La invasión de Ucrania por parte de Rusia y las consiguientes repercusiones económicas han alimentado la inflación en todo el mundo, especialmente a través del aumento de los precios de la energía y los cereales. Mientras la inflación en la zona euro se acelera, altos responsables del BCE siguen insistiendo en que el aumento es temporal, describiendo la alta inflación como un "shock" importado que se desvanecerá con el tiempo.
Se desvanezca o no, lo cierto es que los datos que se van conociendo son cuanto menos preocupantes. En nuestro país, el IPC adelantado aumentó un 9,8% interanual en marzo, su ritmo más rápido desde mayo de 1985 y un incremento notable desde el 7,6% de febrero. El IPC armonizado también mostró una subida del 9,8% interanual.
En Alemania, los precios del petróleo y el gas han llevado la cifra de inflación máximos de 40 años. Los precios al consumo armonizados subieron un 7,6% interanual, lo que supone un fuerte aumento respecto al 5,5% de febrero. Según la oficina de estadística, la última vez que se registró una tasa de inflación igual de alta en Alemania fue en otoño de 1981, cuando los precios del petróleo se dispararon como consecuencia de la primera guerra entre Irán e Irak.
Es cierto que los bancos centrales se enfrentan a un complicado dilema de política monetaria entre mantener la calma en medio de las turbulencias del mercado y responder a las crecientes presiones sobre los precios. No obstante, no son pocas las voces, sobre todo alemanas, que consideran que el BCE no tiene más remedio que empezar a endurecer la política monetaria ya que existe el riesgo de que su reacción posterior tenga que ser aún más drástica.