Esta semana, la agencia de planificación estatal China anunciaba que intentará lograr “un buen comienzo” en el primer trimestre para su economía, sugiriendo que las autoridades podrían implementar más medidas de estímulo en el corto plazo. La economía china se desaceleró en el 2018. La guerra comercial con EE.UU. ha generado incertidumbre sobre las perspectivas de crecimiento a corto plazo. Se pronostica que Pekín va a reducir su objetivo de crecimiento a entre un 6% y un 6,5% este año, tras el 6,6% previsto en 2018, la tasa más baja de expansión que haya visto el país en 28 años. Medidas adoptadas el pasado año, desde grandes proyectos ferroviarios a recortes de impuestos, no parecen haber tenido impacto, y algunos datos recientes sugieren que la actividad se está desacelerando más rápidamente de lo esperado, entre ellos, unas exportaciones que en diciembre registraron su mayor caída en dos años. Ayer, una inyección récord de 83.000 millones de dólares al sistema financiero del país tratando de evitar una escasez de liquidez, ha venido a aumentar la preocupación. El Banco Popular de China dijo que la inyección busca asegurar que haya fondos suficientes en el sistema financiero, tensionado cuando los pagos de impuestos llegan a su nivel más alto a mediados de enero, y por el aumento de la demanda en efectivo antes del Año Nuevo Lunar que comienza en febrero. Las inyecciones de liquidez son comunes en esta época del año, pero la suma es mucho mayor de lo habitual y tiene lugar después de que a comienzos de este año se anunciase una reducción de 100 pb en el coeficiente de reservas de la banca.