Escribo,
lo confieso, bajo el impacto de la muerte de
Manu Leguineche, inmenso
periodista, inmensa persona, a quien jamás pude devolver el inmenso cariño que
me dedicó al presentar mi primer libro y durante tantos copiosos, demorados,
almuerzos. Era un representante del periodismo 'de antes', el que se hacía
presencialmente, viendo, tocando manchándote con la noticia, almorzando,
bebiendo y riéndote con ella. Manu sabía bien que 'noticia es todo aquello que
alguien no quiere que se publique'. El periodismo en el que estamos cayendo,
todos, empieza a considerar exactamente lo contrario: noticia es aquello que
alguien sí quiere que se publique. Progresando por ese camino acabaremos
llegando al mero comunicado de prensa, al 'remitido', y lo llamaremos
información, y con esa bazofia nutriremos nuestros medios. Puede que ya lo
estemos haciendo en alguna medida.
Y,
en cuanto a pisar el terreno, simplemente estamos abandonando el periodismo
presencial, el que consiste en mirar a los ojos a tus fuentes, en calibrar el
temblor de su voz para comprobar si te está mintiendo. Nos hemos convertido en
una 'generación Google', en adictos a esa droga llamada Wikipedia: cortamos,
pegamos y deglutimos lo que nos cuenta la Red y aquí paz y después gloria. Que investiguen,
que verifiquen, otros. Peor: denigramos a quien investiga, señalamos a
Assange,
a
Snowden, al director del 'Guardian' y hasta a los sabuesos que han denunciado
la corrupción en China, como presuntos desestabilizadores del sistema. Unos
peligros para el orden constituido, porque, por ejemplo ¿a quién se le ocurre
revelar que Obama espía en la cocina de la señora Merkel, por ejemplo, cuando
la razón de Estado (de Estados Unidos) ampara la necesidad de tales escuchas?
En fin...
Luego
vino la crisis económica, que acabó con el antiguo concepto de reportero de
guerra -hoy casi se pagan ellos los viajes, y aprovecho para enviar mi afecto a
los compañeros Javier Espinosa y Ricardo García, secuestrados por la horrenda
situación en Siria--. La siguió la crisis moral, que acabó, simplemente, con el
reportero, sin adjetivos. Escucho demasiadas veces la frase 'el periodismo ha
muerto' como para no preguntarme si no habrá algo de verdad en esta afirmación.
Pero tú, Manu, hermano, ya estabas tiempo hace ajeno a estas reflexiones, que a
algunos quizá les suenen como a prejubilación, o a algo peor.
Y
así vamos, Manu, hermano, andando como el cangrejo, pero no hacia el pasado,
sino hacia el abismo. He sabido de tu muerte anunciada y me he lanzado a un
sinfín de reflexiones tristes, de recuerdos de cuando hacíamos aquel periodismo
de antes. Perdona si me pongo en plan abuelo Cebolleta, sentimental, con lo que
a tí te chinchaba -vamos a decirlo así-- cuando alguien se te ponía
tierno durante esta tu demasiado larga, no sé si muy bien soportada,
enfermedad. No hay sino un consuelo cuando te quedas sin alguien que para ti
era un ejemplo: saber que ese ejemplo se convierte en un referente, que alcanza
la gloria. Jo, Manu, qué solos nos dejáis los tipos como tú, aquí abajo, con
este periodismo de ahora, que debería ser el de antes, el de siempre, y no lo
es.
-
Fallece el periodista y escritor Manu Leguineche, un mito como reportero de guerra-
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>