida, la danza dejó de ser mi primer anhelo… Tuve la suerte de que en ese grupo de teatro del colegio teníamos dos profesores, Izaskun Legarza y Jose Antonio Ramos Arteaga, que vivían el teatro con verdadera pasión y se ocupaban con toda el alma de los niños actores. Aunque seguí algún tiempo con la danza, incluso con un maestro y gran bailarín que hoy tiene un proyecto muy interesante y un espacio en Santa Cruz, Roberto Torres. Él precisamente me dijo un día que siguiese mi camino porque ‘tú quieres hablar, no bailar; tú quieres hacer teatro’, y me ayudó mucho a definir mi camino en ese momento en que te cuesta abandonar una cosa para dedicarte íntegramente a la otra”.
Así pues, no bailó nunca profesionalmente, ni cantó, pero si hoy es necesario hacerlo sobre el escenario Carlota no lo duda y se lanza a ello con la misma pasión que pone en cada una de sus actuaciones. De modo que -vuelve la artista a conectar con una de las preguntas anteriores-, “toda esa magia, esas posibilidades que el teatro, el lenguaje escénico y la ficción ofrecen, para mí son como siempre las había imaginado. Y luego creo que lo que no imaginaba, y es con lo que ahora trato de reconciliarme cada día, es la precariedad que atraviesa todo el mundo cultural en general, y las profesiones que se pueden encuadrar dentro de él. Lo acepto como lo que es, y no me duelo, ni me siento más sufriente que nadie. ¡Peor se está en la mina, verdaderamente, y en un sinfín de profesiones más!”.
Cada día ve la importancia de los medios de producción en la creación para el teatro y eso es algo que tampoco imaginaba y que, sin embargo, hoy se ha convertido en un motivo constante de preocupación. “Cuanto mayor se hace una, confiesa, más cuenta te das de que sólo con medios de producción adecuados puedes generar los productos artísticos que buscas. Y no sólo para tener una preciosa escenografía o un fastuoso vestuario, sino simplemente para poder dedicar tu propio tiempo a esa creación. La precariedad es tan grande que la mayor parte de los profesionales que nos dedicamos a la cultura estamos atareados todo el tiempo en hacer muchísimas otras cosas, además de ocuparnos de la creación”. Y para concluir con este capítulo, Gaviño afirma contundente que “todos estamos produciendo más de lo que desearíamos por meras razones de supervivencia. Todo eso es lo que no imaginaba, pero, repito, entiendo al mismo tiempo que todo ello hoy forma parte de la gesta de vivir del teatro”.
A la artista tinerfeña le resulta muy difícil pensar qué sería de ella si no existiese Grumelot. “Desde luego sería mucho más infeliz, para empezar. Estaría mucho más sola y no haber podido tener el soporte, el sostén de Grumelot durante toda mi carrera, no sé si me habría hecho dudar en muchas más ocasiones de seguir en la profesión. Tener una compañía es una base sólida para poder seguir luchando por un proyecto colectivo que hace que los momentos en los que dudas sean más breves”.
Últimamente -comentamos a Gaviño-, has trabajado con directores como Pablo Messiez, Alberto San Juan o Iñaki Rikarte; has escrito y dirigido varias propuestas con Íñigo Rodríguez-Claro para Grumelot y sigues sin dejar la enseñanza… Interpretar, dirigir, enseñar. Tres facetas que se nos antojan difícilmente compatibles y que, sin embargo, tú cultivas. Lo que no sé muy bien es con qué consecuencias… La artista canaria reflexiona un momento, ríe casi a carcajadas y nos dice que “eso suele llevarnos a la conclusión de que siempre necesitas a más gente a tu alrededor cuando te ves desbordada. A veces los equipos tienen que crecer para que tú puedas centrarte en una de las facetas”.
