Es muy difícil hablar de una película como 'The Brutalist' porque su tamaño, no solo su duración, es enorme y abarca muchas cosas. Si fuera una obra arquitectónica sería un edificio que se vería desde muy lejos, como el que construye su protagonista, y sí, es brutal, tanto en ambición como en resultado, una obra descomunal hecha para ser vista en una gran pantalla y no en Netflix, rodada en VistaVision, un formato panorámico que no se utilizaba desde hace más de 60 años, componiendo una epopeya sinfónica en la que todos los elementos van de la mano, dirección, puesta en escena, fotografía, actuaciones, guión, logrando un resultado en el que se habla de muchas cosas, la tensión entre arte y comercio, inmigración, racismo, capitalismo en estado salvaje, el dinero marcando claramente los escalones sociales, en esencia, es una metáfora de los Estados Unidos de América y de como su universal sueño puede convertirse en pesadilla o desvanecerse cuando choca con la cruda realidad.
La película habla de inmigrantes llegando a la Tierra prometida para ver su símbolo, la estatua de la Libertad, del revés, inmigrantes que se ven rechazados a no ser que se asimilen y dejen de ser ellos mismos. Esto se puede ver en la primera parte de la película, cuando el protagonista, un arquitecto húngaro judío que ha estudiado en la Bauhaus, László Tóth, llega a EEUU después de sobrevivir al Holocausto. En Europa quedan su mujer y su sobrina, pero en EEUU le espera su primo, Attila, que vive con su bonita mujer católica. Cuando László llega ve cómo su primo se ha cambiado de nombre y de religión, se ha asimilado para poder triunfar. Cuando su mujer le ofrece el nombre de un doctor que puede arreglarle la nariz, Toth lo toma cómo un bonito gesto para curarle su nariz rota, pero lo que le está ofreciendo es una operación estética para ocultar su prominente nariz hebrea.
Arte y capitalismo
Cuando Audrey, que así se llama la mujer, ve que László no se integra, sigue con su acento marcado, su generosidad para con los todavía más marginados (su mejor amigo es negro) y su negativa dejar de ser judío, la sonrisa amable del principio se borrará de su cara. Poco después conocerá al hombre que servirá de representación del capitalismo mñas salvaje, el hombre que se convertirá en su mecenas en la nueva tierra, Harrison Lee Van Buren. Aquí la película meterá nuevos temas, como la relación entre arte y comercio en un contexto capitalista. Si la noción del artista surgió con el romanticismo, destacando la individualidd del artista por encima de su mecenas, aquí se hablará de la necesidad del dinero no solo de comprar la obra sino de recordar al artista su condición de empleado/sirviente.
Grandes referencias del cine
Lo mejor que hace Brady Corbet es dibujar dos personajes que no sean caricaturas, ni Toth está libre de pecados, ni Van Buren deja de tener sus cualidades, ambos están magníficamente definidos por unos Adrien Brody y Guy Pearce sencillamente magistrales. Brody lleva la película sobre sus hombros co una interpretación que recuerda a la de 'El pianista' pero que todavía va ´un paso más allá. Y eso es posible porque Corbet busca paralelismos con otras obras épicas que hablan de EEUU y sus brutalidades, obras como 'El Padrino', 'Érase una vez en América' o 'Pozos de ambición'.
Además, como estas, 'The Brutalist' está también conectada con su época y lo que está pasando, no es de extrañar que esta película se estrene a la vez que Donald Trump estrena nuevo mandato. Aquí el hijo de Van Buren es un privilegiado e irresponsable tipo destinado a heredar la empresa familiar que se niega a compensar justamente a los trabajadores, abusa de las mujeres y desprecia claramente a los inmigrantes ("os toleramos"), parece claro de donde viene la inspiración...
En definitiva, 'The Brutalist' es tan grande, emocional y rompedora como la obra de Toth, Corbet sabe sacar partido de todas las herramientas del mejor cine, todo está hecho a lo grande, en vista, sonido y alcance. Se podría decir que es un pequeño milagro cinematográfico si no fuera porque es colosal.