Del instituto, Beatriz saltó directamente a la universidad, sin pasar por la RESAD porque entonces desconocía la existencia de esta escuela (“Nadie me había hablado de ella. No sabía que te podías formar de manera oficial como actriz o directora”). Apostó por la carrera de Publicidad porque varios miembros de su familia (su padre y su hermano mayor), eran publicitarios. “La publicidad me encantaba porque te exigía contar historias en pocas palabras y en muy poco tiempo. Yo viví en casa la época dorada de la publicidad en España…”. Como el de la cola eterna del cuponazo de la ONCE, le decimos, y Beatriz, siempre entusiasta, salta inmediatamente: “¡Sí, claro! Era de la agencia Contrapunto. Marcó todo un hito en la historia de la publicidad. Entonces veía con mucho amor todo lo que tuviera que ver con la publicidad y seguía con atención los Festivales de San Sebastián, de Cannes, etc. Para mí la publicidad de ese momento era una forma de contar historias y, desde el primer momento, me enganché a la publicidad porque me abría las puertas a la ficción. Entonces aún no era consciente de que había un centro público en el que poder estudiar teatro al cien por cien. Estaba estudiando mi tercer año de interpretación en Estudio3 y haciendo prácticas en una agencia de publicidad, y un día, de pronto, pasé con la bici por delante de la RESAD y me ilusionó la idea de apostar por ello”. Pronto se informó en detalle y al año siguiente ya estaba matriculada para estudiar Dirección. Para entonces, además de haber hecho prácticas en alguna agencia de publicidad y trabajar en una productora del medio, Beatriz ya estaba haciendo sus pinitos en el mundo del teatro, sobre todo en el campo de la improvisación. Tenía entonces 25 años y, con esa epifanía del gran teatro, encontró su lugar en el mundo. “Empecé a trabajar como ayudante de dirección de Denisse Despeyroux en La Pensión de las Pulgas, y más tarde —ya en el Centro Dramático Nacional (CDN)—, con Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales, y, poco después, en 2017, con Alfredo Sanzol”. En siete años de colaboración con Sanzol, Beatriz ha podido asistir al nacimiento, desarrollo y puesta en escena de 10 montajes con el hoy director del CDN, comenzando por La ternura (hoy todavía en cartel), hasta el último de los estrenos en el María Guerrero, La casa de Bernarda Alba, ahora en gira por España. “He tenido la gran oportunidad de trabajar mano a mano con uno de los dramaturgos y directores de escena que más admiro. Después de ver La calma mágica o En la luna Alfredo se convirtió en un referente. ¡Me encantaba todo su teatro, me chiflaba! Y cuando me llamó para ser su ayudante de dirección me hizo una ilusión enorme. No había otro autor o director con el que me apeteciera trabajar más. Esa llamada cambió muchas cosas y ahora celebro nuestros diez montajes juntos”. ¿El trabajo de ayudante de dirección es tan necesario como duro y oscuro porque muy poca gente repara en ello...? “Sí, es ingrato y, hasta cierto punto, no muy reconocido —nos confirma Beatriz—. Sin embargo, con Alfredo nunca me he sentido así, sino todo lo contrario: muy valorada, y siempre impulsada y apoyada. Ha venido a ver todos mis espectáculos (desde mis últimos trabajos en la RESAD hasta mis obras estrenadas en Exlímite o en la Quique San Francisco). Agradezco mucho su apoyo y seguimiento de mi carrera”. El destino también juega en la vida de las personas, claro, y Beatriz no oculta que es discípula, alumna, deudora del actual director del CDN, pero ¿qué hubiera sido de ti si no te hubieras cruzado con Sanzol en tu vida artística?, le preguntamos, a lo que la joven artista nos responde que “estoy segura de que si no hubiera podido conocer a Alfredo, habría venido a ver alguna de mis puestas en escena en las salas alternativas porque le veo siempre muy interesado en conocer lo que se hace en las salas off (Nave 73, Cuarta Pared, Exlímite…). Y estoy también segura de que, si le hubiera gustado mi trabajo (como de hecho ha sido), puede ser que hubiera podido darme también esta oportunidad de trabajar con él. Sé que, por ejemplo, cuando vino a ver Yelow Moon. La balada de Leila y Lee o Así habla el amor, le gustaron mucho, y que cuando conoció el texto de Breve historia del ferrocarril español, de Joan Yago (autor residente del CDN la temporada 2020-2021), pensó en mí como directora y le propuso mi nombre a Joan. ¿Lo hubiera hecho si yo no hubiera