Volvemos, sin pretenderlo, a enfrentarnos otra vez con la precariedad. Es esta circunstancia la que obliga a creadores y artistas a tener que multiplicarse y ello va en detrimento de todos porque, yo estoy convencido de que Carlota Gaviño, además de una magnífica actriz, lleva dentro a una gran dramaturga que, sin embargo, no escribe tanto como nos gustaría. Ella también tiene el porqué: “no es nada fácil acomodarse para poder dedicar el tiempo necesario a cada proyecto. Tanto a Íñigo como a mí nos encanta escribir e, inevitablemente, algunos de los espectáculos que hacemos, también son textos dramáticos, aunque nosotros siempre trabajamos con la sensación de generar material dramático a partir de los mismos ensayos. Desde luego sentimos que, cuando generamos proyectos de Grumelot, siempre hay escritura. Pero, es verdad, poder darse los tiempos para la escritura no es nada fácil… Yo admiro mucho a José Padilla, paisano y dramaturgo al que por cierto conocí en la RESAD a pesar de que en Tenerife vivíamos a dos calles, que escribe no sólo magistralmente sino también con una velocidad de vértigo. Me recuerda a Lope de Vega y a Shakespeare… Sí, me gustaría mucho poder dedicar más tiempo a escribir y, en general, a pensar con más sosiego y a trabajar con más calma para cada proyecto”.
“El amor y la muerte son dos realidades de las que nadie se escapa”
Dos luchadores más, Carlota e Íñigo, en pos de ese objetivo de poder levantar espectáculos que no se fragüen en un mes como, por ejemplo, ha sido capaz de conseguir Pablo Messíez que monta una residencia, otra residencia y así se da tiempo para escribir y repensar… “Nosotros estamos ahora en ese intento. El espectáculo que hicimos para el Teatro Español estuvimos produciéndolo durante dos años. Pero, claro, sin dejar nunca la docencia que para nosotros ha sido siempre la principal vía de sustento. Al final sientes que dedicas un altísimo porcentaje de tu tiempo a cuestiones prácticas y muchísimo menos del que quieres a la creación”.
Estamos, o eso creemos al menos, en medio de un auténtico boom teatral. Los jóvenes que intuyen que lo suyo es el teatro, ¿buscan más la diversión, la formación o encontrar almas gemelas con las que enfrentarse al mundo? Carlota, que lleva ya más de dos décadas como docente, seguro que tiene una idea mucho más ajustada de esta realidad: “Yo miro siempre a las jóvenes generaciones con mucha esperanza y admiración. Si no los mirara con amor no podría trabajar con ellas y ellos como docente. Y, claro está, cada vez son más jóvenes porque mi distancia con el alumnado, año tras año, va creciendo… Antes daba clase a personas de 20 cuando yo tenía 25; ahora sigo dando clase a personas muy jóvenes, pero ya estoy muy lejos de los 25 (Ríe con ganas). En esa juventud veo muchas ganas de contar historias; muchas ganas de ofrecer nuevos lenguajes a la escena, y eso me interesa; muchas ganas de reflejar en la escena los cambios que está viviendo la sociedad. Y todo eso lo veo en los lenguajes de las jóvenes compañías…”. Y, para rematar su idea, Carlota conecta también juventud y experiencia al afirmar que “también veo al tiempo que sólo con la experiencia se puede acortar esa distancia de la que tú hablabas antes entre los sueños sobre la profesión y la realidad de la misma”.
Acaso por eso mismo, una de las cosas que más trata la artista canaria de llevar al ánimo de sus jóvenes alumnos es la idea de que no crean que van a triunfar ya en el primer o segundo año, o con alguno de sus primeros espectáculos “porque las carreras artísticas idealmente deben tender a ser largas, incluso muy largas, y miradas así da lo mismo qué espectáculo te salió bien, o muy bien, porque lo más importante es que cada uno de los que hagas sea el que quieres hacer y, además, que a partir de ahí estés entendiendo cada nueva cosa que haces. Y encajar también cada mirada del público y de la crítica sobre lo que haces porque, al final, no hay que dar demasiada importancia ni a las cosas que salen muy bien, ni a las que salen muy mal”.
Lo dice alguien con la suficiente experiencia como para certificar que, en España, las carreras artísticas no siguen una curva predecible. Carlota tiene como uno de sus grandes referentes a la Compañía Animalario, muy en boga en su época juvenil de estudiante de la RESAD, “y veo la trayectoria de todos sus miembros, en las distintas etapas que han ido recorriendo, repletas de subidas y de bajadas, y que, sin embargo, ahí siguen todos, haciendo montajes cada uno por su lado o, de repente, vuelven a reunirse para hacer algún trabajo común… Lo importante es la tenacidad, que los jóvenes no cejen nunca en seguir persiguiendo sus empeños”.
