El humor y la sabiduría son las grandes esperanzas de nuestra cultura, escribió
Konrad Lorenz. La tormenta infantilísima y las declaraciones pueblerinas y salidas de madre por la tontada de los guiñoles franceses denotan un mal estilo nacional que, sinceramente, me sorprende.
Nuestra historia está plagada de sentido del humor y de buen encaje de las chanzas ajenas. Ahí están
Alonso Quijano y sus fantásticos consejos a Sancho para gobernar Barataria y los propios chascarrillos de Sancho en cada mala situación que su jefe le ponía.
Quevedo es uno de los grandes y se atrevió con todo, incluso con aquél excelso calambur con que gano una apuesta a sus amigos al atreverse a llamar "coja" a la reina Mariana de Austria, primera esposa de
Felipe IV. El socarrón don Francisco se presentó en la plaza por la que paseaba la dama con un ramo de claveles blancos en una mano y uno de rosas rojas en la otra y con una interminable reverencia díjole "Entre el clavel blanco/ y la rosa roja/ escoja, su majestad, escoja" (Es coja, su majestad es coja).
Ramón Gómez de la Serna, Mihura, Jardiel Poncela, Rosalía de Castro, Cela, San Lorenzo, Dalí, Vázquez Montalbán, Rodrigo Díaz de Vivar, la madre de
Boabdil, Wifredo el Velloso, Fabila el del Oso, el Lazarillo, Pío Escudero, Muñoz Seca..., ¡Si hasta
Franco con aquello de "haga como yo que no me meto en política" y hasta el mismísimo
Alberto Contador con lo de que dio positivo por que se comió un filete que tenía clembuterol demostraron sentido del humor!
Y ahora parece que se desataron los siete males y los doce vientos escaparon de la caja de Pandora solamente porque un programa de humor -que no ha sido el editorial de Le Monde Diplomatique, brepordiós- ha decidido hacer una parodia del dopaje.
--¡Oiga ustez, señor mío, es que se meten con todos los atletas españoles y ofenden el honor patrio! ¡Es usted un sandio y un traidor!
Pues como si se meten con el Rey del Pollo Frito, con Loquillo, con el Loco de la Colina, con Un Pingüino en el ascensor, con los viejos que van p'albasete, con Aquí no hay quien viva, con el Carnaval de Cádiz, con las Fallas o con esa cosa con auriculares de ensaimada que es la Dama de Elche. Pasaná, que es solo humor.
¿Qué pensaríamos si en la revista El Jueves se metieran con
Sarkozy presentándolo como un mini
Napoleón -ya lo han hecho, y no son los únicos- y
Fransuás Holande saliera en televisión rasgándose las vestiduras y
Carla Bruni jurara que jamais, jamais, jamais (léase yamé, yamé yamé) cantará en l'Espagne. Venga, solo nos falta que después de perder la novena potenciez, la sede olímpica de Madrid, el curro y el crecimiento ladrillero ahora perdamos también el sentido del humor. ¡Pero si vivimos en un país donde el mayor banquero se llama
Botín, el ministro de la economía
Guindos, los jefes de los trabajadores Cándido uno y Tocho el otro, el primer recortador de presupuestos catalán se llama Mas y al presidente de los trajes se le otorga el título de Honorable!
Y si nuestros tenistas son mejores porque han ganado no sé cuántos Roland Garros, alguien debería recordarle a nuestro presidente -cuyo nombre es famoso precisamente por aquellas viñetas de don
Mariano y doña
Concha del hilarante
Forges- que mejores que nuestros atletas son nuestros poetas, cantantes, humoristas, escritores, albañiles e imitadores. En lo que somos malos de solemnidad es en ministros, de economía, de gobernación, de cultura y hasta de presidencia.
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