estado con él como ayudante? Eso nunca lo podré saber… Lo que está claro es que, si bien ser su ayudante ha influido positivamente para que confiase en mí como directora de la obra, también influyó en esa decisión los espectáculos que había visto míos y la colaboración tan intensa y cercana que hemos podido disfrutar en tantos proyectos suyos”. Antes y después de Breve historia del ferrocarril español, el acierto en la dirección de Jaén sobre la obra de Yago, es absolutamente indiscutible porque, además de ser más que ponderada por la crítica madrileña especializada en artes escénicas, el público ha agotado pronto las entradas de la Sala de la Princesa del María Guerrero, incluso en una segunda ocasión en la que ha vuelto a exhibirse en ella, en esta misma temporada. Nosotros la calificábamos en estos términos: “…viaje irónico, divertido, burlón, deslumbrante y lleno de desparpajo". “He dirigido esta pieza -prosigue Beatriz- planteando unos ensayos con las dos actrices muy horizontales donde la creación se convirtió en una responsabilidad de las tres en cuanto a la conquista de la forma. He abordado la dificultad del texto, creando más allá de él, y no limitándome a “montarlo”. Había que hacer un trabajo de inmersión profunda en todos los universos que el texto desplegaba para no quedarnos atadas a un simple “contar” … El peso informativo del texto requería de una puesta en escena y un derroche actoral de las actrices que lo impulsara y nos permitiera atrapar el interés del público”. Vayamos ya de lo personal a lo colectivo: ¿Como ves hoy la situación del teatro en general, y de los jóvenes artistas en particular en España?: “Tú mismo me decías con todo el cariño antes de comenzar nuestra entrevista que ‘ya tengo una edad’, y es cierto. Para los artistas de las Artes Escénicas hace falta llegar a estas edades para pensar con cierta solvencia en poder vivir de su trabajo. Antes es muy, muy difícil poder pensar en una independencia económica y en la posibilidad de poder sobrevivir en este oficio. A mí, al menos, me ha pasado eso… Y a muchos compañeros, ni siquiera eso. Yo, hoy por hoy, tengo la suerte de poder estar viviendo (o malviviendo), exclusivamente del teatro. Voy tirando con lo justo, pero me siento verdaderamente una afortunada”. Y, antes de pasar a otros capítulos, volviendo a Breve historia…, ¿crees que haber dado tanto en el blanco en tu primera gran propuesta teatral, puede llegar a ser un obstáculo para tu crecimiento como directora?: “En todo caso, prefiero estar en esa tesitura que en la contraria (ríe abiertamente). Si hubiera hecho un trabajo que no hubiera gustado, o no hubiera sido bien recibido o que, directamente, me hubiera cargado ese diamante en bruto que fue el texto que recibí, probablemente hoy estaría muy triste y, por el contrario, estoy la mar de contenta de saber que, a partir de aquí, lo que tengo que hacer es seguir haciéndolo bien. Ese es el juego, y a eso hemos venido. Me encanta mi trabajo, y desde ese respeto y ese amor por el teatro voy a seguir haciendo las cosas”. Desde luego, la intervención como directora de escena en Breve historia…, desde nuestro punto de vista, ha sido ejemplar porque pone en evidencia la importancia de la figura del director para potenciar un texto que, inicialmente, estaba pensado por el autor para ser presentado a una sola voz y, sin embargo, Beatriz vio claro desde el primer momento que, al menos, debían de ser dos. Para la madrileña, “yo me reuní con Joan Yago y, desde el primer momento, me dijo que, si yo pensaba que eso era así, que podía seguir adelante con esa especie de clase magistral, inicialmente concebida por el autor a una sola voz. Aunque tampoco el texto indica expresamente que eso tenía que ser así. Yo le dije que la veía más para dos actrices y le pregunté si me dejaba adaptarlo en ese sentido, y sin pensarlo, me dijo que adelante, que ‘vía libre’… Poco a poco fui mandándole la adaptación y siempre fue aceptando todo. El texto está claramente atravesado por las voces de tres mujeres, María Cristina de Borbón Dos Sicilias, Isabel II, y Corinna Larsen y la adaptación está enfocada en que sean esos tres personajes quienes brillen en escena en todo momento, interpretadas por dos actrices, Paloma Córdoba y Esther Isla”. Bien está lo que bien acaba, dice el viejo refrán español, y en el caso de Joan y Beatriz, no ha podido ser mejor porque uno y otra se admiran y se quieren