Nos interesa mucho saber el punto de vista de alguien que, como Carlota, conoce en profundidad la enseñanza pública del teatro a través de la RESAD, y ahora también desde la escuela privada de teatro. ¿Son éstas últimas una alternativa o un complemento de las públicas?: “Nuestros profesores de la RESAD nos decían que éramos unos privilegiados por poder cursar en las distintas ESAD esa formación, y sin pagarla personalmente. Y sí, efectivamente es así. Pero cualquier institución tiene sus pros y sus contras. Cuanto más grande es la institución y más rígidos son los principios por los que se mueve, surgen más contradicciones y más dificultades a posteriori para que la vida se abra paso. Como el teatro y las enseñanzas artísticas son tan efímeras, hay un tanto de misterio en eso, creo que las escuelas oficiales son fundamentales, pero las privadas han ido ganando muchas posiciones con el tiempo…”.
Hoy, considera Gaviño, no son excluyentes, ni alternativas, sino que, en muchos casos, suman y hay quien comienza por un sitio para acabar en el otro, y viceversa: “Hay alumnos que han hecho con nosotros los dos años que tiene establecido nuestro curriculum, y luego hacen la RESAD (cuatro años). Otros, por el contrario, comienzan por la RESAD y luego han hecho con nosotros esos dos años. Creo que, más que alternativas, son formaciones complementarias. Inicialmente sí pudieron ser enseñanzas alternativas que posibilitaban a los alumnos que no podían entrar en la RESAD hacer una formación que les permitiera hacerlo más adelante, pero ahora nuestra formación tiene un contenido muy similar al de las Escuelas Superiores de Arte Dramático y, al mismo tiempo, ofrecemos algo que es muy diferente y que tiene mucho que ver con la creación, pero también con formar perfiles que no estén superespecializados porque una actriz puede dirigir, diseñar iluminación, ser ayudante de dirección o hacer producción en una compañía y también desde un lugar creativo. No hay por qué estar hiperespecializado para formar parte del mercado teatral”.
“…Lo importante es la tenacidad, que los jóvenes no cejen nunca de seguir persiguiendo sus empeños”
Se habla de la verdad del teatro. Supongo que es uno más de los lugares comunes que se manejan. Entre otras cosas porque parece que los límites entre la verdad y la mentira se han diluido ya definitivamente. A Carlota, precisamente, le interesa mucho ese espacio en el que no aparece nada claro dónde está la verdad “porque, para nosotros, el teatro es la vida y en él es muy difícil delimitar qué pertenece a la ficción y qué a tu vida. Cuando uno lee piezas como La gaviota de Chejov o El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, ve como la vida forma parte de las ficciones también. Estamos haciendo ficción sobre nuestras vidas al tiempo que nuestras vidas están también en el teatro. Aunque es verdad que hay un cierto peligro de caer en hablar permanentemente de uno mismo, que es una tentación en la que caemos muchas veces los creadores. A mí ese ensimismamiento me interesa cada vez menos. Prefiero interesarme por intentar comprender la complejidad de la existencia humana, y aceptar que siempre hablamos desde nuestra propia experiencia”.
Y, en la vida del hombre, de la mujer, ¿hay alguna verdad absoluta?, pregunto. “No, ninguna”, afirma Gaviño taxativa. Pero inmediatamente repiensa su aserto y lo matiza para concluir ahora en que “el amor ocupa un lugar central en nuestras vidas, como la muerte. Si hay dos verdades absolutas en la vida de todos son precisamente esas: el amor y la muerte. Son dos realidades de las que nadie se escapa”.
