Aún puede ser pronto para evaluar los resultados, y más aún las consecuencias, de la jornada de huelga general. Desde el comienzo nos hemos posicionado en contra de una huelga que pensábamos que traería más daños que bienes, y eso que también nos hemos posicionado críticamente con una reforma laboral que, simplemente, es inaceptable y acabará siendo reformada por la realidad. Pero no, desde luego, por esta huelga.
Pero ahora hay que gestionar el futuro. Y en ese futuro, los sindicatos son imprescindibles. Unos sindicatos sin duda que reflexionen sobre su modernización y su necesaria evolución. Pero necesarios para mantener el equilibrio social y hasta el económico. Por eso, nos preocupan algunas descalificaciones globales, bastantes de ellas de trazo demasiado grueso, lanzadas, desde muy determinados sectores
políticos y desde muy precisos medios de comunicación, no solamente contra los representantes de los trabajadores –que lo son, pese a quien pese—sino también contra sus líderes muy en particular. Que un dirigente sindical acuda a almorzar a determinados restaurantes no puede ser objeto de crítica, y menos de esa demagogia de sal gorda que ha sido utilizada a raudales, por ejemplo para criticar que otro dirigente sindical haya pasado una parte de sus vacaciones en un crucero. ¿Y?
Más vale comenzar ya a reflexionar sobre todas las cosas que están sobre el tapete y que ahora no merece la pena volver a detallar en un comentario todavía de urgencia; dejémoslo para cuando conozcamos todos los datos y hayamos podido analizarlos en todos sus extremos. Hoy, solamente alegrarnos de que no haya habido –por el momento-- excesivas escenas de tensión callejera, aunque sí haya habido algunas, lo cual ya es demasiado. Y pedir eso: un respeto a los sindicatos, aunque su funcionamiento no sea el que nos gustaría a todos. Claro que ¿acaso el funcionamiento de la patronal, del Gobierno, de las instituciones, de los partidos, es el que nos gustaría? Mal de muchos consuelo de tontos, por supuesto; pero la reflexión sobre las exigencias de la nueva era que se abre no puede limitarse a lo que hacen o no hacen UGT, Comisiones Obreras y las demás centrales.
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