mutuamente, “y cuando ya vino a ver el resultado final, poco antes del estreno, Joan se quedó bastante impresionado y hoy por hoy sigue encantado con la adaptación para dos actrices y la puesta en escena. Y ello hasta el punto de afirmar que ya no se lo imagina de otra manera. Creo, en fin, que una de las claves del éxito del montaje ha sido precisamente que el autor me haya dado toda la libertad del mundo para seguir adelante con mi mirada. No he tocado ni una sola coma del texto, más allá de un ligero recorte en el tercer acto para no exceder de las dos horas máximas que se permite en la Sala de la Princesa para no coincidir con la representación de la sala grande del María Guerrero; pero, en esencia, únicamente lo he adaptado para dos actrices… Aunque también la función de un director puede ser la contraria, es decir, sacar toda la imaginería a flote que tiene un texto sin mayores necesidades de adaptación. Pero si llegas al acuerdo con el propio autor, como ha sido el caso, de poderlo tocar mínimamente, miel sobre hojuelas”. La visión histórica del XIX y el XX español que brinda Yago en su texto es verdaderamente singular, y la hora y cincuenta minutos de diversión, de crítica ácida y desprejuiciada, dejan en el espectador un poso de interés creciente que invita a conocer más del tiempo y de los personajes a los que se alude. A la directora le sucedió otro tanto porque “los trapicheos entre los Borbones, las altas esferas económicas, las empresas, los personajes de la época…”, como el mismo Marqués de Salamanca, atraen por sí mismos y más aún en la conexión de ambiciones desmedidas que se crearon entre ellos. “Yo sigo mucho a Nieves Concostrina —añade la artista—, y muchas de esas anécdotas, muchas veces irreverentes, de la historia oficial, no me pillan de nuevas, pero en el texto de Yago, yo encontré un sinfín de historias y anécdotas que desconocía absolutamente y que me entusiasmaron hasta volverme la fan número uno del texto… Poco a poco me fui dando cuenta de la advertencia previa que Alfredo me lanzó cuando me propuso junto a Joan que yo dirigiera el texto. ‘¡No te asustes…!’, me dijo. Y en cuanto comencé a leer el texto me reí pensando en las palabras de Alfredo. ¡Menudo texto tan alejado de lo convencional! Me pareció muy difícil de inicio, pero a la vez, mientras lo leía, me vinieron a la cabeza un montón de imágenes, conceptos a explorar, preguntas y unas ganas enormes de sumergirme en su puesta en escena”. El montaje, que tiene claras concomitancias con Alfonso el Africano, llevado por el Club Caníbal a la misma Sala de la Princesa, no ha influido para nada en la propuesta de Jaén porque, a pesar de ser admiradora de la compañía, esa pieza no pudo verla porque le coincidió con otra obra que llevaba en marcha y “bueno, luego casi que no me vino mal no verla (ríe) porque con lo buenos y divertidos que son mis amigos de Club Caníbal no me los habría podido quitar de la cabeza”. La excitante aventura de enfrentarse a un textoDos colegas artistas, que han pasado también por este trance -llamémosle así-, de ser entrevistadas en estas mismas páginas, han dicho que ‘Una hace teatro como otros hacen pan o levantan un tabique’ (Cris Blanco), o que ‘después de haber disfrutado enormemente con los Max, después de haber vivido un momento maravilloso…, sin embargo, al día siguiente seguíamos limpiando los baños del local donde trabajamos’ (María Goiricelaya). ¿Hay actitudes más desmitificadoras que estas? Jaén, admiradora de las dos directoras citadas, comenta su forma de enfrentarse al día a día con esta reflexión: “Creo que quienes empiezan a dedicarse al arte dramático, cuanto más conquisten ese estar “a la sombra”, mejor. De esta manera puedes mantener más tiempo tu independencia creadora y crecer más libremente como artista. Lo que mola de crear y hacerte fuerte en esas difíciles sombras de la producción independiente es que cuando creas desde la honestidad, la investigación y la valentía, sí o sí, se produce un desvío de la atención hacia esas sombras mucho más poderosa. Y al final son esos proyectos los que saltan a los grandes teatros y hacen remover los cimientos de la creación teatral. Por supuesto, creo que deberían estar todas las puertas abiertas para la creación joven, pero ya que todos sabemos que esto no se da, hay que hacerse fuertes en los márgenes y resultar atractivos e interesantes desde ahí”. Con premios o sin ellos, preguntamos