Y seguimos jugando con las palabras y los conceptos, con las metáforas al interesarnos por saber qué adjetivo colocaría mejor al mundo que nos ha tocado vivir, el de loco o el de ciego. Para Carlota, “el de loco parece que le va mejor, pero tampoco olvidaría el de ciego. Me parece que hay algo de frenesí que define al mundo en el que vivimos. Hay algo de velocidad imparable y de dispersión que puede muy bien relacionarse con la idea clásica de locura. Estar fuera de uno, estar fuera de sí es hoy cotidiano, y el propio mundo está también fuera de sí mismo, queriendo ser algo que no está presente. Estamos como deslocalizados, al tiempo aquí y en miles de sitios a la vez. Al tiempo que tú y yo estamos manteniendo esta conversación, y antes o después atendemos a cuatro o cinco conversaciones más por WhatsApp… Me gustaría poder estar más en el presente, en el aquí y el ahora, pero mucho me temo que cuadro muy bien en este mundo tan loco, y ya empiezo a ser esta señora mayor que tiene mucha nostalgia de su pasado, de un mundo sin internet en el que la vida parecía un poco más humana…”.
Y, sin embargo, una actriz, directora, dramaturga, investigadora teatral e intelectual inquieta y atrevida, no ha sido aún profeta en su tierra: “no he tenido hasta ahora esa necesidad y, además, hay mucha dificultad en que eso pueda acabar siendo así, aunque no tengo ninguna intención en polemizar a este respecto. Yendo a los datos, por ejemplo, no he actuado nunca en el Teatro Guimerá, el gran teatro del siglo XIX de Santa Cruz de Tenerife. Lo he hecho únicamente en el teatro de Roberto Torres haciendo una pieza pequeñita, #sobrejulieta, y un monólogo de Íñigo Rodríguez-Claro, John Wayne, y alguna que otra experiencia loca sobre el almirante Nelson, a partir de un texto de José Padilla. Y estuve por vez primera en el Teatro Cuyás de Las Palmas con la gira de Lectura Fácil. Quizás sea porque me vine muy joven a Madrid y mi entorno ha estado aquí. Ojalá pueda pronto trabajar también allí”.
Cuestionario común
¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado?
Cualquier cosa que tenga que ver con la salud o el bienestar de mi hija. Siempre pongo a mi hija por delante de mí. Y lo hago con alegría porque eso me provoca un placer inmenso. Pero, al tiempo, el único momento en el que me bloqueo y me siento incapaz de gestionar la vida es cuando estoy preocupada por ella.
¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo?
Tiene que haber espacio para las dos cosas. Soy más de sumar, de añadir, que de elegir. El desorden y el caos son esenciales para la creación, pero sin el orden, sin pararse a pensar, es muy difícil darle forma a las cosas. Y el teatro se hace en la forma…
¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función?
He tenido pocas ‘tragedias’ con móviles estando yo en el escenario. No sé por qué, pero en unas funciones me resulta más difícil digerir el uso de móviles que en otras. Como espectadora me pasa otro tanto, aunque hay momentos en los que entiendo que una persona mayor no acierte a hacer callar a su terminal en plena función. Otra cosa, claro, es que alguien acabe de ultimar por teléfono la compra de un televisor, como me sucedió una vez en Jerez, en mitad de la función… Hay que tomarse estas cosas con cierto sentido del humor, aunque no siempre es fácil.
¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas?
Creo que sí. Y me cuesta reconocer y aceptar que las batallas políticas sean tan encarnizadas y que fomenten tanto la división ciudadana.
¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad o no?
Queda muchísimo por hacer, y en varios ámbitos. En todo caso, hoy hablamos mucho de visibilización y de presencia, y yo creo que a veces las cosas importantes no tienen que ver con que se vean o no. Especialmente con que se “vean” en redes sociales. Hay algo más allá, respecto a las mujeres, que tiene que ver con la estructura de cómo vivimos, y esa estructura sigue siendo tremendamente opresiva para las mujeres a través de formas muy sutiles y difíciles de identificar. Incluso para personas majas, inteligentes y hasta feministas. De lo que se trataría, para mí, sería de intentar desarticular esas estructuras mentales. Quizá el primer paso sea visibilizarlas, sí, pero el objetivo, claro, es desarmarlas.
¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta?
¿Cómo lo hago?, ¿cómo hacer todo esto a la vez y de la mejor manera posible?