El nivel de satisfacción que el presidente de la Reserva Federal mostró ayer en su comparecencia semestral ante la Comisión de Finanzas del Senado, se resume en sus propias palabras: “progresos considerables”.
Claro que no dejó de advertir. Siempre es prudente hacerlo, más aún cuando te declaras “dependiente de los datos”, un mantra que los banqueros centrales han acuñado y repiten hasta tal punto, que como algunos analistas manifiestan temer, detrás de la letanía puede ocultarse algo más serio.
Se refieren a que realmente el problema actual de los banqueros centrales es que no saben lo que han de hacer.
La economía norteamericana se está normalizando. Eso quiere decir que modera su crecimiento. Muchos de los indicadores se comportan ya tendencialmente ajustando los excesos que se derivaron de la política fiscal con la que se abordó la pandemia.
En el políticamente sensible mercado de trabajo, el número de ofertas de empleo por solicitante, importante indicador anticipado, ya está cerca de su nivel promedio, y las demandas de subsidios de desempleo llevan varias semanas subiendo.
De ahí que el presidente demócrata de la Comisión le advirtiese al respecto, a lo que el banquero respondió que lo tiene muy presente, para confirmar que el siguiente movimiento de tipos sería “probablemente” a la baja. Mucho tendría que pasar para que el 31 de julio, no diesen evidencias suficientes para que el mercado descuente ya como firme un recorte el 18 de septiembre.
Está muy cerca de las elecciones, pero nadie duda de las preferencias políticas del presidente de la FED, repetidamente amenazado por el candidato republicano. Independientemente de quién sea el oponente.
Si (
No(
