El 19 de enero EE.UU. alcanzó el techo de su deuda pública, establecido en 31,4 billones de dólares, y cuya ampliación tiene que ser aprobado por el Congreso de EE.UU. La Administración Demócrata lleva desde entonces reorganizando partidas de gastos y acelerando la recaudación fiscal para poder seguir haciendo frente a sus pagos y mantener abierto el gobierno federal, pero estos ajustes tienen un efecto temporal. Asimismo, ha intentado en varias ocasiones negociar un aumento del techo de deuda con la mayoría republicana en el Congreso, pero la parte más radical de los Republicanos exige sustanciales recortes del gasto público que los Demócratas consideran inasumibles.
El Presidente de la Cámara de Representantes y líder republicano, está tratando de lograr el apoyo de 218 de los 222 miembros republicanos para respaldar un proyecto de ley que aumentaría el límite de endeudamiento en 1,5 billones de dólares. Sin embargo, la propuesta tiene pocas posibilidades de ser aprobada por el Senado que está controlado por los Demócratas. El Presidente norteamericano ha insistido que el Congreso eleve el techo de la deuda sin condiciones, como lo hizo tres veces durante el mandato del anterior Presidente republicano. En esta ocasión la polarización política puede hacer más complejo el proceso, y las implicaciones económicas globales de un fracaso podrían ser muy importantes si se produce un potencial impago de deuda por parte de EE.UU.