Hace
ahora justamente dos años
( a mediados de mayo de 2012) pedíamos en estas mismas páginas electrónicas , de forma quizás
un tanto dura, que
SM el
Rey don Juan Carlos "....debiera pensar en dejar paso al futuro mucho
antes de que líderes y pueblo lleguen a pedir, más que un
jaque al rey, jaque a la monarquía".
Las reglas del juego democrático en España
están marcadas desde 1978
en la Constitución, cuyo título II recoge en 10
artículos todos los aspectos relativos a la Corona. Aunque para
algunos bastaba con esta mínima
regulación, otros pensábamos que el título II hubiese
necesitado, poco después del refrendo de la Constitución, el desarrollo
de esa ley orgánica que ajustase
al máximo las posibilidades y el camino a recorrer de los 10 artículos Han tenido que pasar 36 años
y que los acontecimientos adelantasen
a la voluntad del constitucional
,para que esa Ley orgánica se llevase a
cabo. Más vale tarde que nunca.
Parece
que , en época tan
crucial como la que atravesaba
España poco después de la muerte de
Franco, el consenso se imponía
frente a cualquier pretensión partidista porque
entonces era mucho lo que
teníamos que perder y, lo mismo que el régimen anterior -según creían
algunos de sus más furibundos adeptos- creía tener
"todo atado y bien atado", y luego les salieron las cosas justo en dirección contraria de la prevista,
desembocó en la monarquía
parlamentaria que consagraba
la Constitución Española de 1978,
esta podría haber hecho aguas
si no se andaba con tiento y
delicadeza para no exacerbar
ánimo alguno de todas las sensibilidades políticas del
momento (básicamente UCD, PSOE,
AP y PCE).
La
precaución no era baladí como pudo comprobarse apenas 3 años después, el
23 de febrero de 1981, cuando el coronel
Antonio Tejero, como
cabeza visible de un grupo de golpistas militares y civiles, tomó a la fuerza el Congreso de los Diputados, al
frente de unas docenas de guardias civiles . Ese fue uno de los días más
cruciales para la Monarquía y para España. El Rey , Juan Carlos I, estuvo
a la altura de las circunstancias y, por segunda vez en su corta
vida como monarca, dio un paso
claro al frente y abortó la intentona. La primera , obviamente, había
sido su voluntad de transformar la
monarquía en un sistema político
no implantado sino refrendado por
todos los españoles.
La
decisión que
Don
Juan Carlos hizo pública ayer de
abdicar en la persona de
su hijo
Felipe, que
pronto pasará a ser
Felipe
VI, es una vez más , una prueba de
sensibilidad política y lealtad
institucional que SM ha
dado , cuando a sus 76 años, ha visto
que en una nueva época se imponen
nuevos modos y se necesitan
nuevos bríos para seguir conduciendo a
España desde la Monarquía parlamentaria por
nuevos y cada vez más complejos
retos.
Al César lo que es del César
La
cacería de elefantes en Botsuana, a mediados de abril
de 2012, y los algo más que
devaneos económicos de su yerno,
Iñaki Urdangarín, han pesado mucho en la popularidad del Rey
y, sin duda, han afectado también al prestigio de la Monarquía en
España. Se diga o no se diga, estos han sido dos elementos clave en la decisión de SM
a la hora de decidir abdicar a favor de su hijo y futuro
rey Felipe VI.
Pero, una
vez dicho esto, sería una infamia imperdonable
no reconocer a Juan Carlos I la
paternidad de una época -la más larga en la historia de España-
marcada por la democracia, la libertad y la
prosperidad económica, a la que su
intervención no es ajena. Bajo su
reinado hemos visto la alternancia política del centro, la izquierda y la derecha
políticas. Hemos visto -y seguimos viendo-
como también aquí hay cabida para voces
que cuestionan, incluso, la forma
del sistema político y pueden
salir a
la calle , enarbolando la
bandera tricolor de la República
Española.
Hasta
aquí queríamos llegar, precisamente para
recordar a
Cayo Lara, y a algunos neófitos y henchidos líderes
de la izquierda próxima , y hasta
hija de la que preside
el líder manchego, que estamos persuadidos , por no decir absolutamente
convencidos, de que en una hipotética
III República española, no habría
cabida a que pudieran darse
manifestaciones
promonárquicas que abogasen por
la restauración . En esas circunstancias, y aunque les pese a los
antiguos comunistas -hijos de un
Santiago Carrillo que, a buen seguro,
no compartiría con ellos mucho más que la postura estética de sus
correligionarios, pero nunca la
práctica- recobren su cordura
porque , a fuer de viejos
y trasnochados objetivos cuyo
único sentido puede ser
recorrer otro camino para
desembocar en el punto que ya estamos (democracia y libertad) puede ser un experimento que
podría costarnos nuevamente muy caro al que no estamos dispuestos a jugar la
inmensa mayoría de los españoles. Entre otras cosas, porque hace ya más de dos mil años alguien dijo
aquello de "a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César", y
que Cayo Lara pueda proclamar
pública y tranquilamente su republicanismo, se lo debe , aunque le pese, a Don Juan Carlos I, Rey de España.