Tardaron mucho los bancos centrales en admitir que la inflación no era un fenómeno pasajero. Los gobiernos, una vez que es evidente el cierre prácticamente total del gas ruso, quieren reaccionar lo antes posible para evitar que un alza sin control de los precios de la energía pueda provocar una recesión más profunda al atacar directamente a la demanda. Al fin y al cabo, ellos han de presentarse a elecciones.
Se está discutiendo, y filtrando, la posición de cada país de cara a la cumbre del viernes que tendrá que, al menos, apuntar por dónde y cómo frenarán el impacto, y es que, aunque los bancos centrales continúen en pleno combatiendo la inflación, los gobiernos saben que ahora es tiempo de tomar medidas que eviten que la inflación derive en una profunda recesión. Si en su momento se intervino para salvar el balance de los bancos, ahora la tarea es más compleja, y se trata de dar soporte a empresas y consumidores.
La dificultad radica en que ha de hacerse desde los
presupuestos, y en un momento donde los bancos centrales se están retirando de comprar deuda cuando no la venden directamente como los norteamericanos. Afortunadamente los inversores creen que se controlará la inflación y están adquiriendo, no sin ser selectivos, deuda con rendimientos que hace unos meses, ni soñaban. Mientras este mercado esté controlado, los gobiernos pueden seguir especulando acerca de como cada uno atiende su problema. Parece difícil una solución común, aunque si se darán unas pautas, pero habrán de encontrar un equilibrio para no generar inflación con las ayudas, no vaya a ser que a la inflación no la mate la recesión.