Alemania, cuya economía será la única de los países del G7 que se contraerá en 2023, comienza el año con incertidumbres políticas y con inquietud por la demanda global. El FMI predice que la economía se contraerá en 2023 y pronostica un crecimiento de un 0,9% para 2024, una cifra inferior al promedio de 1,4% de las economías desarrolladas. Entre los principales factores que han condicionado el crecimiento están el aumento de los costes energéticos, una menor demanda global y la subida de los tipos de interés. A nivel interno, tanto los agricultores y camioneros, así como los maquinistas ferroviarios están en huelga por el recorte de los subsidios al diésel y por disputas salariales. En lo político, el gobierno sufrió un duro golpe en noviembre cuando el Tribunal Superior desestimó sus planes presupuestarios para 2024 y se ha visto obligado a revisar el presupuesto con una significativa reducción en el gasto. Tres importantes institutos económicos alemanes recortaron sus previsiones de crecimiento para 2024 argumentando que la crisis presupuestaria estaba retrasando las reformas estructurales como la reducción de la burocracia y la modernización de los servicios públicos. En cuanto al sector exterior, la economía germana es muy sensible a la demanda externa, y particularmente de China. Las interrupciones del transporte marítimo en el Mar Rojo y la escalada de tensión el Oriente Medio podrían nublar todavía más las perspectivas económicas entre la recesión y el estancamiento.