Sí,
lo confieso: me ha parecido incoherente esa oferta que
Esperanza Aguirre ha
hecho públicamente -¿lo hizo antes en privado?- a su no tan amigo
Mariano
Rajoy para encabezar la lista electoral del PP al Ayuntamiento de Madrid.
Incoherente por varias razones: la primera, porque aún desconozco los
verdaderos motivos por los que la que es llamada, al menos por sus
simpatizantes, 'la lideresa', renunció a la presidencia de la Comunidad de
Madrid hace algo más de dos años; la segunda, porque parece poco procedente que
quien regule las normas de la circulación en la capital sea quien se las salta;
la tercera, porque significa un factor de división interna en su propio
partido, el Popular, a cuyo máximo dirigente, el propio Rajoy, Aguirre no se ha
recatado a la hora de criticarle semipúblicamente, y no digamos ya en privado.
¿Por
qué da ahora el salto una Aguirre que se marchó tan abruptamente de la
gobernación de la Comunidad madrileña, creando un problema nunca bien
solucionado a su partido? Si abandonó el cargo por sus diferencias con Rajoy,
no parece que estas diferencias se hayan atenuado mucho, y ahí sigue el mismo
Rajoy, con los mismos postulados. Si lo hizo por otros motivos personales,
habrá de explicarnos en qué se han modificado las circunstancias que la
llevaron a dar el portazo. Y, si después de todo el agua que ha pasado bajos
los puentes, Rajoy se ve forzado a tragar el sapo de aceptar la oferta de
Aguirre, abriendo una vía paralela de liderazgos en el PP,¿no estaremos
hablando de otra falta de coherencia, cuando tantos hemos escuchado lo que
hemos escuchado acerca de los 'desviacionismos' de la pugnaz Aguirre?
Claro
que los sondeos son los sondeos, y qué duda cabe de que la simpática,
desenvuelta y libre '
Espe', condesa de Bornos y grande de España según la
biografía de Wikipedia, presidenta del PP en la Comunidad de Madrid y con una
larga trayectoria política a sus espaldas, es un posible caballo ganador para
el emblemático Ayuntamiento de Madrid. Ganador, al menos frente a otras
opciones que se barajan en el PP; excluyendo, claro, la hipótesis, en la que
nunca he creído, de que Rajoy sacrificase a su carismática vicepresidenta,
Soraya Sáenz de Santamaría, para ofrecerle la candidatura a la alcaldía de la
capital. Los resultados justifican, ya se sabe, los atentados a la coherencia,
y la política hace extraños compañeros de cama.
Cierto
es, por otro lado, que el posible aterrizaje de 'Espe' -no se engañe el lector:
siento una gran simpatía personal por ella; simplemente, pienso que la política
no debe ser una cuestión de mero éxito en las urnas-en la campaña electoral
dará nuevas alas a esa 'batalla de Madrid' que tan significativa será a la hora
de analizar a quién le ha ido bien y a quién mal en las próximas elecciones
municipales y autonómicas de mayo. La verdad es que, hasta ahora, no se
registraba la presencia de 'pesos pesados' en esa batalla, en la que el
candidato socialista a la Comunidad, Tomás Gómez, aparece ya previamente
tocado, con razón suficiente o sin ella, por su gestión cuando era alcalde de
Parla. Ahora, con la fiera 'lideresa' sobre el terreno -si Rajoy acepta la
oferta, claro--, las cosas pueden ser distintas. Veríamos fuegos artificiales
en el combate entre Aguirre, el candidato socialista
Antonio Miguel Carmona
-casi tan mediático como la 'lideresa'-y lo que pueda resultar de las componendas
de Podemos/Ganemos/IU, si es que se dan tales componendas. Y todo ello, sin
descartar que un partido con fuertes apoyos en sectores periodísticos, como
Ciudadanos, se 'descuelgue' con algún candidato sorpresa, como se rumorea, para
la capital.
Y,
por cierto, ¿qué se hizo de aquella exigencia, lanzada por la propia Aguirre,
de que también el PP celebrase primarias para elegir a sus candidatos? Porque
lo que me resulta difícil de creer es que, entre los setecientos mil militantes
que dice tener el PSOE, no haya alguno más que, con cierto relieve, quiera
optar al honroso, importante, puesto de alcalde de Madrid. Un puesto, el del
despacho en la plaza de Cibeles, desde el que, recordemos lo que sucedió en
París con
Chirac, se puede saltar a otros edificios madrileños. Como, por
ejemplo, ¿el palacio de La Moncloa?
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