Después de que la pasada semana lo hiciese el BCE, esta semana lo hará la Fed. La institución monetaria se encuentra dividida sobre cómo responder a la fuerte subida de los precios con la nueva complicación del aumento de las infecciones por coronavirus y una cadena de suministro mundial que puede encaminarse hacia más dificultades que induzcan a una mayor inflación. Es probable que su discurso vaya en la línea de que la fuerte recuperación de EE.UU. y su planificación para un eventual cambio de política, siguen en marcha. Sin embargo, los nuevos riesgos, que amenazan con una ralentización del crecimiento y una subida de los precios, hacen que el halagüeño futuro previsto en junio parezca ahora menos probable.
El debate sobre cómo abordar la política monetaria postpandémica acaba de comenzar y no es de prever que se tomen decisiones antes del otoño. Con todo, desde su última reunión, lo que parecía un escenario propicio para ese debate se ha visto empañado por la cuadruplicación de las infecciones. Aunque lo peor del nuevo brote se concentra en las comunidades menos vacunadas, puede cambiar la disposición de los consumidores a gastar y viajar, y menoscabar con ello la fe en la recuperación. En este sentido, ayer Goldman Sachs recortaba su pronóstico de crecimiento económico de EE.UU. para el resto del año en un punto porcentual citando una recuperación más lenta de lo esperado en el sector de servicios.