En el BCE y en la Fed tienen las cosas claras. Al menos es lo que se deduce de las declaraciones de destacados miembros de ambas instituciones. Ayer, el presidente del BCE afirmaba en el Parlamento Europeo que el banco central seguía comprometido a preservar el sustancial grado de expansión monetaria necesario para asegurar una sostenida convergencia de la inflación hacia niveles por debajo, pero cerca, del 2% en el medio plazo. Otro miembro del consejo de gobierno del BCE, el gobernador del Banco de Francia, pronunciaba al mismo tiempo una conferencia en Madrid, y sus palabras apuntaban en la misma dirección de continuidad en la expansiva política monetaria europea, al señalar que el BCE tiene muchas opciones abiertas sobre el tamaño y la duración de instrumentos, como su programa de compras de activos, para lidiar con incertidumbres como el "Brexit" o la victoria de Donald Trump, y que entre las opciones estaban excluidas "tanto una parada repentina de su contribución a nuestra política expansiva en marzo, como la continuación de la misma contribución para siempre". Mientras tanto, en la FED se empieza a considerar que el aumento del gasto que plantean las políticas del presidente electo puede ayudar a reducir la carga de la Fed como soporte de la recuperación económica, una petición que de forma reiterada ha hecho el presidente del BCE a los gobiernos europeos. Lo decía ayer su vicepresidente, que también señalaba que el alza del dólar no desviará a la FED de sus objetivos y no evitará que la FED “haga lo que tenga que hacer”.