El Banco de Inglaterra se sumó ayer a la Reserva Federal y al BCE al dar un leve giro en las expectativas de política monetaria e indicar que prevé que los cuellos de botella que tensan la oferta se desatascarán en los próximos meses, con lo cual se reducirían las presiones de inflación. El BoE dejó sin cambios su tipo de interés de referencia, en contra de las previsiones del mercado, que esperaban que el organismo se convirtiese en el primer banco central importante en elevar los costes de endeudamiento en vista de los persistentes aumentos en los precios. Se espera que la inflación "se disipe con el tiempo, a medida que disminuyen las interrupciones de suministros, los reajustes de la demanda global y los precios de la energía dejen de subir", dijo el BoE en su comunicado. La entidad señaló que se centrará en las perspectivas de inflación a medio plazo para ignorar los factores que probablemente son transitorios.
Los grandes bancos centrales parecen estar reafirmando su compromiso con uno de los objetivos clave de la política monetaria desde el inicio de la pandemia: mantener bajos los costes de los préstamos el tiempo que sea necesario hasta que las familias y las economías vean el final de la crisis. Al mismo tiempo, están rechazando al unísono la idea de que se necesitarán tipos de interés más altos para combatir la alta inflación y ahora vinculan sus políticas monetarias estrictamente a la expectativa de que los problemas en las cadenas de suministro globales terminarán por solucionarse.