El BCE afronta hoy una de las reuniones más difíciles desde hace tiempo. Antes de que estallase la guerra en Ucrania, el escenario central del BCE apuntaba a una reducción de los programas de compras de activo primero, para comenzar a subir los tipos después. En el mes de diciembre el BCE presentó su plan para finalizar el Programa de Compras de Emergencia por la Pandemia (PEPP) en marzo de 2022 y, para evitar un efecto brusco, decidió mantener bajo el amparo del programa de compra de activos (APP) compras netas al mes en 40.000 millones en el segundo trimestre, 30.000 millones en el tercer trimestre y a partir del cuarto mantener compras netas mensuales por 20.000 millones. Ahora el BCE tiene que incorporar en su política la guerra en Ucrania y un mayor tensionamiento de los precios. La semana pasada uno de los miembros del Comité Ejecutivo decía que había que integrar en las actuaciones del banco los últimos datos de inflación que en el mes de febrero se situó en el 5,8%, con la energía subiendo un 31%, los alimentos un 6%, y la inflación subyacente subiendo hasta el 3%. El vicepresidente de la Comisión Europea augura una ralentización de la recuperación económica con un impacto directo en los precios de la energía y de las materias primas. El BCE tendrá que planificar como responder ante un posible horizonte de estanflación y decidir si orienta su política para hacer frente a la inflación o respalda el crecimiento. Posiblemente el BCE opte por un mensaje de mayor flexibilidad monetaria y que las decisiones podrían ir cambiando en función de la evolución de la guerra y sus consecuencias en los mercados y la economía.