a Beatriz ¿en qué lugar del teatro de nuestro país te sitúas en este momento? “Siento que, al estar dirigiendo textos de otros autores, se me puede encuadrar con toda razón como directora de texto, pero me encantaría volver a dirigir procesos en los que yo pueda explorar mis propias preguntas y dónde pueda meterme también en procesos propios de creación. Pero, al tiempo, me encanta la posibilidad de dirigir textos de autores contemporáneos. De hecho, la próxima temporada voy a poder dirigir a otro joven autor, Adrián Perea, y estoy muy feliz ante esa posibilidad. Paralelamente, como actriz, sí que participo frecuentemente en procesos de creación y también los disfruto mucho, así es que reivindico lo uno y lo otro porque ambos trabajos ofrecen mucho interés para la dirección. Me fijo mucho, por ejemplo, en directores de escena como Iñaki Rikarte, que dirige textos ajenos, por un lado, y al tiempo, trabaja con su propia compañía, Kulunka Teatro, y las dos cosas las hace de modo ejemplar. Y hay docenas de directoras y directores que son capaces de coger un texto, enfrentarse a ellos con otra mirada, que es también el campo de acción como directora que a mí me interesa siempre explorar”. Me imagino a Beatriz cuando lee por vez primera un texto, le engancha y decide ver la posibilidad de llevarlo adelante…: “Si en esa lectura coincide que es potente tanto lo que dice el autor como lo que a mí me sugiere escénicamente, me parece que estoy ante una maravilla. Y si, como Breve historia…, es elegante, divertido, gamberro, nada panfletario, me parece que es una verdadera suerte que haya caído en mis manos. Cuando un texto está muy bien escrito, es mucho más fácil que pronto te vengan ideas a la mente y comiences a construir un imaginario que luego te va a ayudar mucho a hacer unos buenos ensayos y a poner en pie la obra. Y yo leo docenas y docenas de veces el texto porque, a medida que lo hago, se me van ocurriendo nuevas ideas. Ese momento de la preproducción me encanta porque me suscita un sinfín de mundos a explorar, la necesidad de buscar referentes, plasmar las ideas que se te van ocurriendo en mi querido cuaderno, compartir esas ideas con los compañeros o compañeras del equipo, o con mis amigos y amigas. Y, al tiempo, saber también qué ideas o imágenes les suscita la lectura del texto a los actores o con qué han fantaseado, porque a lo mejor sus ideas son más ricas que las mías”. Si hay una característica definida en la Beatriz Jaén directora es que no le gusta nada perder el tiempo en los ensayos: “¡Odio perder el tiempo, y más aún en los ensayos!”, nos confiesa, para seguir afirmando que “si hablas con actores o actrices con los que he trabajado, todos te van a decir lo mismo, que aprovecho muy bien el tiempo, que no me gusta perderlo. Y lo aprovecho para eso, para poner ya en escena lo mejor de la imaginería que hemos encontrado entre todos”. Ese trabajo cotidiano, el día a día de una directora de escena me interesa mucho y por eso planteo a Beatriz ¿qué es para ti el escenario?, ¿cómo te enfrentas a él cada día?: “Comienzo a sentirlo como mi casa. Me siento cada vez más segura en él, con muchas menos dudas que al principio de acercarme a este oficio. La sensación de soledad, sin embargo, la he sentido mucho más abiertamente en aquellos montajes en los que era, además de directora, productora. Cuando diriges, escribes y produces a la vez, como me pasó con Así habla el amor, esa sensación de soledad se pronuncia… Lo que no he hecho nunca hasta ahora ha sido dirigir y actuar al mismo tiempo. Admiro a quienes son capaces de hacerlo porque debe de ser muy difícil. Mi querida Sandra Ferrús, por ejemplo, lo hace, y, además, las dos cosas súper bien. Pero sí, en las autoproducciones, en las que inviertes mucho dinero, mucho tiempo, y tienes miedo de que las cosas no funcionen, de no poder llegar a recuperar lo invertido, la sensación de soledad en los márgenes de la creación, la sensación de abismo, te invade y a veces te puede llegar a desesperar. Quizás, también, cuando además de producir y dirigir, escribes, hay una sensación de fragilidad mayor porque te enfrentas a tus propias preguntas, fantasmas, deseos e inquietudes. Pero aún así, si una siente que tiene que contar algo y expresarlo escénicamente, tiene que hacerlo, hay que lanzarse. Como decía antes, las sombras pueden ser muy jodidas, pero hay que hacerse fuertes ahí y no esperar a que nos llame