Este sábado entra en vigor la imposición de un arancel del 125% por parte de China sobre productos procedentes de Estados Unidos, una medida que actúa como respuesta al incremento arancelario del 145% impuesto por la Administración Trump.
La nación asiática ha dejado claro que cuenta con "una voluntad firme" y "recursos abundantes" para enfrentar esta situación "sin temor". Desde Washington, se califica este movimiento chino como un "error", argumentando que Pekín está optando por la vía de las represalias.
Lin Jian, portavoz del Ministerio de Exteriores chino, declaró el viernes que "no deseamos una guerra comercial, pero tampoco le tenemos miedo". En su intervención, exigió a la Administración estadounidense que "abandone las presiones" si realmente pretende resolver las tensiones mediante el diálogo. Este enfrentamiento entre las dos economías más poderosas del mundo tiene raíces profundas, aunque ha escalado rápidamente desde que Trump anunció el miércoles pasado una pausa de 90 días en su ofensiva arancelaria global, manteniendo intacto el pulso contra el gigante asiático.
El presidente estadounidense suspendió los llamados "aranceles recíprocos", aplicando un gravamen universal del 10% a nivel global, mientras que a China elevó los aranceles hasta el 125%. Sumado a un 20% previamente impuesto relacionado con el fentanilo, el total alcanza el 145%.
Un conflicto con más de 5 años de historia
La disputa comercial entre ambos países inició formalmente en 2018, cuando Trump, durante su primer mandato, impuso los primeros gravámenes a productos chinos. Xi Jinping respondió inmediatamente, desencadenando uno de los conflictos arancelarios más significativos de las últimas décadas. Desde que Trump regresó a la Casa Blanca el 20 de enero tras su victoria electoral, este enfrentamiento ha adquirido una intensidad sin precedentes.
Durante su segundo período en el Despacho Oval, Trump ha centrado sus esfuerzos en implementar una política proteccionista con el objetivo declarado de incentivar el retorno de las industrias que trasladaron su producción fuera de EE.UU. Al mismo tiempo, ha utilizado cuestiones como la lucha contra la inmigración ilegal y el tráfico de drogas, especialmente el fentanilo, para justificar la imposición de aranceles a países como México y Canadá, con quienes existe un acuerdo de libre comercio.
Según palabras del propio mandatario, la palabra "arancel" es "la más hermosa del diccionario". Durante su primer discurso presidencial el 21 de enero, definió a los países BRICS (entre ellos China), además de Canadá y México, como objetivos prioritarios de su estrategia económica. El uso de aranceles no solo busca el retorno de empresas al territorio estadounidense, sino también fortalecer la seguridad fronteriza y combatir el flujo migratorio.
Aranceles como herramienta de negociación
Desde su regreso al poder, Trump ha empleado los gravámenes como moneda de cambio para lograr acuerdos ventajosos con diversas naciones, incluidos México, Canadá y Colombia. Su objetivo declarado ha sido blindar las fronteras y deportar migrantes indocumentados, utilizando las tasas como palanca diplomática. Sin embargo, esta estrategia ha generado fluctuaciones constantes en la aplicación de aranceles, con aumentos y reducciones según las necesidades políticas y económicas del momento.
El jueves anterior, la Casa Blanca confirmó oficialmente que los gravámenes impuestos a China ascienden al 145%. Esto se debe a un decreto ejecutivo que establece un aumento del 125% en los aranceles, sumado al 20% ya vigente desde principios de marzo, destinado específicamente a contrarrestar el tráfico de fentanilo.
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