En solo unas pocas semanas, el equilibrio de poder en los principales bancos centrales del mundo se ha desplazado hacia los conservadores, anunciando la mayor ola de políticas más restrictivas en años. Sin embargo, la rápida retirada de las “palomas” frente a una inflación altísima aumenta el riesgo de un error de política, ya que los fundamentos económicos no están cambiando tan rápido como el sentimiento político. El problema es que los bancos centrales están bajo presión social y política para hacer frente a la subida de los precios que minan los ingresos de los hogares y erosionan la riqueza. Pero la política monetaria es ineficaz para frenar las presiones de los precios a corto plazo y una acción ahora solo comenzará a surtir efecto cuando sea probable que la inflación retroceda bruscamente de todos modos. Aun así, el Banco Central Europeo puso el jueves pasado sobre la mesa un aumento de tipos para 2022. Los inversores interpretaron las palabras la presidenta del BCE como una señal de que el BCE endurecería su política monetaria en breve, y contrastan con las mantenidas hasta el pasado jueves en las que se mostraba paciente con la inflación y en la práctica descartaba una subida de tipos este año. El cambio está siendo interpretado por los mercados como un paso atrás y un error en la política de comunicación, y que, a pesar de tratar de suavizar y aclarar sus palabras el pasado lunes, uno de los efectos es que los rendimientos de la deuda pública han mantenido sus ganancias, y el BCE ha perdido credibilidad en su mensaje.