El ganador de la carrera por la Casa Blanca se enfrentará a una generación de estadounidenses con ingresos más bajos a la vez que luchan por volver al trabajo debido a la crisis sanitaria. Aproximadamente la mitad de los 22 millones de estadounidenses que perdieron su empleo durante la pandemia todavía están sin trabajo.
Las nuevas contrataciones se están desacelerando, lo que debilita las perspectivas de que muchos trabajadores puedan encontrar un empleo. Empresas del sector servicios, que supone dos tercios del PIB, anticipan que se van a producir más despidos en un momento en el que las ayudas del gobierno ya no existen.
Los pagos directos en efectivo auspiciados por la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por Coronavirus (Ley CARES) que suponía una ayuda adicional de 600 dólares semanales a los beneficios de desempleo expiraron a finales de julio. Los índices de pobreza han aumentado hasta el 16,7% en septiembre desde el 15% de febrero. Entre marzo y mediados de verano más de 420.000 pequeñas empresas han cerrado, un ritmo tres veces mayor que la media.
El desafío es asegurar el futuro de los estadounidenses. Los demócratas del Congreso y la Administración Trump están negociando un paquete de estímulo fiscal, pero todavía no se ha alcanzado un acuerdo. Ambos candidatos presidenciales se han comprometido a apoyar de una forma u otra a trabajadores, pero en cualquier caso será necesario contar con la aprobación del Congreso. Todo apunta a una elevada participación en las elecciones, un reflejo más de la preocupación por el futuro.