nadie”. Terminamos esta primera parte preguntando a la directora, actriz y dramaturga, sobre sus actuales intereses en este último aspecto, y Jaén nos asegura que está investigando sobre los datacenter, “todos esos centros inmensos donde se almacenan millones y millones de datos sin los cuales, ahora mismo, no podríamos dar ni un paso… El poder de esos edificios y a la vez su misterio y su fragilidad, me parecen asombrosos. Estéticamente, además, me parecen de una belleza hipnótica. Quiero explorar sobre su impacto en la vida de las personas y vincularlo a esta época nuestra que nos ha tocado vivir y que es una época amnésica que a la vez reverencia la memoria como jamás se había hecho antes. A la memoria se la quiere proteger a toda costa y estos edificios se erigen, como pirámides, para luchar contra ese temido olvido, pero ¿qué queremos salvar del olvido? ¿Qué necesitamos mantener a salvo para que, por milagro, un día pueda volver a la superficie del mundo? No sé cómo lo voy a hacer, pero tengo ya cuatro actrices con las que quiero trabajar, tengo definido ya ese espacio de trabajo donde me gustaría explorar todo esto: lo interesante es que el olvido puede ser una liberación y, como tal, puede abrir un espacio a lo inaudito. ¿Es por ello pertinente ahora reflexionar sobre cómo nos relacionamos con el almacenaje de datos? ¿Es por ello interesante redefinir el vínculo con nuestro pasado o nuestra identidad para recuperar su esencia más silvestre y liberadora donde, a veces, el olvido no es algo malo, si no algo necesario? Todo se guarda, todo se acumula, y explorar esa relación desde esta visión más “macro” de los datacernter creo que puede ser fascinante. Ahora mismo el resultado es lo de menos. Sólo pienso en adentrarme en preguntas que me puedan inquietar a mí y al equipo. Lo interesante es ver dónde nos puede llevar esta búsqueda”. Cuestionario común (Beatriz Jaén)¿Qué puede hacerte desmoronar en un momento dado? El silencio, el no poder hablar para reconciliarte con alguien, me duele mucho y lo llevo muy mal. Se produce ahí un agujero negro y misterioso en tu vida con el que tienes que aprender a convivir. ¿El artista debe ser metódico, ordenado, o visceral e intuitivo? Yo confío mucho en la intuición. En todo caso hay que alimentarla, saber escucharla. He pasado muchos momentos en los que no llegaba a entender qué me decía mi intuición. Luego, a partir de la intuición, planificarse, aplicar una metodología, es también muy necesario para que la intuición tenga un cauce de salida. ¿Te molesta mucho que los espectadores se olviden de apagar el móvil o se pongan a consultar las redes en plena función? Yo lo paso muy mal. Primero, pienso que lo mismo esos espectadores se están aburriendo. Luego, que lo mismo son mal educados. Lo paso fatal por todos lados, pero sobre todo por las molestias que ocasionan en los actores y actrices, que las más de las veces se dan perfecta cuenta desde el escenario. En las salas pequeñas el problema aún es mayor porque los actores se dan cuenta de absolutamente todo… ¿Se puede ser progresista y de derechas y conservador y de izquierdas? Me cuesta mucho entender el progresismo en decisiones que conllevan la bajada de impuestos, o la desatención en la sanidad o la educación públicas. Para mí el progresismo es un sentido de la comunidad muy fuerte, con un sentido del no dejar a nadie atrás, y creo que el progresismo tiene que ver con unos ideales que suele defender más la izquierda… No me casa muy bien progresismo y conservadurismo. ¿Tiene la mujer presencia suficiente en todos los ámbitos de la sociedad? Vamos teniéndola. Cada vez más, cada vez mejor, y cada vez con más seguridad. Trabajo le ha costado a las mujeres conseguir todo eso. Y las que llegamos ahora le agradecemos su lucha a las que han venido antes. Y por supuesto, cogemos el relevo y seguimos en la lucha. Las mujeres se lo han currado mucho para merecer estar ahí, y seguir estándolo. No tienen que darle gracias a nadie…. Hay mucho por hacer todavía, y mucho para que no se dude de que lo que se está haciendo se está haciendo está bien y es necesario y beneficioso tanto para los hombres como para las mujeres. ¿Qué pregunta te haces a ti misma con frecuencia y aún no has encontrado la respuesta? Me pregunto muchas veces si realmente existe el perdón, la reconciliación o si no existe, y hay que vivir con ello.
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