La decisión que ayer adoptó el BCE en su reunión de política monetaria estaba descontada en los mercados. La institución no modificó su política monetaria y mantuvo sin cambios sus abundantes estímulos monetarios a pesar de las dudas sobre cómo podrá retirar su apoyo una vez que la economía de la zona euro vuelva a abrirse. Es de esperar que el crecimiento se recupere rápidamente a partir de mediados de año, a medida que se controlen las infecciones por COVID-19, se acelere el ritmo de la vacunación y se eliminen las restricciones, lo que plantea interrogantes sobre cuánta ayuda del BCE seguirá siendo necesaria.
Su presidenta, en la rueda de prensa posterior a la reunión, señalaba que la incertidumbre se mantiene, y que los datos y sondeos sugieren que la actividad económica se habrá contraído en el primer trimestre, aunque espera una vuelta al crecimiento en el segundo trimestre. Lagarde considera que aún es prematuro discutir una reducción del estímulo, pero es previsible que en la reunión del 10 de junio, los miembros del comité tendrán que decidir si frenan la compra de bonos, incluso si eso significa dejar que los costes de los préstamos suban.
Al ritmo actual, es probable que el BCE agote su cuota de compras, antes de la finalización prevista de su Programa de Compras de Emergencia Pandémica el mes de marzo del año que viene. La decisión de junio será, por tanto, una señal crucial para saber si el PEPP, de 1,85 billones de euros, puede concluirse a principios del próximo año.