Esto se está convirtiendo en
una espiral perversa:
Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, tan activo
a la hora de conseguir imágenes 'benéficas' de sí mismo -jugando al baloncesto
en silla de ruedas, besando a señoras que asisten a la jornada de puertas
abiertas en el Congreso--, pide la reforma de la Constitución. Y
Mariano Rajoy,
tan poco activo a la hora de hacer comunicación -cada vez tiene menos contacto
con la gente de la calle: ¿no podría imitar un poco al expansivo Obama?--, pide
al socialista que concrete su propuesta de modificación de la carta magna.
Y así llegamos a la jornada
de hoy, ante una nueva recepción en la Cámara Baja -verán ustedes cómo la lista
de presentes y ausentes es más o menos la misma de todos los años-conmemorando
otro aniversario, treinta y seis años ya, de nuestra buena, eficaz,
Constitución. Estoy de acuerdo con Sánchez, y con tantos otros, que reclaman
cambios en alguna(s) parte(s) del texto. Estoy también de acuerdo con Rajoy y
con otros portavoces del PP cuando le piden que concrete. Porque no basta con
invocar la reforma constitucional como remedio para tantos males
institucionales y territoriales: yo no estoy convencido, por ejemplo, de que
los nacionalistas catalanes y vascos, para no hablar ya de los abiertamente
secesionistas, acepten una estructura federal como solución a sus
reivindicaciones.
Lo que ocurre, le diría yo al
señor Rajoy -tarea inútil, puesto que presume de no leer los periódicos--, es
que por alguna parte hay que empezar el gran debate nacional pendiente. Llámese
algún tipo de federalismo -hay modalidades--, cambios en el Título VIII de la
Constitución o introducción de alguna disposición adicional al texto
fundamental, como sugiere algún especialista (Miguel Herrero de Miñón). Lo que,
entiendo, no puede hacer un jefe del Ejecutivo, secundado por todos sus
ministros y portavoces partidarios, es dejar exclusivamente en manos de la
oposición la iniciativa de esta reforma. Entiendo que es una manera de aplazar
cualquier posibilidad de introducir cambios en la Constitución en esta
Legislatura, que ya empieza a declinar y en la que ya comienzan a caber muy
pocas posibilidades de introducir verdaderas medidas regeneracionistas,
llámense reforma de la Administración o legislación verdaderamente
revolucionaria en cuanto a lucha contra la corrupción y por una nueva forma de
hacer política.
Así que de acuerdo: concrete,
señor Sánchez, concrete. Creo que ya comienza a estar en ello: no entiendo la
argumentación de que el PSOE no presenta reformas concretas porque ello daría origen
a nuevas controversias entre los partidos. ¿Cree el señor Sánchez que la
creación de una subcomisión parlamentaria para propiciar la reforma de la
Constitución aceleraría de verdad esa reforma? Más bien, me inclino a pensar
todo lo contrario, aunque bienvenida sea esa subcomisión si, al menos, sirve
para desbloquear eso que yo al comienzo llamaba 'espiral perversa'. Pero creo
que el balón está, fundamentalmente, en el tejado del Gobierno: es quien mayor
número de escaños tiene en el Parlamento quien debe lanzar propuestas
concretas, indicando que sí, que hay una voluntad regeneracionista, de que algo
se mueva de una vez en el romo secarral de la política española.
Así que, ante un nuevo
aniversario de la Constitución, me parece que la mejor forma de homenajearla es
concretar, por un lado, y acelerar, por otro, la reforma de tantos artículos
como han quedado definitivamente desfasados. Y no me refiero solamente al
Título referente a la regulación de las autonomías, claro está. La
Constitución, hay que decirlo un año más, necesita una mano de pintura. Cada
vez con mayor urgencia.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>