El presidente de Estados Unidos por fin anunciaba ayer el primer borrador de la prometida reforma fiscal. Las claves, reducir los impuestos para las empresas y personas de altos ingresos pero, como era de esperar, sin ofrecer detalles sobre cómo compensar los recortes sin aumentar el déficit federal. El equipo encargado de la reforma, conocido como Big Six, presentaba ayer el documento denominado “Marco unificado para arreglar nuestro fallido código fiscal”, que trata de satisfacer a todos. Para ello, según las primeras versiones, recorta el impuesto de sociedades del 35% al 20%, rebaja el tope de los más ricos del 39,6% al 35%, baja la presión de los pequeños propietarios de empresas hasta el 25% y duplica la deducción mínima (situada ahora para una familia de cuatro miembros en torno a los 12.000 dólares). A ello se añaden medidas destinadas a favorecer la repatriación de capital y una simplificación de los tramos fiscales, que pasan de siete a tres (10%, 25% y 35%). El objetivo ahora es que ahora pase el corte del Congreso y del Senado y no sufra los mismos obstáculos que el frustrado plan de reforma sanitaria. La cuestión es cómo se va a compensar la bajada de impuestos con nuevos ingresos, de forma que no se dispare una deuda que está a punto de alcanzar los 20 billones de dólares. La negociación entre republicanos y demócratas en las cámaras legislativas promete ser intensa.