La reacción al alza de la libra de la sesión de ayer fue llamativa porque no respondió a nada en concreto. Recuperó contra el dólar y contra el euro, de modo que no hay duda que detrás está el interés por la divisa británica. ¿Seguirá? No es fácil. Sirva como ejemplo de cómo de volátiles son las convicciones de los agentes.
Lo que observamos estos días, y ya lo apuntamos en nuestra nota del lunes, es que en las antesalas de las mesas de contratación cada vez hay más preguntas acerca de que pasa si todo lo bueno que se espera para el euro, resulta estar ya descontado y se malogra de alguna forma. El BCE esta comprando la deuda justa para mantener controlados los diferenciales de los bonos de mayor riesgo frente a la referencia alemana, signo de que las preguntas, que subrayan dudas, no han pasado todavía de las antesalas a las salas.
Si pasase, veríamos al BCE incrementar sus compras en lugar de reducirlas como hace. Sería una señal. Mientras, los gobiernos siguen emitiendo para cubrir sus inmensas necesidades y aprovechando para alargar la vida media de su deuda y abaratar su coste. Los inversores la adquieren con la tranquilidad de que hay un gran comprador con efectivo suficiente para adquirírsela regularmente y con potencia adicional para apagar cualquier incendio. Y esta es toda la convicción. Por eso importan tan poco los datos. Estamos en un periodo dominado por inversores minoristas, donde los grandes continúan sin tener claro el sentido de sus apuestas y como consecuencia se hace más probable un giro inesperado que en circunstancias normales.