La administración Biden mostró recientemente su apoyo a una Reserva Federal independiente, después de que surgiera un informe de que el candidato presidencial republicano está evaluando formas de ejercer un mayor control sobre la política monetaria estadounidense. El mes pasado Wall Street Journal publicó que funcionarios anónimos de la primera administración de Trump habían redactado un documento destinado a diluir la independencia de la Reserva Federal durante un posible segundo mandato de Trump.
Entre sus ideas: obligar al banco central a consultar al Presidente sobre las decisiones sobre tipos de interés y permitir que la Casa Blanca destituya al actual presidente de la Fed antes de que termine su mandato en 2026. La campaña de Trump restó importancia al plan, pero, de implementarse, cualquiera de esas propuestas representaría la mayor limitación política para la Reserva Federal desde que los secretarios del Tesoro dejaron de formar parte de su junta en 1935. Además, hay un obstáculo práctico: la gobernanza de la FED está consagrada en la Ley de la Reserva Federal, cuyos cambios requieren la aprobación del Congreso.
Sin embargo, incluso suponiendo que eso pueda lograrse, someter la función clave del banco central al control de la Casa Blanca sería desastroso para la economía. Y como la percepción también importa, socavar la independencia de la autoridad monetaria más poderosa del mundo perturbaría los mercados financieros, que utilizan los tipos oficiales estadounidenses como criterio clave para fijar el precio de la mayoría de los activos, y amenazaría el papel del dólar como moneda global preferente.