Ayer, la Oficina Estadística de la UE, Eurostat, confirmó que la economía de la zona euro se contrajo un poco menos de lo que se había estimado inicialmente en el segundo trimestre, pero la caída sigue siendo la más pronunciada de su historia. El PIB cayó un 11,8% con respecto al trimestre anterior y un 14,7% interanual. Las estimaciones iniciales fueron del 12,1% y el 15,0%, respectivamente.
En el caso de Japón, los datos también fueron revisados pero en este caso hacia una mayor caída. La tercera economía más grande del mundo se contrajo un 28,1% anualizado en abril-junio, su peor contracción de posguerra. La lectura preliminar era una contracción del 27,8%. Para ambas economías, la debilidad del dólar no deja de añadir algo más de preocupación. Un euro fuerte puede hacer más difícil para los países exportadores de la eurozona salir de la actual recesión. Países como Alemania y Francia, o Japón, tradicionalmente generan crecimiento a partir de las exportaciones netas. En julio, las exportaciones alemanas se mantuvieron muy por debajo de sus niveles previos a la crisis. Cierto es que la débil demanda de las principales economías, como la de EE.UU., está frenando sus ventas al exterior, pero también lo es que un euro fuerte no ayuda.
El cambio de política de la Fed hacia una postura más tolerante con la inflación y con la perspectiva de que los aumentos de tipos de interés en EE.UU. quedan muy lejos, va a obligar a otros bancos centrales, como el BCE o el BoJ, a actuar. La semana pasada el economista jefe del BCE advertía que el tipo de cambio importaba, aunque el BCE no lo hubiese dicho. Puede que mañana sí se pronuncie sobre la fortaleza del euro.